Los cuatro jinetes del Apocalipsis
Voto en Blanco tiene un pasado cargado de aciertos, casi profético. En 2004, cuando nadie hablaba del deterioro de la democracia española, de la plaga del mal gobierno y del enorme déficit ético de nuestra sociedad, Voto en Blanco convirtió esa ideas en la línea medular de su misión informativa y editorial. Hoy, cuatro años después, el déficit ético y democrático de nuestro país y su deficiente liderazgo son ya sentimientos compartidos por gran parte de la sociedad española.
Hablamos antes que nadie de las consecuencias gravísimas que traería para España el antiamericanismo de Zapatero, cuyos frutos negativos son hoy palpables; hablamos del aislamiento internacional de España cuando nadie nos creía y nos reímos de proyectos cargados de costoso y pomposo humo como la "Alianza de Civilizaciones". Antes de que lo hicieran los grandes medios, denunciamos la arrogancia del poder político, la corrosiva miseria del nacionalismo vasco y catalán, la degradación de los valores y la degeneración generalizada de la convivencia en España. Desde la primavera del 2004 venimos denunciando el vergonzoso sometimiento al poder de los grandes medios de comunicación y su alejamiento de la verdad. Por último, antes de que la actua crisis se mostrara como la más grave de la historia del capitalismo, afirmamos que más importante que rconducir el capitalismo era rediseñar la democracia, degradada y asesinada por la partitocracia. También vaticinamos que las inyecciones masivas de dinero y las declaraciones de los líderes mundiales, reunidos en deslumbrantes cónclaves de poder, no servirían de nada porque la crisis es de confianza y los políticos son hoy menos fiables que los banqueros y los brokers. Dijimos entonces que los políticos, que son los causantes del problema, no iban a aportar la solución. Afirmamos en su momento que las bolsas seguirían su ruta hacia el foso y que el verdadero problema que afecta al mundo ya no es financiero sino que afecta a la economía real y a la médula del sistema, incapaz de funcionar por falta de confianza y porque ya no existe respeto al liderazgo mundial, transformado en una pocilga.
La actual crisis sólo puede ser analizada razonablemente desde dos escenarios, ambos pesimistas. El menos dramático describe una crisis duradera y demoledora, pero permite pensar que las compresas y remiendos que se le están aplicando a la crisis conseguirán que el mundo, tras recibir una purga de caballo, recupere la senda del crecimiento y continue renqueante, arrastrando su cada vez más pesada carga de injusticia, violencia, desigualdad y déficit ético. Pero si apostamos por el escenario más dramático, los vaticinios son de una dureza extrema y su escenario se parece mucho a los tiempos finales de nuestro mundo, narrados en el Apocalipsis.
Analicemos algunos de los vaticinios que pueden hacerse desde el escenario pesimista. Les advierto que la lectura de los siguientes párrafos puede causar desasosiego y angustia:
Todo este proceso, parte del cual aparece simbólicamente anticipado en el Apocalipsis de San Juan, será rápido y, una vez concluído, el nuevo mundo que surja de la gran crisis será tan diferente al que conocemos como la noche del día.
Durante todo el proceso, el mundo correrá un gran riesgo de ser destruido, si estallara un conflicto nuclear entre pueblos desesperados, acosados por la pobreza y enfrentados por la envidia, la feroz competencia y las diferencias culturales y religiosas.
Hablamos antes que nadie de las consecuencias gravísimas que traería para España el antiamericanismo de Zapatero, cuyos frutos negativos son hoy palpables; hablamos del aislamiento internacional de España cuando nadie nos creía y nos reímos de proyectos cargados de costoso y pomposo humo como la "Alianza de Civilizaciones". Antes de que lo hicieran los grandes medios, denunciamos la arrogancia del poder político, la corrosiva miseria del nacionalismo vasco y catalán, la degradación de los valores y la degeneración generalizada de la convivencia en España. Desde la primavera del 2004 venimos denunciando el vergonzoso sometimiento al poder de los grandes medios de comunicación y su alejamiento de la verdad. Por último, antes de que la actua crisis se mostrara como la más grave de la historia del capitalismo, afirmamos que más importante que rconducir el capitalismo era rediseñar la democracia, degradada y asesinada por la partitocracia. También vaticinamos que las inyecciones masivas de dinero y las declaraciones de los líderes mundiales, reunidos en deslumbrantes cónclaves de poder, no servirían de nada porque la crisis es de confianza y los políticos son hoy menos fiables que los banqueros y los brokers. Dijimos entonces que los políticos, que son los causantes del problema, no iban a aportar la solución. Afirmamos en su momento que las bolsas seguirían su ruta hacia el foso y que el verdadero problema que afecta al mundo ya no es financiero sino que afecta a la economía real y a la médula del sistema, incapaz de funcionar por falta de confianza y porque ya no existe respeto al liderazgo mundial, transformado en una pocilga.
