Por fin, R. Zapatero se ha decidido o lo han decidido y anuncia su marcha. Tras este tiempo de cansino rosario de cábalas, secretismos y absurdas especulaciones, el endiosado arcano se digna desvelar el destino. Esto de la política y de los advenedizos políticos no tiene nombre, es de risa. Yo no me lo creo, alguien le ha empujado a irse. Como no me puedo creer que esa niña de Barcelona, antiespañola y antisistema se postule y la presenten como candidata a la Presidencia del Gobierno de España.
En el grado de perentoriedad efímera que alcanza el convencimiento de los partidos políticos, la democracia interna y la honrada limpieza de intenciones, sinceramente, ya no nos importa, no es creíble, tampoco podemos andarnos con delicadezas en esta democracia cogida con alfilerillos, en que ha venido a parar la famosa y esperanzadora Transición; así, con su redicho talante, ZP también añadió que va ha continuar hasta el final de la legislatura, como le pidió Botín; deja libre al socialismo, pero sigue complicando a España, el sempiterno llamado PAÍS. No cae en la cuenta de que España necesita la disolución del Parlamento y la anticipación de las elecciones; no puede seguir este sesteante y temerario mutismo de la Oposición y la inane y zafia intrepidez del Gobierno, mientras sigue el desastre socialista de los cinco millones de parados, la caída de las empresas y la ruina de las familias. La tenaza de la deuda pública, del déficit galopante y el deterioro del sistema financiero cada día aprieta y se cierra más.
Zapatero ha sido y es el peor presidente de esta democracia española. Un presidente que se va, porque sabe que nadie lo quiere en el cargo, debe “ipso facto” dejar su función en bien de España. Quiso, ofreciendo al terrorismo triunfos políticos y traicionando el sacrificio de los cientos de españoles, lograr la rendición de ETA; sus alianzas con los nacionalistas han producido el engendro de Estatuto Catalán; su política internacional, desechando a nuestros aliados, nos llevó a regímenes antidemocráticos, incapaces de reconocer los derechos humanos y bananeros dictatoriales; ha dividido constantemente a los españoles con leyes no demandadas como la del “homomonio”, de la igualdad, la memoria histórica, el tabaco, el aborto, la educación para la ciudadanía, empeñado en dictar nuestro vivir y morir según el rancio progresío de su sectarismo ideológico.
Los barones son los mayores responsables y cómplices de que se mantenga la provisionalidad e interinidad del Gobierno y durante un año más siga la sangría de España. Al anunciar su dejación antes de las municipales y autonómicas su partido espera contener la sangría de votos, a estos sólo les interesa el PSOE y lo suyo. A España que se desangra, a Zapatero no le importa abrirle otra brecha: la de su sucesión: La Niña, inmadura o el vicepresidente, ministro universal que igual negocia con ETA que viaja a Marruecos a pedir perdón por lo que hayamos hecho o vayamos a hacer, el todopoderoso Rubalcaba que calla la trama de El Faisán, pajarraco, que quizás lo esté arrojando del panorama político junto con aquel al que quería sustituir. El resumen patético de estos ocho años de Gobierno se sintetiza en la frase de decir una cosa y hacer la contraria, en las mentiras y los engaños
Si han mentido en estos años, puede que no sea verdad lo de su ida; la propaganda oficial probablemente se apresure a vender su marcha como un gesto de generosidad, de sacrificio por su nación y por su partido. Lo cierto está en que es preciso un nuevo Gobierno que dé impulso y vigor al quehacer nacional.
C. Mudarra
En el grado de perentoriedad efímera que alcanza el convencimiento de los partidos políticos, la democracia interna y la honrada limpieza de intenciones, sinceramente, ya no nos importa, no es creíble, tampoco podemos andarnos con delicadezas en esta democracia cogida con alfilerillos, en que ha venido a parar la famosa y esperanzadora Transición; así, con su redicho talante, ZP también añadió que va ha continuar hasta el final de la legislatura, como le pidió Botín; deja libre al socialismo, pero sigue complicando a España, el sempiterno llamado PAÍS. No cae en la cuenta de que España necesita la disolución del Parlamento y la anticipación de las elecciones; no puede seguir este sesteante y temerario mutismo de la Oposición y la inane y zafia intrepidez del Gobierno, mientras sigue el desastre socialista de los cinco millones de parados, la caída de las empresas y la ruina de las familias. La tenaza de la deuda pública, del déficit galopante y el deterioro del sistema financiero cada día aprieta y se cierra más.
Zapatero ha sido y es el peor presidente de esta democracia española. Un presidente que se va, porque sabe que nadie lo quiere en el cargo, debe “ipso facto” dejar su función en bien de España. Quiso, ofreciendo al terrorismo triunfos políticos y traicionando el sacrificio de los cientos de españoles, lograr la rendición de ETA; sus alianzas con los nacionalistas han producido el engendro de Estatuto Catalán; su política internacional, desechando a nuestros aliados, nos llevó a regímenes antidemocráticos, incapaces de reconocer los derechos humanos y bananeros dictatoriales; ha dividido constantemente a los españoles con leyes no demandadas como la del “homomonio”, de la igualdad, la memoria histórica, el tabaco, el aborto, la educación para la ciudadanía, empeñado en dictar nuestro vivir y morir según el rancio progresío de su sectarismo ideológico.
Los barones son los mayores responsables y cómplices de que se mantenga la provisionalidad e interinidad del Gobierno y durante un año más siga la sangría de España. Al anunciar su dejación antes de las municipales y autonómicas su partido espera contener la sangría de votos, a estos sólo les interesa el PSOE y lo suyo. A España que se desangra, a Zapatero no le importa abrirle otra brecha: la de su sucesión: La Niña, inmadura o el vicepresidente, ministro universal que igual negocia con ETA que viaja a Marruecos a pedir perdón por lo que hayamos hecho o vayamos a hacer, el todopoderoso Rubalcaba que calla la trama de El Faisán, pajarraco, que quizás lo esté arrojando del panorama político junto con aquel al que quería sustituir. El resumen patético de estos ocho años de Gobierno se sintetiza en la frase de decir una cosa y hacer la contraria, en las mentiras y los engaños
Si han mentido en estos años, puede que no sea verdad lo de su ida; la propaganda oficial probablemente se apresure a vender su marcha como un gesto de generosidad, de sacrificio por su nación y por su partido. Lo cierto está en que es preciso un nuevo Gobierno que dé impulso y vigor al quehacer nacional.
C. Mudarra