Aunque Capriles hubiera ganado a Maduro en Venezuela, el aparato del poder, en manos del leninismo mas puro e implacable, nunca lo habría reconocido y habría empleado cualquiera de los muchos recursos al alcance del Estado para impedir la alternancia en el poder. El "chavismo", claramente dominado ya por la "escuela" cubana, sólo podrá ser desalojado por la violencia o por una masiva rebelión o rechazo popular drástico, como ha demostrado la Historia.
Nunca nadie ha expulsado del poder al leninismo utilizando las urnas o el poder de las mayorías. En Hungría y Checoslovaquia, el pueblo estaba contra el comunismo leninista, pero los tanques rusos entraron en escena para impedirlo. Si la masa hambrienta y descontenta de cubanos se alzara contra el castrismo, el inmenso poder del régimen aplastaría la revuelta en un sólo día, incluso si la rebelión fuera mayoritaria.
En la antigua URSS, el poder comunista cayó casi milagrosamente, porque el desaliento, la corrupción, el fracaso económico y el rechazo popular alcanzaron un espantoso nivel de saturación, que desmoralizó a la cúpula del poder, afortunadamente ocupada en esos momentos por un dirigente como Mijaíl Gorbachov, que no era discípulo de Lenin. Si al frente del poder hubiera estado un leninista como Breznev, el comunismo, aunque arruinado, rechazado por su pueblo y renqueante, estaría todavía mandando en la URSS.
Cuba, cuyos dirigentes, con Fidel y Raul a la cabeza, son marxista-leninistas radicales, ha tenido tiempo suficiente para infiltrar el poder venezolano, una tarea compleja que le fue facilitada por Hugo Chávez, a quien la Historia, a pesar de sus méritos como dirigente popular, juzgará, probablemente, como un gran traidor a la patria. Los cubanos están en las instituciones, en el partido oficialista, en los servicios y, sobre todo, en la inteligencia y el Ejército.
La esencia del leninismo es su creencia de que el poder debe ser ejercido siempre por una élite profesional preparada, dado que el pueblo no sabe lo que quiere y no está preparado para gobernar. El odio y el desprecio del leninismo a la democracia no es sino consecuencia de su creencia de que el pueblo toma decisiones estúpidas y no debe permitírsele que opine e influya.
Como es consciente de que muchas veces debe mantener el poder por la fuerza, los leninistas aman, sobre todo, al ejercito. En la antigua Rusia aprendieron bien la lección al asumir que la victoria de los bolcheviques no se debió a la revolución que acabó con el Zar, sino al Ejercito Rojo, que derrotó a los rusos blancos que se rebelaron contra el comunismo y, posteriormente, a los nazis invasores.
El leninismo es el padre de toda la izquierda moderna mundial e, incluso, de buena parte de los partidos de derecha, contaminados también del concepto leninista de élite gobernante que controla y domina a un pueblo estúpido y aborregado. El leninismo es, igualmente, el padre de inspirador de la partitocracia moderna y el principal culpable de que los partidos hayan dejado de ser democráticos para convertirse en dictaduras de las élites que ocupan las cúpulas.
El los centros pensantes de La Habana fue diseñado el Socialismo del Siglo XXI, una fe defendida y difundida por Hugo Chávez con la ayuda de sus petrodólares. Consiste en ganar el poder legalmente, en las urnas, y una vez dentro, reformar las normas y leyes para mantenerlo a toda costa, creando clientelismo, dependencia del Estado y utilizando, si fuera necesario, todos los recursos, trucos posibles y hasta la fuerza. Los cubanos sabían que Maduro era un mal candidato, un tipo de corta inteligencia que habla de pajaritos y que no ha heredado el poder de atracción popular que tenía Chávez, pero lo apoyaron porque era el candidato fiel capaz de mantener intactas las prerrogativas y ventajas del castrismo en la rica tierra venezolana.
