Si existía alguna duda acerca del divorcio creciente entre ciudadanos y políticos en España, ahí están, para demostrarlo, lo ocurrido recientemente en Benavente, donde fue abucheado Rajoy, y en el funaral por las víctimas del incendio de Guadalajara, donde las autoridades políticas socialistas fueron abucheadas por los ciudadanos y familiares de las víctimas, presentes en el templo. Lo ocurrido en uno y otro sitio es todo un ejemplo demostrativo de que los ciudadanos han perdido el respeto y la fe en sus dirigentes políticos.
Rajoy ha sido criticado y abucheado en Cataluña y Bilbao, mientras que Zapatero recibe abucheos en Valencia y en otros muchos lugares. Los abucheos a políticos son ya un fenómeno cada día más frecuente, que forma parte ya del deteriorado paisaje político español.
Dejando a un lado los abucheos que las izquierdas dedican a las derechas y viceversa, producto del radicalismo político y del cerebro plano de los embrutecidos "hooligans" de un partido y otro, también existen los abucheos protagonizados por ciudadanos normales, dirigidos con frecuencia e intensidad creciente, tanto a un bando como al otro, síntoma patente de que los políticos han perdido el aprecio ciudadano, de que la autoridad se desvanece y de que la democracia española atraviesa sus horas más bajas y se degrada peligrosamente.
Rajoy ha sido criticado y abucheado en Cataluña y Bilbao, mientras que Zapatero recibe abucheos en Valencia y en otros muchos lugares. Los abucheos a políticos son ya un fenómeno cada día más frecuente, que forma parte ya del deteriorado paisaje político español.
Dejando a un lado los abucheos que las izquierdas dedican a las derechas y viceversa, producto del radicalismo político y del cerebro plano de los embrutecidos "hooligans" de un partido y otro, también existen los abucheos protagonizados por ciudadanos normales, dirigidos con frecuencia e intensidad creciente, tanto a un bando como al otro, síntoma patente de que los políticos han perdido el aprecio ciudadano, de que la autoridad se desvanece y de que la democracia española atraviesa sus horas más bajas y se degrada peligrosamente.