Votad todos, irresponsables, votad, seguid votando.
¿Cuántas elecciones a Cortes llevamos en España desde la muerte de Franco?
Son ya bastantes, demasiadas. Cuánto tiempo más vais a seguir repitiendo que estamos mejor que antes. ¿En qué sentido mejor? Que hay más tecnología, quizá. ¿Qué más? Honor no hay, el orgullo malvive en cuatro personas vetadas, ignoradas y temidas por la sociedad; la decencia pasó a mejor vida; el paro se extiende sin remisión y no vamos a salir de ahí votando precisamente.
Para comprar una casa hay que endeudarse de por vida, eso si hay suerte y no les legamos la deuda a hijos o nietos. Los sueldos son exactamente los mismos que a finales de los años ochenta, cuando los productos costaban muchas veces menos.
La patria está dividida, con unas comunidades artificiales creadas a la medida de los traidores para repartirse toda la riqueza de España de aquel momento y del futuro hasta que todo, un día, reviente. Estos irresponsables que dirigen el país sin control de su poder y sin rendir cuentas jamás por sus fechorías, como no tienen suficiente, han tenido que avivar todos los odios a los que los españoles somos aficionados, y vivimos una especie de guerra civil sin disparos, pero guerra al fin y al cabo. Está ahí, a diario, en todos los periódicos, en todos los programas de televisión, en cada mitin del político de turno. ¿Por qué les escucháis? ¿A qué se debe que les sigáis poniendo en su poltrona de poder una y otra vez a través del voto? ¿Sois acaso masoquistas? ¿Jamás vais a tener suficiente? Es probable que sea demasiado tarde, pero alguna vez habrá que empezar a deslegitimar a estos vividores de un régimen de poder dictatorial disfrazado de democracia. Os han lavado el cerebro con la cantinela de la fiesta de la democracia, que es solo fiesta para unos pocos, los que rentabilizarán cada voto en euros, muchos euros.
Vosotros estáis fuera de esa fiesta, no os querrán después, una vez metida la papeleta. Podréis quejaros en el bar, protestarle al vecino en el ascensor, asquearos cuando encendáis el televisor, desesperaros en cuanto sintonicéis vuestra emisora habitual… Todo va a seguir igual, ellos van a seguir robando y hundiendo al país, pero con vuestra colaboración inestimable, con vuestros legitimadores votos, millones de ellos. No podréis quejaros luego. Y no nos digáis, eso nunca, que no nos quejemos nosotros, los que no participamos en el Gran Engaño, en el Gran Juego, en la Gran Mentira. No, no se os ocurra acusarnos de algo que es culpa del que colabora, del que vota, del que legitima todo esto, del que se corrompe moralmente al votar un régimen que apesta y que odia, pero aun así lo sigue manteniendo por miedo a no sabe qué. Yo sí sé a qué tenéis miedo. A la libertad, a ser libres de una maldita vez, a decidir vuestro futuro, a ser responsables y no dejar que sean otros (siempre los peores) los que manejen vuestra vida.
Si conseguimos que la libertad política llegue a España, votaremos con libertad, ahí sí elegiremos al fin. No os preocupéis si sois tan aficionados a meter papeletas en urnas, lo haréis también. Pero antes hay que limpiar esta casa, poner orden y darnos unas reglas de juego justas, para todos igual, sin una sola excepción, decidiendo qué forma de estado queremos y qué forma de gobierno.
Salvador
¿Cuántas elecciones a Cortes llevamos en España desde la muerte de Franco?
Son ya bastantes, demasiadas. Cuánto tiempo más vais a seguir repitiendo que estamos mejor que antes. ¿En qué sentido mejor? Que hay más tecnología, quizá. ¿Qué más? Honor no hay, el orgullo malvive en cuatro personas vetadas, ignoradas y temidas por la sociedad; la decencia pasó a mejor vida; el paro se extiende sin remisión y no vamos a salir de ahí votando precisamente.
Para comprar una casa hay que endeudarse de por vida, eso si hay suerte y no les legamos la deuda a hijos o nietos. Los sueldos son exactamente los mismos que a finales de los años ochenta, cuando los productos costaban muchas veces menos.
La patria está dividida, con unas comunidades artificiales creadas a la medida de los traidores para repartirse toda la riqueza de España de aquel momento y del futuro hasta que todo, un día, reviente. Estos irresponsables que dirigen el país sin control de su poder y sin rendir cuentas jamás por sus fechorías, como no tienen suficiente, han tenido que avivar todos los odios a los que los españoles somos aficionados, y vivimos una especie de guerra civil sin disparos, pero guerra al fin y al cabo. Está ahí, a diario, en todos los periódicos, en todos los programas de televisión, en cada mitin del político de turno. ¿Por qué les escucháis? ¿A qué se debe que les sigáis poniendo en su poltrona de poder una y otra vez a través del voto? ¿Sois acaso masoquistas? ¿Jamás vais a tener suficiente? Es probable que sea demasiado tarde, pero alguna vez habrá que empezar a deslegitimar a estos vividores de un régimen de poder dictatorial disfrazado de democracia. Os han lavado el cerebro con la cantinela de la fiesta de la democracia, que es solo fiesta para unos pocos, los que rentabilizarán cada voto en euros, muchos euros.
Vosotros estáis fuera de esa fiesta, no os querrán después, una vez metida la papeleta. Podréis quejaros en el bar, protestarle al vecino en el ascensor, asquearos cuando encendáis el televisor, desesperaros en cuanto sintonicéis vuestra emisora habitual… Todo va a seguir igual, ellos van a seguir robando y hundiendo al país, pero con vuestra colaboración inestimable, con vuestros legitimadores votos, millones de ellos. No podréis quejaros luego. Y no nos digáis, eso nunca, que no nos quejemos nosotros, los que no participamos en el Gran Engaño, en el Gran Juego, en la Gran Mentira. No, no se os ocurra acusarnos de algo que es culpa del que colabora, del que vota, del que legitima todo esto, del que se corrompe moralmente al votar un régimen que apesta y que odia, pero aun así lo sigue manteniendo por miedo a no sabe qué. Yo sí sé a qué tenéis miedo. A la libertad, a ser libres de una maldita vez, a decidir vuestro futuro, a ser responsables y no dejar que sean otros (siempre los peores) los que manejen vuestra vida.
Si conseguimos que la libertad política llegue a España, votaremos con libertad, ahí sí elegiremos al fin. No os preocupéis si sois tan aficionados a meter papeletas en urnas, lo haréis también. Pero antes hay que limpiar esta casa, poner orden y darnos unas reglas de juego justas, para todos igual, sin una sola excepción, decidiendo qué forma de estado queremos y qué forma de gobierno.
Salvador