Cuba depende del petróleo que Venezuela casi le regala para sobrevivir. Consciente de que la "Revolución" es incapaz de producir riqueza y que ni siquiera puede obtener los alimentos y la energía que su pueblo necesita, el poder cubano ha puesto su zarpa en Venezuela y no está dispuesto a perder esa pieza, vital para su economía.
Nunca nadie ha expulsado del poder al leninismo utilizando las urnas o el poder de las mayorías. En Hungría y Checoslovaquia, el pueblo estaba contra el comunismo leninista, pero los tanques rusos entraron en escena para impedirlo. Si la masa hambrienta y descontenta de cubanos se alzara contra el castrismo, el inmenso poder del régimen aplastaría la revuelta en un sólo día, incluso si la rebelión fuera mayoritaria.
En la antigua URSS, el poder comunista cayó casi milagrosamente, porque el desaliento, la corrupción, el fracaso económico y el rechazo popular alcanzaron un espantoso nivel de saturación, que desmoralizó a la cúpula del poder, afortunadamente ocupada en esos momentos por un dirigente como Mijaíl Gorbachov, que no era discípulo de Lenin. Si al frente del poder hubiera estado un leninista como Breznev, el comunismo, aunque arruinado, rechazado por su pueblo y renqueante, estaría todavía mandando en la URSS.
Cuba, cuyos dirigentes, con Fidel y Raul a la cabeza, son marxista-leninistas radicales, ha tenido tiempo suficiente para infiltrar el poder venezolano, una tarea compleja que le fue facilitada por Hugo Chávez, a quien la Historia, a pesar de sus méritos como dirigente popular, juzgará, probablemente, como un gran traidor a la patria. Los cubanos están en las instituciones, en el partido oficialista, en los servicios y, sobre todo, en la inteligencia y el Ejército.
La esencia del leninismo es su creencia de que el poder debe ser ejercido siempre por una élite profesional preparada, dado que el pueblo no sabe lo que quiere y no está preparado para gobernar. El odio y el desprecio del leninismo a la democracia no es sino consecuencia de su creencia de que el pueblo toma decisiones estúpidas y no debe permitírsele que opine e influya.
Como es consciente de que muchas veces debe mantener el poder por la fuerza, los leninistas aman, sobre todo, al ejercito. En la antigua Rusia aprendieron bien la lección al asumir que la victoria de los bolcheviques no se debió a la revolución que acabó con el Zar, sino al Ejercito Rojo, que derrotó a los rusos blancos que se rebelaron contra el comunismo y, posteriormente, a los nazis invasores.
El leninismo es el padre de toda la izquierda moderna mundial e, incluso, de buena parte de los partidos de derecha, contaminados también del concepto leninista de élite gobernante que controla y domina a un pueblo estúpido y aborregado. El leninismo es, igualmente, el padre de inspirador de la partitocracia moderna y el principal culpable de que los partidos hayan dejado de ser democráticos para convertirse en dictaduras de las élites que ocupan las cúpulas.
El los centros pensantes de La Habana fue diseñado el Socialismo del Siglo XXI, una fe defendida y difundida por Hugo Chávez con la ayuda de sus petrodólares. Consiste en ganar el poder legalmente, en las urnas, y una vez dentro, reformar las normas y leyes para mantenerlo a toda costa, creando clientelismo, dependencia del Estado y utilizando, si fuera necesario, todos los recursos, trucos posibles y hasta la fuerza. Los cubanos sabían que Maduro era un mal candidato, un tipo de corta inteligencia que habla de pajaritos y que no ha heredado el poder de atracción popular que tenía Chávez, pero lo apoyaron porque era el candidato fiel capaz de mantener intactas las prerrogativas y ventajas del castrismo en la rica tierra venezolana.
Cuba depende del petróleo que Venezuela casi le regala para sobrevivir. Consciente de que la "Revolución" es incapaz de producir riqueza y que ni siquiera puede obtener los alimentos y la energía que su pueblo necesita, el poder cubano ha puesto su zarpa en Venezuela y no está dispuesto a perder esa pieza, vital para su economía.