La imagen de debilidad que ofrece el actual gobierno de España es preocupante y la política de Pedro Sánchez produce decaimiento de la nación, en la economía y en la convivencia. Espoleados por la inacción del gobierno ante sus desmanes y abusos, el gobierno catalán vuelve a abrir embajadas, esparce el odio, prepara revueltas y denigra a España con impunidad por todo el mundo, sin que el Estado reaccione. En estas circunstancias, el diagnóstico del turista agredido suena veraz y profético: “Me llevo una mala imagen de España. Este país se está convirtiendo en el tercer mundo, lo veo muy mal y es culpa de los políticos, que están poniendo a los turistas y a su pueblo en peligro. Los políticos están destrozando este país”.
Los hombres ambiciosos sin principios ceden siempre y hacen todo tipo de concesiones con tal de conservar lo que de verdad les interesa, que es el poder. Así aparece Pedro Sánchez ante buena parte de la opinión pública española: un pragmático sin otro objetivo que gobernar, capaz hasta de arrodillarse ante los más miserables para alcanzar y conservar ese poder que tanto ambiciona.
El verdadero objetivo de los separatistas catalanes no es la separación, que saben que es imposible, ni siquiera el federalismo asimétrico, también imposible de obtener, sino la extorsión, la amenaza y el chantaje permanente, unos recursos que le han permitido siempre obtener dinero y privilegios, sobre todo cuando al frente de España hay gobiernos débiles y políticos pusilánimes.
Muchos españoles han descubierto que Sánchez está haciendo con los catalanes lo mismo que hizo el general Franco, que les dio dinero e inversiones hasta hacerlos ricos a cambio de paz, aunque con aquella política fuera injusto y condenara a buena parte de España a un atraso y a una miseria que les obligó a emigrar para poder mantener a sus familias.
Sin embargo, aquella política cobarde, injusta y contraria a la igualdad no fue una invención de Franco, que se limitó a copiar lo que hicieron otro gobiernos anteriores de España. Cataluña utilizó magistralmente el chantaje para ser beneficiada por todos los gobiernos desde hace siglos, con el control del comercio de esclavos, con el monopolio textil y con concesiones comerciales con Cuba y Filipinas, un uso implacable del chantaje que hizo de la burguesía catalana una pandilla de extorsionadores magistrales, hasta nuestros días.
El problema es que el mundo actual es más transparente, libre y exigente y las concesiones y ventajas a Cataluña no pueden ocultarse como en el pasado, provocando en las demás regiones, escándalo, rechazo y una férrea oposición. Los españoles del siglo XXI no están dispuestos a soportar que el débil y ambicioso Sánchez, capaz de entregarlo todo a cambio del poder, desvíe fondos y otorgue prebendas y beneficios a Cataluña, olvidando y marginando a las demás regiones.
Aunque Sánchez cuente con la cobardía de los barones socialistas, que probablemente callen con tal de conservar su puesto, y con la ayuda valiosa de numerosos medios de comunicación a los que tiene sometidos a base de subvenciones y contratos de publicidad, el pueblo español va a repudiar esa política desigual y traidora de entregar más dinero y privilegios a los más desleales, amigos del delito y mensajeros del odio, dejando desabastecidos y más pobres a los españoles que habitan otras regiones más leales, con más amor a España y sometidas al imperio de la ley.
Además de la insoportable injusticia que conlleva la política de Sánchez con catalanes y vascos, copia corregida y aumentada de lo que hizo Franco y de lo que hicieron los anteriores gobiernos de la falsa democracia, desde Felipe González hasta Rajoy, hay otro problema y es que esa política conlleva más gasto y un despilfarro que España ya no puede soportar.
Hay muchos economistas que vaticinan el colapso de la economía española y su quiebra más rotunda cuando los intereses de la deuda suban. Sánchez, consciente de que ese peligro existe, ha optado, de manera miserable, por gastar más, por elevar el número de ministerios y por comprar con dinero la lealtad de los catalanes y el mercantilismo mercenario de los vascos, una política que conduce directamente a un mayor endeudamiento, una ruta que sin duda es demencial y suicida.
Emulo de Franco en desigualdad e injusticia, más cobarde y débil que los anteriores gobernantes en su relación mafiosa con los chantajistas catalanes, más ambicioso que ninguno de sus predecesores en la Moncloa y dispuesto a arrodillarse siempre antes que arriesgar defendiendo valores y principios, Sánchez es todo un castigo para España, muy peligroso, un mensajero de la ruina llegado en el peor momento, capaz de derribar los últimos muros de defensa de España frente a la unidad de la nación, la prosperidad, el rearme moral, la regeneración, las huelgas callejeras desestabilizadoras, como la de los taxistas, la ambición de los políticos, la corrupción, frente a las aspiraciones territoriales y geopolíticas de Marruecos, frente a las exigencias, también mafiosas, de Donald Trump, frente a Gibraltar, frente a la verdad y frente a los valores y principios que deberían presidir siempre la acción de gobierno en un país digno y decente.
