El Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, ha acertado al anunciar la creación de un fondo con cargo al tesoro de 30.000 millones de euros -ampliables hasta un máximo de 50.000 millones de euros- para garantizar la financiación de empresas y ciudadanos y la subida hasta 100.000 euros de la garantía de los fondos ahorrados. Sin embargo, a pesar de esas medidas, la desconfianza, que es la esencia de la crisis, persiste.
La reunión de Zapatero con los representantes de las grandes instituciones financieras españolas ha despertado suspicacias y sospechas porque contradice la tesis de que el sistema financiero español es sólido y goza de plena salud. Si está saludable, ¿para que esa reunión precipitada?
El anuncio de elevar desde 20.000 a 100.000 euros los ahorros garantizados de cada español por entidad y la creación del fondo de reserva de 30.000 euros son medidas orientadas a restaurar la deteriorada confianza de los españoles en el sistema.
Pero el sistema que está bajo sospecha no es sólo el financiero. También es el político, no sólo porque los poderosos también han fracasado a la hora de controlar a los tiburones y a los depredadores que han arruinado las finanzas mundiales, sino también porque ellos han creado en España un Estado injusto, insostenible y opaco, donde cobran altos sueldos el triple de los funcionarios y enchufados que se necesitan, lo que dispara el despilfarro y arruina a la nación.
Los ciudadanos saben que los políticos no sólo no han sabido controlar la limpieza, sostenibilidad y seguridad del sistema sino que ellos mismos han contribuido a su ruina gracias a la corrupción y a la obesidad de la burocracia. Las cajas de ahorros españolas, sobre todo algunas autonómicas de menor calado, están al borde de la quiebra porque los políticos se han sentado en sus consejos, han controlado el poder y se han dedicado a otorgar créditos a sus amigos y correligionarios, sin exigir las garantías necesarias.
El principal problema de España no es la solvencia de su sistema financiero, sino su galopante avance hacia la pobreza: el país, de los menos competitivos de Europa, el más endeudado y el que acumula más desempleo, es también campeón del fracaso escolar, lo que le cierra las puertas a la esperanza en un futuro mejor., mientras que el presente es desolador, con el cierre diario de más de trescientas empresas y unos 3.000 ciudadanos que se incorporan cada día al paro, lo que genera morosidad, insolvencia de la sociedad y un descontento creciente que se extiende como la pólvora al arder.
Las medidas aprobadas ayer por Zapatero son correctas, pero insuficientes, Hacen falta otras como una recuperación de la democracia traicionada, un retorno del ciudadano, hoy relegado y maltratado, al protagonismo político, un sistema de controles al Estado que evite los abusos del poder, un plan drástico de austeridad en las administraciones públicas, una bajada de impuestos a las empresas para que puedan subsistir en la crisis y una recuperación urgente de los grandes valores perdidos en la sociedad, como son el esfuerzo, la limpieza, el respeto, el sentido del deber, la honradez, la austeridad, el ahorro y otros, todos ellos pulverizados por la nueva cultura que se ha impuesto en el país desde el poder político.
La reunión de Zapatero con los representantes de las grandes instituciones financieras españolas ha despertado suspicacias y sospechas porque contradice la tesis de que el sistema financiero español es sólido y goza de plena salud. Si está saludable, ¿para que esa reunión precipitada?
El anuncio de elevar desde 20.000 a 100.000 euros los ahorros garantizados de cada español por entidad y la creación del fondo de reserva de 30.000 euros son medidas orientadas a restaurar la deteriorada confianza de los españoles en el sistema.
Pero el sistema que está bajo sospecha no es sólo el financiero. También es el político, no sólo porque los poderosos también han fracasado a la hora de controlar a los tiburones y a los depredadores que han arruinado las finanzas mundiales, sino también porque ellos han creado en España un Estado injusto, insostenible y opaco, donde cobran altos sueldos el triple de los funcionarios y enchufados que se necesitan, lo que dispara el despilfarro y arruina a la nación.
Los ciudadanos saben que los políticos no sólo no han sabido controlar la limpieza, sostenibilidad y seguridad del sistema sino que ellos mismos han contribuido a su ruina gracias a la corrupción y a la obesidad de la burocracia. Las cajas de ahorros españolas, sobre todo algunas autonómicas de menor calado, están al borde de la quiebra porque los políticos se han sentado en sus consejos, han controlado el poder y se han dedicado a otorgar créditos a sus amigos y correligionarios, sin exigir las garantías necesarias.
El principal problema de España no es la solvencia de su sistema financiero, sino su galopante avance hacia la pobreza: el país, de los menos competitivos de Europa, el más endeudado y el que acumula más desempleo, es también campeón del fracaso escolar, lo que le cierra las puertas a la esperanza en un futuro mejor., mientras que el presente es desolador, con el cierre diario de más de trescientas empresas y unos 3.000 ciudadanos que se incorporan cada día al paro, lo que genera morosidad, insolvencia de la sociedad y un descontento creciente que se extiende como la pólvora al arder.
Las medidas aprobadas ayer por Zapatero son correctas, pero insuficientes, Hacen falta otras como una recuperación de la democracia traicionada, un retorno del ciudadano, hoy relegado y maltratado, al protagonismo político, un sistema de controles al Estado que evite los abusos del poder, un plan drástico de austeridad en las administraciones públicas, una bajada de impuestos a las empresas para que puedan subsistir en la crisis y una recuperación urgente de los grandes valores perdidos en la sociedad, como son el esfuerzo, la limpieza, el respeto, el sentido del deber, la honradez, la austeridad, el ahorro y otros, todos ellos pulverizados por la nueva cultura que se ha impuesto en el país desde el poder político.
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