El texto enviado comienza con un "Va por ti, amigo mio" y sigue así:
En los antiguos anales de España, resonaban los ecos de una nación poderosa, forjada en la espada y la gloria de sus conquistas. Sus ciudades eran fortalezas imponentes, sus líderes eran hombres y mujeres libres cuyos nombres perduraban en la memoria colectiva como leyendas vivientes. Sin embargo, el paso de los siglos trajo consigo decadencia y cambios indeseados.
En los salones del poder, donde antes resonaban discursos de grandeza y decisiones que moldeaban destinos, ahora se escuchaban susurros de intriga y ambiciones personales. Un nuevo modelo de gobierno a surgido, no impulsado por la grandeza de la nación, sino por el deseo de perpetuarse a si mismo en el poder a cualquier costo.
Las antiguas glorias se desvanecen lentamente mientras los líderes modernos sesgan y venden pedazos de la patria al mejor postor. Los tesoros que una vez enriquecieron las arcas del país ahora se dilapidan en oscuros acuerdos y corruptelas, enriqueciendo a unos pocos a expensas un pueblo indiferente y conformista. Las murallas que protegían las fronteras se debilitaban, no por el asedio de enemigos externos, sino por la traición interna que carcome hasta las entrañas los cimientos de la nación.
Entre la gente común, los pocos susurros de descontento solo son murmullos de indignación recordando los días de gloria y bonanza, cuando España era sinónimo de grandeza y honor. Pero ahora, asisten con impuesta indiferencia a cómo su tierra natal se desvanece lentamente en las manos de aquellos que juraron protegerla.
Sin embargo, entre las sombras de la decadencia, aún brilla una chispa de esperanza. Unos pocos valientes se alzaban para recordarle al mundo el verdadero valor de España, para luchar por restaurar la grandeza perdida y expulsar a aquellos que la han traicionado por sus egoístas intereses .
Y así, en la encrucijada entre el pasado glorioso y un presente corrupto, España aguarda paciente y sumisa, con la esperanza de que algún día el brillo de su grandeza pueda ser restaurado, no por sus despreciables políticos , sino por el sacrificio y la dedicación de aquellos que aún creen de corazón en su potencial inquebrantable.
Juan Carlos Valverde
En los antiguos anales de España, resonaban los ecos de una nación poderosa, forjada en la espada y la gloria de sus conquistas. Sus ciudades eran fortalezas imponentes, sus líderes eran hombres y mujeres libres cuyos nombres perduraban en la memoria colectiva como leyendas vivientes. Sin embargo, el paso de los siglos trajo consigo decadencia y cambios indeseados.
En los salones del poder, donde antes resonaban discursos de grandeza y decisiones que moldeaban destinos, ahora se escuchaban susurros de intriga y ambiciones personales. Un nuevo modelo de gobierno a surgido, no impulsado por la grandeza de la nación, sino por el deseo de perpetuarse a si mismo en el poder a cualquier costo.
Las antiguas glorias se desvanecen lentamente mientras los líderes modernos sesgan y venden pedazos de la patria al mejor postor. Los tesoros que una vez enriquecieron las arcas del país ahora se dilapidan en oscuros acuerdos y corruptelas, enriqueciendo a unos pocos a expensas un pueblo indiferente y conformista. Las murallas que protegían las fronteras se debilitaban, no por el asedio de enemigos externos, sino por la traición interna que carcome hasta las entrañas los cimientos de la nación.
Entre la gente común, los pocos susurros de descontento solo son murmullos de indignación recordando los días de gloria y bonanza, cuando España era sinónimo de grandeza y honor. Pero ahora, asisten con impuesta indiferencia a cómo su tierra natal se desvanece lentamente en las manos de aquellos que juraron protegerla.
Sin embargo, entre las sombras de la decadencia, aún brilla una chispa de esperanza. Unos pocos valientes se alzaban para recordarle al mundo el verdadero valor de España, para luchar por restaurar la grandeza perdida y expulsar a aquellos que la han traicionado por sus egoístas intereses .
Y así, en la encrucijada entre el pasado glorioso y un presente corrupto, España aguarda paciente y sumisa, con la esperanza de que algún día el brillo de su grandeza pueda ser restaurado, no por sus despreciables políticos , sino por el sacrificio y la dedicación de aquellos que aún creen de corazón en su potencial inquebrantable.
Juan Carlos Valverde