Se lamenta el político catalán Josep Antoni Duran i Lleida de que la presión popular para que los políticos pierdan sus privilegios, en especial sus sueldos y pensiones de oro, podría llenar el Parlamento de funcionarios y pobres.
Pocas veces en la historia de la mal llamada democracia española se ha escuchado una sentencia tan elitista, injusta e inicua como la emitida por el político catalán, un maestro de las formas suaves. detrás de cuya fachada moderada quizás se oculte un nacionalismo radical, que se nutre del victimismo y del desprecio a España.
Lo primero que debería saber Durán i LLeida es que un Parlamento español lleno de funcionarios y de pobres sería, con toda seguridad, más digno y decente que el actual, lleno de políticos profesionales, sometidos a sus partidos políticos, que desconocen a los ciudadanos a quienes dicen representar, adictos a los privilegios, incapaces de expresar sus ideas con libertad e impotentes para anteponer el bien común a sus intereses personales y a los de sus partidos.
Esos diputados y senadores de la "camada" de Durán i Lleida son los que, en complicidad con el Ejecutivo y el poder Judicial, igualmente desprestigiados y alejados de la ciudadanía, han llenado las calles y plazas de España de desempleados, pobres y gente sin esperanza. No estaría nada mal que ellos, miembros de las poderosas élites de la política española, unos fracasados porque ni siquiera han sabido ganarse el fervor de su pueblo, probaran un poco, aunque sea sólo un poco, de esa pobreza que parecen despreciar.
En cuanto a los funcionarios de carrera, un grupo de ciudadanos que han tenido que superar unas oposiciones para servir al Estado, a los que Durán i Lleida también minusvalora, tienen más dignidad y decencia democrática que la inmensa mayoría de los políticos españoles, los cuales, para disfrutar del poder y de los privilegios, no han tenido que superar prueba alguna y sólo han necesitado someterse al partido, renunciar a la libertad individual y ser amigos del dirigente de turno para ser incluidos en esas listas cerradas y bloqueadas ente las que el ciudadano ni siquiera puede ejercer su sagrado derecho a elegir.
Al escuchar la insensatez antidemocrática de Durán i Lleida, uno de los políticos españoles con mejor imagen, se comprende el desprestigio de la casta , el creciente desprecio de los ciudadanos hacia sus dirigentes políticos y el lamentable balance cosechado por la clase política española en las últimas décadas: han acabado con la prosperidad, han destruido gran parte de los valores y principios vigentes en la sociedad, han llenado el país de parados y nuevos pobres, han dividido a los ciudadanos, han resquebrajado la unidad de España, han acabado con la confianza de los ciudadanos en el liderazgo y en el futuro, han asesinado la democracia y la han sustituido por una partitocracia indecente, que funciona como una dictadura camuflada de partidos y, sobre todo, han infectado al país de corrupción, cobrando comisiones, practicando la arbitrariedad y acumulando riquezas injustificables e inexplicables.
Pocas veces en la historia de la mal llamada democracia española se ha escuchado una sentencia tan elitista, injusta e inicua como la emitida por el político catalán, un maestro de las formas suaves. detrás de cuya fachada moderada quizás se oculte un nacionalismo radical, que se nutre del victimismo y del desprecio a España.
Lo primero que debería saber Durán i LLeida es que un Parlamento español lleno de funcionarios y de pobres sería, con toda seguridad, más digno y decente que el actual, lleno de políticos profesionales, sometidos a sus partidos políticos, que desconocen a los ciudadanos a quienes dicen representar, adictos a los privilegios, incapaces de expresar sus ideas con libertad e impotentes para anteponer el bien común a sus intereses personales y a los de sus partidos.
Esos diputados y senadores de la "camada" de Durán i Lleida son los que, en complicidad con el Ejecutivo y el poder Judicial, igualmente desprestigiados y alejados de la ciudadanía, han llenado las calles y plazas de España de desempleados, pobres y gente sin esperanza. No estaría nada mal que ellos, miembros de las poderosas élites de la política española, unos fracasados porque ni siquiera han sabido ganarse el fervor de su pueblo, probaran un poco, aunque sea sólo un poco, de esa pobreza que parecen despreciar.
En cuanto a los funcionarios de carrera, un grupo de ciudadanos que han tenido que superar unas oposiciones para servir al Estado, a los que Durán i Lleida también minusvalora, tienen más dignidad y decencia democrática que la inmensa mayoría de los políticos españoles, los cuales, para disfrutar del poder y de los privilegios, no han tenido que superar prueba alguna y sólo han necesitado someterse al partido, renunciar a la libertad individual y ser amigos del dirigente de turno para ser incluidos en esas listas cerradas y bloqueadas ente las que el ciudadano ni siquiera puede ejercer su sagrado derecho a elegir.
Al escuchar la insensatez antidemocrática de Durán i Lleida, uno de los políticos españoles con mejor imagen, se comprende el desprestigio de la casta , el creciente desprecio de los ciudadanos hacia sus dirigentes políticos y el lamentable balance cosechado por la clase política española en las últimas décadas: han acabado con la prosperidad, han destruido gran parte de los valores y principios vigentes en la sociedad, han llenado el país de parados y nuevos pobres, han dividido a los ciudadanos, han resquebrajado la unidad de España, han acabado con la confianza de los ciudadanos en el liderazgo y en el futuro, han asesinado la democracia y la han sustituido por una partitocracia indecente, que funciona como una dictadura camuflada de partidos y, sobre todo, han infectado al país de corrupción, cobrando comisiones, practicando la arbitrariedad y acumulando riquezas injustificables e inexplicables.