Colaboraciones

VALORES HUMANOS Y CÍVICOS





No se debe ni se puede vivir descuidado del entorno y ajeno a la sociedad. San Pablo invita a los filipenses, mediante sus exhortaciones éticas, a vivir la alegría y la paz: «Considerad cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, amable, laudable, de virtuoso; y practicad lo que habéis aprendido y recibido, lo que habéis oído y visto en mí; y el Dios de la paz estará con vosotros» (Flp 4,8-9). El cristiano ha de apreciar y aceptar sin recelo, cuanto de bueno hay en el mundo; mantenerse siempre abierto a todos los valores que, sin ser específicamente suyos, son, sin embargo, auténticos; y ejercer en todo la bondad, la justicia y el derecho.

Evidentemente, un creyente de verdad no se puede comprender sin un actuar consecuente. El obrar está en la raíz, brota espontáneo del propio ser, aunque la conducta humana se ve afectada en mucho por las circunstancias concretas de cada uno, y, en última instancia, depende de la propia conciencia. En efecto, muchos cristianos piensan que la moral cristiana es "otra cosa", una moral alejada de la vida; las cosas ordinarias, las realidades diarias, las tareas e implicaciones sociales o personales quedan fuera de su fe. De hecho, muchos creen que las obligaciones de las leyes de tráfico, en que se juega con la vida, son una cuestión civil, pero no moral frente a Dios; o que el defraudar a Hacienda no tiene que ver, para ellos, con la moral cristiana; de modo, que la corrupción administrativa y jurídica, el tráfico de influencias, las injusticias en los procedimientos administrativos y legales están también, lamentablemente, protagonizados por cristianos que viven en esas irregularidades, con la conciencia tranquila, porque para ellos la moral cristiana es "otra cosa". Para muchos otros cristianos, las relaciones laborales, los compromisos políticos, el paro, el hambre en el mundo, el subdesarrollo, el compartir en absoluto sus bienes, el esfuerzo de evangelización... son cuestiones irrelevantes desde el punto de vista moral, porque la moral cristiana se refiere, efectivamente, a "otras cosas".

El cristianismo no implanta una moral propia haciendo tabla rasa del sentido común y de la conciencia ética natural. Cierto que tiene aspectos propios, inéditos, peculiares, que dan una lozana perspectiva a todo el conjunto. Pero no queda reducida a ser "otra cosa". Hay que redescubrir la moral cristiana, ampliarla a sus verdaderas dimensiones humanas y cristianas. Cuando se valore esto en su justa medida, cuando se practiquen los valores humanos y cívicos en consonancia con la Palabra del Maestro, cuando se cambie de mentalidad y se viva de veras el Evangelio, se será verdadero cristiano y ese día ganará el prestigio perdido la moral cristiana. Esto es urgente, el cristiano hoy no atrae, está en desuso.

El creyente debe caracterizarse por una gran humanidad; por mejorar lo que pueda en la vida del hombre; y por hacer al hombre más hombre. Ha de ser un apasionado de todo lo humano, y ello por exigencias de la fe. El Dios de Jesús pasa por el hombre Jesús.



C. V. Mudarra


   
Lunes, 6 de Octubre 2008
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