Isabel Díaz Ayuso emerge de las elecciones de Castilla y León como la única gran fuerza victoriosa del PP y como la gran seductora de un electorado que se resiste a entregarse a la mediocridad de Casado
Castilla y León ha puesto las cosas en su sitio: el PSOE de Sánchez está seriamente desgastado y huele a derrota, pero el PP de Casado carece de fuerza suficiente para noquear al sanchismo herido, mientras que VOX se consolida como fuerza ascendente, que ya es la tercera del país, y adquiere poder suficiente para decidir gobiernos. Ciudadanos se extingue, víctima de sus errores y bandazos, un comportamiento que exaspera a los ciudadanos, y Podemos se apaga, cada día un poco más.
El gran error de Casado fue creer que la gran victoria electoral alcanzada en Madrid fue obra del PP, cuando en realidad fue una victoria personal de Isabel Díaz Ayuso, cuya figura sale reforzada de la contienda castellano leonesa. Casado quiso frenar en seco la ascensión irresistible de la presidenta madrileña con una contundente victoria en Castilla y León, pero en lugar de eso ha metido a su partido en un callejón oscuro, donde para gobernar tendrá que someterse a VOX y ha convertido a Isabel en la gran esperanza de la vieja derecha.
El PSOE de Sánchez, por su parte, ha sufrido otra derrota y ya van dos seguidas, lo que amenaza con convertirse en una tendencia. A pesar de la propaganda agobiante, del río de millones que emplea para comprar votos, medios y voluntades, de sus medidas populistas y electoralistas y de su constante ostentación de poder, los ciudadanos, a la hora de votar, se fijan más en sus injusticias, arbitrariedades, abusos, codicia y despilfarros, y decide castigarlo en las urnas.
Lo ocurrido en Castilla y León obligará al PP a replantearse el liderazgo de Casado, pero es probable que no lo haga porque el partido es demasiado vertical y tiene cerradas las puertas a los debates internos sinceros y creativos, del que hoy saldría, sin duda, un nuevo liderazgo con fuerza suficiente para enterrar al sanchismo herido.
El PP es un partido tocado por la desgracia, experto en cometer errores que le cierran el futuro. Ahora es el momento de rematar al sanchismo con un liderazgo ilusionante y positivo, pero ni siquiera se plantea esa opción y seguirá, probablemente, con la oposición flácida de Casado, un dirigente tan blandengue y parecido a Rajoy que da lástima.
Los castellano-leoneses han mostrado a todos el camino y el rumbo que España debe tomar, pero la clase política española, ciega y torpe por la corrupción y la prostitución de la democracia, no es capaz de verlo. En lugar de abrir las puertas al aire fresco y a la regeneración, seguirá por las tristes y decadentes rutas de la socialdemocracia, que comparten casi con igual entusiasmo el PSOE y el PP, despreciando la revolución que los españoles les están poniendo en bandeja, la de una España que renace, con impuestos bajos, apoyo a las empresas, apuesta por la libertad, la justicia independiente y la prosperidad, con menos subvenciones y apoyos a los vagos e inútiles, con más control de la inmigración, más rigor frente al separatismo traidor, más seguridad en las calles, con vocación de fortaleza, reindustrialización, creación de empleo y una prosperidad que todavía están al alcance de la mano, a pesar de los daños que los gobiernos han causado a la nación en los últimos años.
Por desgracia, ese programa de regeneración y resurgimiento de España, que se parece mucho al de VOX, está lejos de las miserias e intereses de los dos grandes partidos, PSOE y PP, y de sus socios nacionalistas, que parecen haberse confabulado para hundir cada día más a España en la decadencia, la debilidad y el desprestigio internacional.
Francisco Rubiales
El gran error de Casado fue creer que la gran victoria electoral alcanzada en Madrid fue obra del PP, cuando en realidad fue una victoria personal de Isabel Díaz Ayuso, cuya figura sale reforzada de la contienda castellano leonesa. Casado quiso frenar en seco la ascensión irresistible de la presidenta madrileña con una contundente victoria en Castilla y León, pero en lugar de eso ha metido a su partido en un callejón oscuro, donde para gobernar tendrá que someterse a VOX y ha convertido a Isabel en la gran esperanza de la vieja derecha.
El PSOE de Sánchez, por su parte, ha sufrido otra derrota y ya van dos seguidas, lo que amenaza con convertirse en una tendencia. A pesar de la propaganda agobiante, del río de millones que emplea para comprar votos, medios y voluntades, de sus medidas populistas y electoralistas y de su constante ostentación de poder, los ciudadanos, a la hora de votar, se fijan más en sus injusticias, arbitrariedades, abusos, codicia y despilfarros, y decide castigarlo en las urnas.
Lo ocurrido en Castilla y León obligará al PP a replantearse el liderazgo de Casado, pero es probable que no lo haga porque el partido es demasiado vertical y tiene cerradas las puertas a los debates internos sinceros y creativos, del que hoy saldría, sin duda, un nuevo liderazgo con fuerza suficiente para enterrar al sanchismo herido.
El PP es un partido tocado por la desgracia, experto en cometer errores que le cierran el futuro. Ahora es el momento de rematar al sanchismo con un liderazgo ilusionante y positivo, pero ni siquiera se plantea esa opción y seguirá, probablemente, con la oposición flácida de Casado, un dirigente tan blandengue y parecido a Rajoy que da lástima.
Los castellano-leoneses han mostrado a todos el camino y el rumbo que España debe tomar, pero la clase política española, ciega y torpe por la corrupción y la prostitución de la democracia, no es capaz de verlo. En lugar de abrir las puertas al aire fresco y a la regeneración, seguirá por las tristes y decadentes rutas de la socialdemocracia, que comparten casi con igual entusiasmo el PSOE y el PP, despreciando la revolución que los españoles les están poniendo en bandeja, la de una España que renace, con impuestos bajos, apoyo a las empresas, apuesta por la libertad, la justicia independiente y la prosperidad, con menos subvenciones y apoyos a los vagos e inútiles, con más control de la inmigración, más rigor frente al separatismo traidor, más seguridad en las calles, con vocación de fortaleza, reindustrialización, creación de empleo y una prosperidad que todavía están al alcance de la mano, a pesar de los daños que los gobiernos han causado a la nación en los últimos años.
Por desgracia, ese programa de regeneración y resurgimiento de España, que se parece mucho al de VOX, está lejos de las miserias e intereses de los dos grandes partidos, PSOE y PP, y de sus socios nacionalistas, que parecen haberse confabulado para hundir cada día más a España en la decadencia, la debilidad y el desprestigio internacional.
Francisco Rubiales