La actual crisis sólo puede ser analizada razonablemente desde dos escenarios, ambos pesimistas. El menos dramático describe una crisis duradera y demoledora, pero permite pensar que las compresas y remiendos que se le están aplicando a la crisis conseguirán que el mundo, tras recibir una purga de caballo, recupere la senda del crecimiento y continue renqueante, arrastrando su cada vez más pesada carga de injusticia, violencia, desigualdad y déficit ético. Pero si apostamos por el escenario más dramático, los vaticinios son de una dureza extrema y su escenario se parece mucho a los tiempos finales de nuestro mundo, narrados en el Apocalipsis.
Analicemos algunos de los vaticinios que pueden hacerse desde el escenario pesimista. Les advierto que la lectura de los siguientes párrafos puede causar desasosiego y angustia:
- La crisis económica, en su etapa más intensa y destructiva, durará muchos años, probablemente más de diez, y nadie sabe como terminará.
- A finales de 2009 tendremos en España casi cinco millones de parados y la cifra seguirá creciendo, lo que significa que en 2010 estarán paradas dos de cada cinco personas con edad de trabajar.
- La pobreza hará estragos en una sociedad acostumbrada a la opulencia y avivirá los conflictos y revueltas sociales, que convertirán las calles de nuestras ciudades y pueblos en territorios peligrosos.
- Mucha gente, atenazada por el miedo y la inseguridad, se encerrará en sus hogares y se armará para defenderse de la legión de los delincuentes dedicados al robo, al secuestro y al asesinato.
- El papel del Estado como instrumento generador de confianza y como garante de la seguridad y la convivencia se debilitará y pronto resultará evidente que el Estado, como está concebido hoy, será percibido no como parte de la solución sino como la médula del problema.
- Las deudas masivas que están contrayendo los gobiernos para evitar el colapso de la economía no podrán ser pagadas porque no habrá solvencia suficiente. La Humanidad tendrá que recurrir a un terrible "borrón y cuenta nueva" después de que hayan sido exprimidas y arruinadas las clases bajas y medias.
- Retornarán viejos sistemas ya olvidados, como la autarquía y los aranceles brutales, que pondrán freno a la globalización y al libre comercio. Las sociedades tenderán a fabricar ellas mismas lo que consuman y el comercio se basará más en el trueque que en el intercambio de un papel moneda que no será ya fiable.
- Ningún país se librará de la crisis, ni siquiera los que son capaces de producir barato y con calidad, porque las sociedades desarrolladas, que son las que comprar esos productos, dejarán de consumir masivamente.
- La insensatez de nuestros políticos nos llevará directamente hacia la ruina y la sociedad descubrirá con gran dolor que el pésimo liderazgo es la principal causa del desastre.
- Todas las medidas que están siendo adoptadas por los estados para combatir el caos y la crisis serán ineficaces porque los políticos no se atreverán a aplicar las dos únicas medicinas eficaces, que son el retorno al patrón oro o a cualquier otro sistema que relacione la moneda con la riqueza real, y la regeneración de la democracia y de la vida pública con enormes dosis de ética y protagonismo ciudadano.
- Los gobiernos, ante la inseguridad y la rebeldía de los ciudadanos, reaccionarán convirtiéndose en más autoritarios, intervencionistas y represores.
- La lucha ciudadana por eliminar la corrupción y regenerar la política se estrellará contra la resisitencia de los políticos y de sus aliados a perder su dominio, privilegios y sentido del derroche. La obtusa resistencia de los partidos políticos a reformarse provocará baños de sangre en numerosos países.
- La mayoría de la gente dejará de creer en la democracia y odiará a sus dirigentes. Como consecuencia, surgirán dictadores oportunistas que conducirán a sus pueblos hacia el desastre. Algunos de esos dictadores carniceros serán llamados "anticristos".
- La lucha entre ciudadanos y poder corrupto tiene un final incierto, pero cabe la posibilidad de que al final del tunel aparezca de nuevo la luz, hacia mediados del presente siglo XXI, cuando la sociedad, muy alejada de la actual prosperidad, renazca con una fuerte carga ética y ampliamente regenerada, casi completamente libre de parásitos y opresores.
- El miedo, convertido en el gran protagonista de la historia, será derrotado, aunque no definitivamente.
Todo este proceso, parte del cual aparece simbólicamente anticipado en el Apocalipsis de San Juan, será rápido y, una vez concluído, el nuevo mundo que surja de la gran crisis será tan diferente al que conocemos como la noche del día.
Durante todo el proceso, el mundo correrá un gran riesgo de ser destruido, si estallara un conflicto nuclear entre pueblos desesperados, acosados por la pobreza y enfrentados por la envidia, la feroz competencia y las diferencias culturales y religiosas.
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