En varias de mis urdiduras (o “urdiblandas) he vertido o dejado jirones de la tesis que dice y sostiene que soy partidario de defender el derecho que todas las personas tenemos a equivocarnos, siempre que cumplamos previamente con esta conditio sine qua non o requisito inexcusable, que nuestra intención genuina, en todo “cronotopos”, cualquier momento y lugar, haya sido y sea la de dar de lleno en el blanco o centro de la diana, quiero decir, acertar.
Esta tarde, después de comer en la grata compañía de mi señera y señora madre, Iluminada, mientras estaba recogiendo la mesa, he visto y oído en el programa “Telediario-1”, de Televisión Española, que el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, volvía otra vez por sus fueros, esto es, reiteraba en una entrevista su parecer de que los responsables de los atentados terroristas del 11-M no estaban “en desiertos remotos ni en montañas lejanas”. Tengo para mí que el ex mandamás del Ejecutivo ha estado contumaz, porque considero que repetir la opinión que diera in illo témpore es un error u horror ciclópeo, colosal, mayúsculo, morrocotudo. Así de claro, sin paliativos.
Ahora bien, a renglón seguido, como contrapunto, he escuchado las declaraciones que había hecho, algunos minutos después, el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, quien, al ser preguntado por lo alegado por el ex presidente Aznar, que servidor ha recogido entre comillas arriba, tras hacerse el despistado, ha venido a proferir: “Ah, el ex presidente. Es que, como estoy aquí, en la vida política actual, estoy preocupado por lo que dice la gente que tiene responsabilidades. Los que carecen de responsabilidades o se comportan irresponsablemente lo que deben hacer es callarse”. Pues no, majo, no. En la misma medida, reputo que el titular de la Cartera de Justicia también ha marrado o meado fuera del tiesto, al decir algo que no venía al caso ni a cuento.
Y es que uno es partidario de la efectiva libertad de expresión del ciudadano, ante todo y sobre todo; se hayan tenido (o no), se tengan (o no), se vayan a tener (o no) responsabilidades públicas o privadas. De cuando en vez o de vez en cuando, al menda le gusta recordar los tres versos endecasílabos iniciales de la “Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento”, de don Francisco de Quevedo y Villegas, que dicen de esta guisa:
“No he callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo”.
Ángel Sáez García
angelsaezgarcia@tudela.com
Esta tarde, después de comer en la grata compañía de mi señera y señora madre, Iluminada, mientras estaba recogiendo la mesa, he visto y oído en el programa “Telediario-1”, de Televisión Española, que el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, volvía otra vez por sus fueros, esto es, reiteraba en una entrevista su parecer de que los responsables de los atentados terroristas del 11-M no estaban “en desiertos remotos ni en montañas lejanas”. Tengo para mí que el ex mandamás del Ejecutivo ha estado contumaz, porque considero que repetir la opinión que diera in illo témpore es un error u horror ciclópeo, colosal, mayúsculo, morrocotudo. Así de claro, sin paliativos.
Ahora bien, a renglón seguido, como contrapunto, he escuchado las declaraciones que había hecho, algunos minutos después, el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, quien, al ser preguntado por lo alegado por el ex presidente Aznar, que servidor ha recogido entre comillas arriba, tras hacerse el despistado, ha venido a proferir: “Ah, el ex presidente. Es que, como estoy aquí, en la vida política actual, estoy preocupado por lo que dice la gente que tiene responsabilidades. Los que carecen de responsabilidades o se comportan irresponsablemente lo que deben hacer es callarse”. Pues no, majo, no. En la misma medida, reputo que el titular de la Cartera de Justicia también ha marrado o meado fuera del tiesto, al decir algo que no venía al caso ni a cuento.
Y es que uno es partidario de la efectiva libertad de expresión del ciudadano, ante todo y sobre todo; se hayan tenido (o no), se tengan (o no), se vayan a tener (o no) responsabilidades públicas o privadas. De cuando en vez o de vez en cuando, al menda le gusta recordar los tres versos endecasílabos iniciales de la “Epístola satírica y censoria contra las costumbres presentes de los castellanos, escrita a don Gaspar de Guzmán, conde de Olivares, en su valimiento”, de don Francisco de Quevedo y Villegas, que dicen de esta guisa:
“No he callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo”.
Ángel Sáez García
angelsaezgarcia@tudela.com