Dentro del PSOE se observan ya movimientos para suceder a Sánchez y se planifica la larga travesía del desierto que le espera al socialismo, tras ser destrozado por Pedro Sánchez.
Los antiguos socialistas críticos con el sanchismo se refuerzan y se agrupan con Felipe González como referencia. La última incorporación a la feroz crítica al sanchismo es la del ex presidente andaluz José Rodríguez de la Borbolla, cuyas críticas al sanchismo son intelectualmente sólidas y solventes.
El periodista Pedro de Tena, cuyos artículos sirvieron para descubrir las tramas corruptas del socialismo andaluz y derrotarlo en las urnas, afirma que "Tras las elecciones gallegas, se ha hecho evidente para muchos que el sanchismo está llegando a su fin. Aunque no se ha expedido el certificado de defunción, los síntomas de su agonía son ya imposibles de ocultar. Su desaparición paulatina en Galicia y País Vasco, devorado poco a poco por sus aliados separatistas, su insostenible situación en Cataluña por las mismas razones y su ausencia política en los gobiernos de las demás Comunidades Autónomas (salvo en Castilla-La Mancha, cuyo presidente socialista le acusa ya públicamente del desastre nacional del PSOE) refleja el peligro de una degeneración que podría ser fatal".
Cuando caiga, el sanchismo habrá muerto no tanto por su corrupción, ni por sus injustos e indignos regalos a los separatistas y golpistas, ni por sus indultos y amnistías a delincuentes, ni por los escándalos que tocan a su esposa, sino porque Sánchez es un político antipático, que cae mal y al que gran parte de los españoles rechazan por su personalidad arrogante, falsa, hipócrita y oscura.
Los abucheos y pitadas en las calles y plazas y su rotunda derrota en las redes sociales, donde es vapuleado a diario, son síntomas de ese rechazo profundo y creciente del electorado al líder socialista.
Nunca ha ganado unas elecciones, ni las ganará porque mientras él siga gobernando, muchos millones de españoles sienten repugnancia al depositar la papeleta socialista en la urna.
Su partido, borracho de poder y disfrutando del botín, no quiere darse cuenta de que el sanchismo le empuja hacia el precipicio y que después de Sánchez sólo se vislumbra el desierto.
Basta observar el mapa de España, teñido de azul y con la derecha gobernando en casi todas las autonomías, para asumir que el sanchismo es un cadáver que ya apesta y que nadie, por miedo al líder, se atreve a enterrar.
El rebuzno del ministro Oscar Puente cuando llamó "puto amo" a Pedro Sánchez no ha hecho más que acelerar el rechazo al sanchismo en toda España, un país en apariencia cobarde y negligente, que permite que sus políticos se hagan delincuentes y corruptos, pero que no soporta a los amos, como demuestra con claridad la Historia, llena de motines y revueltas contra los "putos amos" del pasado.
Faltan dos días para las elecciones de Cataluña, en las que Sánchez quiere una victoria para demostrar que puede ganar unas elecciones. Veremos lo que ocurre porque en el entorno de Illa ya se dice que la presencia de Sánchez en la campaña es perjudicial porque las encuestas revelan que genera rechazo.
Pronto lo veremos.
Francisco Rubiales
Los antiguos socialistas críticos con el sanchismo se refuerzan y se agrupan con Felipe González como referencia. La última incorporación a la feroz crítica al sanchismo es la del ex presidente andaluz José Rodríguez de la Borbolla, cuyas críticas al sanchismo son intelectualmente sólidas y solventes.
El periodista Pedro de Tena, cuyos artículos sirvieron para descubrir las tramas corruptas del socialismo andaluz y derrotarlo en las urnas, afirma que "Tras las elecciones gallegas, se ha hecho evidente para muchos que el sanchismo está llegando a su fin. Aunque no se ha expedido el certificado de defunción, los síntomas de su agonía son ya imposibles de ocultar. Su desaparición paulatina en Galicia y País Vasco, devorado poco a poco por sus aliados separatistas, su insostenible situación en Cataluña por las mismas razones y su ausencia política en los gobiernos de las demás Comunidades Autónomas (salvo en Castilla-La Mancha, cuyo presidente socialista le acusa ya públicamente del desastre nacional del PSOE) refleja el peligro de una degeneración que podría ser fatal".
Cuando caiga, el sanchismo habrá muerto no tanto por su corrupción, ni por sus injustos e indignos regalos a los separatistas y golpistas, ni por sus indultos y amnistías a delincuentes, ni por los escándalos que tocan a su esposa, sino porque Sánchez es un político antipático, que cae mal y al que gran parte de los españoles rechazan por su personalidad arrogante, falsa, hipócrita y oscura.
Los abucheos y pitadas en las calles y plazas y su rotunda derrota en las redes sociales, donde es vapuleado a diario, son síntomas de ese rechazo profundo y creciente del electorado al líder socialista.
Nunca ha ganado unas elecciones, ni las ganará porque mientras él siga gobernando, muchos millones de españoles sienten repugnancia al depositar la papeleta socialista en la urna.
Su partido, borracho de poder y disfrutando del botín, no quiere darse cuenta de que el sanchismo le empuja hacia el precipicio y que después de Sánchez sólo se vislumbra el desierto.
Basta observar el mapa de España, teñido de azul y con la derecha gobernando en casi todas las autonomías, para asumir que el sanchismo es un cadáver que ya apesta y que nadie, por miedo al líder, se atreve a enterrar.
El rebuzno del ministro Oscar Puente cuando llamó "puto amo" a Pedro Sánchez no ha hecho más que acelerar el rechazo al sanchismo en toda España, un país en apariencia cobarde y negligente, que permite que sus políticos se hagan delincuentes y corruptos, pero que no soporta a los amos, como demuestra con claridad la Historia, llena de motines y revueltas contra los "putos amos" del pasado.
Faltan dos días para las elecciones de Cataluña, en las que Sánchez quiere una victoria para demostrar que puede ganar unas elecciones. Veremos lo que ocurre porque en el entorno de Illa ya se dice que la presencia de Sánchez en la campaña es perjudicial porque las encuestas revelan que genera rechazo.
Pronto lo veremos.
Francisco Rubiales