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Una política nauseabunda que ha desquiciado el mundo



La política que nos han impuesto los dictadores encubiertos y los sátrapas travestidos que dominan nuestras democracia es tan nauseabunda que ya no puede soportarse. Esa política injusta y sin ciudadanos, hecha a la medida de los poderosos, es la que ha creado un mundo desigual, brutal y tan desquiciado que ha dado a luz grupos de asesinos locos como los del Estado ïslámico, que decapitan y queman vivas a sus víctimas y que destruyen los monumentos milenarios que la Humanidad consideraba sus mejores tesoros.
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Nuestro mundo está tan deteriorado y desquiciado que cada día son mas los que queremos cambiarlo porque ya no soportamos el hedor que despide.

Nuestro mundo, teóricamente gobernado por la democracia, un sistema que ha sido considerado como un gran avance en igualdad y justicia, se esta convirtiendo en uno de los peores que han construido los humanos. Los partidos políticos, que son los grandes protagonistas de la Historia del poder desde el siglo XIX, son los culpables de que el mundo que ellos han liderado sea el mas injusto, violento, asesino y cruel en muchos cientos de años. Tan solo durante el siglo XX, mas de cien millones de ciudadanos fueron asesinados por sus gobernantes, no en los campos de batalla, sino en la retaguardia, masacrados por dictadores locos y por sátrapas inmorales que aplastaron la viuda humana a martillazos.

Ese modelo de mundo que cada día mas ciudadanos deseamos cambiar es el que ha hecho posible que los 80 mas ricos del planeta tengan la misma riqueza que los 3.500 millones mas pobres o que en países como España, los veinte mas ricos tengan idéntica riqueza que los diez millones de españoles mas pobres.

Seguir soportando en el poder a tipos como Maduro, los hermanos Castro e incluso otros que se autodenominan "demócratas", como Rajoy, Zapatero, Obama, Hollande, Merkel otros muchos líderes, todos ellos deficitarios en ética, decencia y democracia, es una locura suicida para una humanidad tan herida y postrada por el abuso, la crueldad y la corrupción que necesita urgentemente regenerarse y rearmarse con altas dosis de ética y decencia.

Cambiar el modelo de democracia vigente, que ya no es democracia sino una depravada y sucia oligocracia donde los partidos políticos y sus dirigentes ejercen como dictadores, mienten, engañan, abusan y hacen infelices a sus pueblos, es ya una cuestión de vida o muerte para la Humanidad.

Los políticos son los únicos seres humanos que no rinden cuentas jamás ante sus jefes, que son los ciudadanos, y que nunca responden ni sufren castigo alguno por sus errores, injusticias y estragos que causan. Los ciudadanos están tan humillados y sometidos por sus políticos que ni siquiera pueden destituirlos cuando se descubre que son corruptos y desalmados.

Ahí está el caso de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a quién millones de brasileños enfurecidos exigieron la dimisión sin éxito y tuvieron que destituirla porque el hedor de la corrupción del gobierno ha hecho irrespirable el clima político brasileño.

Pero hay miles de casos en el mundo similares a los de la presidenta brasileña, sin que prácticamente ninguno de ellos se salde con la dimisión y la cárcel para los que han utilizado su puesto público para enriquecerse o para aplastar la ética y la decencia. Los políticos son los grandes opresores de la nuestro tiempo y nos lo están demostrando cada día con un descaro indescriptible.

Pero los ciudadanos han decidido decir "Basta" a ese océano político de suciedad y abuso antidemocrático y la gente se está organizando para imponer una democracia distinta a la que estos miserables han construido contra la voluntad ciudadana, una democracia donde los cargos sean revocables, donde los gobiernos se sometan a la opinión pública, donde los ladrones y delincuentes incrustados en el Estado sean castigados y no abandonen la carcel mientras no devuelvan el botín, donde el ciudadano y la ética ocupen la cúspide del sistema, donde los representantes elegidos en las urnas respondan ante la ciudadanía, no ante sus partidos, donde las formaciones políticas sean vigiladas y controladas para que su poder no se desboque, donde no existan las insoportables y letales dosis de arbitrariedad, rapiña, estafa, mentira y corrupción que hoy dominan los palacios y los parlamentos en países que se declaran demcoracias.

La gente, en todos los países, tiene que darse cuenta que los ciudadanos estamos librando una batalla crucial contra nuestro peor enemigo, que es la clase política desentrañada y sin moral que se ha atrincherado en el Estado para, desde allí, abusar, robar, engañar, dividir y hacer infelices a sus congéneres.

Y la única forma de ganar esta batalla es entender que solo hay dos bandos en este mundo: el de los que quieren que todo siga podrido y el de los que quieren cambiar el mundo para mejorarlo.

Yo, como la inmensa mayoría de los que leerán este artículo, militamos, desde luego, en el noble bando rebelde del cambio.

Que cada cual luche como pueda, con su voto, con argumentos, manifestándose o propagando las ideas de limpieza y regeneracion, pero que no deje de luchar contra el abuso y la corrupción porque esa resistencia frente al poder indigno e injusto es lo único que nos ennoblece y dignifica ante la Historia y ante nuestra propia estima.

Francisco Rubiales

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Domingo, 5 de Junio 2016
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