Su lema debería ser "arrodillate para vencer y gobernar" y Sánchez está dispuesto a arrodillarse una y mil veces con tal de permanecer en la Moncloa.
Es puro peligro.
Francisco Rubiales
Los hombres ambiciosos sin principios ceden siempre y hacen todo tipo de concesiones con tal de conservar lo que de verdad les interesa, que es el poder. Así aparece Pedro Sánchez ante buena parte de la opinión pública española: un pragmático sin otro objetivo que gobernar, capaz hasta de arrodillarse ante los más miserables para alcanzar y conservar ese poder que tanto ambiciona.
El verdadero objetivo de los separatistas catalanes no es la separación, que saben que es imposible, ni siquiera el federalismo asimétrico, también imposible de obtener, sino la extorsión, la amenaza y el chantaje permanente, unos recursos que le han permitido siempre obtener dinero y privilegios, sobre todo cuando al frente de España hay gobiernos débiles y políticos pusilánimes.
Muchos españoles han descubierto que Sánchez está haciendo con los catalanes lo mismo que hizo el general Franco, que les dio dinero e inversiones hasta hacerlos ricos a cambio de paz, aunque con aquella política fuera injusto y condenara a buena parte de España a un atraso y a una miseria que les obligó a emigrar para poder mantener a sus familias.
Sin embargo, aquella política cobarde, injusta y contraria a la igualdad no fue una invención de Franco, que se limitó a copiar lo que hicieron otro gobiernos anteriores de España. Cataluña utilizó magistralmente el chantaje para ser beneficiada por todos los gobiernos desde hace siglos, con el control del comercio de esclavos, con el monopolio textil y con concesiones comerciales con Cuba y Filipinas, un uso implacable del chantaje que hizo de la burguesía catalana una pandilla de extorsionadores magistrales, hasta nuestros días.
El problema es que el mundo actual es más transparente, libre y exigente y las concesiones y ventajas a Cataluña no pueden ocultarse como en el pasado, provocando en las demás regiones, escándalo, rechazo y una férrea oposición. Los españoles del siglo XXI no están dispuestos a soportar que el débil y ambicioso Sánchez, capaz de entregarlo todo a cambio del poder, desvíe fondos y otorgue prebendas y beneficios a Cataluña, olvidando y marginando a las demás regiones.
Aunque Sánchez cuente con la cobardía de los barones socialistas, que probablemente callen con tal de conservar su puesto, y con la ayuda valiosa de numerosos medios de comunicación a los que tiene sometidos a base de subvenciones y contratos de publicidad, el pueblo español va a repudiar esa política desigual y traidora de entregar más dinero y privilegios a los más desleales, amigos del delito y mensajeros del odio, dejando desabastecidos y más pobres a los españoles que habitan otras regiones más leales, con más amor a España y sometidas al imperio de la ley.
Además de la insoportable injusticia que conlleva la política de Sánchez con catalanes y vascos, copia corregida y aumentada de lo que hizo Franco y de lo que hicieron los anteriores gobiernos de la falsa democracia, desde Felipe González hasta Rajoy, hay otro problema y es que esa política conlleva más gasto y un despilfarro que España ya no puede soportar.
Hay muchos economistas que vaticinan el colapso de la economía española y su quiebra más rotunda cuando los intereses de la deuda suban. Sánchez, consciente de que ese peligro existe, ha optado, de manera miserable, por gastar más, por elevar el número de ministerios y por comprar con dinero la lealtad de los catalanes y el mercantilismo mercenario de los vascos, una política que conduce directamente a un mayor endeudamiento, una ruta que sin duda es demencial y suicida.
Emulo de Franco en desigualdad e injusticia, más cobarde y débil que los anteriores gobernantes en su relación mafiosa con los chantajistas catalanes, más ambicioso que ninguno de sus predecesores en la Moncloa y dispuesto a arrodillarse siempre antes que arriesgar defendiendo valores y principios, Sánchez es todo un castigo para España, muy peligroso, un mensajero de la ruina llegado en el peor momento, capaz de derribar los últimos muros de defensa de España frente a la unidad de la nación, la prosperidad, el rearme moral, la regeneración, las huelgas callejeras desestabilizadoras, como la de los taxistas, la ambición de los políticos, la corrupción, frente a las aspiraciones territoriales y geopolíticas de Marruecos, frente a las exigencias, también mafiosas, de Donald Trump, frente a Gibraltar, frente a la verdad y frente a los valores y principios que deberían presidir siempre la acción de gobierno en un país digno y decente.
Su lema debería ser "arrodillate para vencer y gobernar" y Sánchez está dispuesto a arrodillarse una y mil veces con tal de permanecer en la Moncloa.
Es puro peligro.
Francisco Rubiales
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