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Una segunda Transición en España



Ayer, 10 de enero de 2024, fue, probablemente, el día más indecente y vergonzoso de la política española desde que murió Franco.

Pedro Sánchez otorgó a Cataluña concesiones que rompen la igualdad entre españoles, la justicia y la vigencia de la Constitución. Fue una sucia puñalada a la democracia.

La convicción de que España no puede seguir así se ha afincado ya en la conciencia de la mayoría de los ciudadanos, que reclaman un cambio profundo, sin que la clase política les haga caso.

Hace casi medio siglo España protagonizó una transición para abandonar una dictadura; ahora necesita otra para abandonar la letrina que los políticos nos han construido.

Las corrupciones y traiciones de Pedro Sánchez y la transformación del PSOE en una turba sin nobleza, ajena a la democracia y ansiosa de botín son la principal prueba de que la primera transición se ha asfixiado en un lago de excrementos y que España necesita con urgencia una segunda transformación.

En la primera, España transitó de la dictadura de Franco a la partitocracia y en la segunda tendrá que transitar desde la podredumbre a la decencia, desde la política degenerada a la verdadera democracia.

Ni la izquierda ni la derecha dan la talla y han fracasado. Los dos grandes partidos tienen la mochila tan cargada de suciedades, errores y traiciones que ya no pueden avanzar ni gobernar con dignidad. Ninguno de los dos grandes partidos políticos sirven al pueblo, ni saben gobernar un país que no para de empobrecerse y deteriorarse.
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La primera Transición fue tutelada por Estados Unidos. La segunda tendremos que hacerla nosotros solos
La primera transición se basó en la concordia, el perdón, la unidad y el respeto a una Constitución común y aceptada en referendo. La segunda tendrá que basarse en una limpieza a fondo de un sistema político que se ha convertido en una cloaca sin valores, sin respeto al ciudadano, sin personas decentes en el poder y sin un gramo de grandeza.

La situación es tan grave que el país más que una limpieza a fondo necesita un raspado y un baño de ácido que acabe con la podredumbre incrustada en un sistema que no funciona porque ha permitido que los peores, los más inmorales e indecentes, se apoderen del Estado y estén destruyendo la nación desde sus entrañas.

Sánchez es la cúspide de la podredumbre y la perversión del sistema. Es un tipo tan carente de principios y valores, tan ambicioso y tan cruel que es capaz de demoler nuestras columnas básicas, de subastar nuestra patria común y de entregarla a un prófugo de la Justicia, sólo porque él necesita sus votos para seguir en el poder.

Un sistema que encumbra a la porquería y hace líderes a los sátrapas y corruptos no es un sistema sino una letrina. La mayoría de los españoles son ya conscientes de que los políticos han traicionado al pueblo por haberles construido una pocilga en lugar de un país decente y democrático.

La vieja derecha española, comandada ahora por Feijóo, está ofreciendo un espectáculo de tristeza infinita e impotencia desesperante. Incapaz de impedir la destrucción del país, sólo sabe lamentarse y denunciar, pero sin la carga de razón que aporta la propia limpieza porque su mochila también esta llena de suciedad y podredumbre. La vieja derecha del PP no ha llegado tan lejos como el socialismo, pero ha pactado también con los diablos catalanes y vascos para gobernar, ha mentido, engañado y estafado, ha agrandado el Estado hasta hacerlo insostenible y ha guillotinado todo atisbo de grandeza y democracia real que brotaba en España.

La Segunda Transición que España necesita como el comer tiene que refundar o eliminar esos partidos corrompidos hasta el tuétano, carentes de la generosidad y los valores necesarios para gobernar en democracia.

También tiene que dedicarse a reconstruir las estructuras podridas y dotar a España de instituciones que sirvan como defensa ante los bandoleros que pretendan instalarse en el poder. Pero, sobre todo, tendrá que garantizar que ningún tipejo inmoral y sin escrúpulos se instala en la presidencia del gobierno y que los altos cargos del Estado sean ocupados por personas dignas y decentes, honradas, aliadas con la ciudadanía y con la democracia, no por palmeros reclutados en base a su obediencia, sumisión y falta de principios.

Francisco Rubiales
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Jueves, 11 de Enero 2024
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