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Una parte importante de la juventud española es decepcionante, irresponsable y peligrosa



Entre el Estado y nosotros, padres y abuelos de hoy, hemos criado una juventud irresponsable, hedonista, reñida con el esfuerzo, más adicta al subsidio que al trabajo e incapaz de ser rigurosa y disciplinada. No toda la juventud española es un fracaso, pero sí lo es una parte importante de la misma, quizás la mayoría. Esa juventud es la que está realizando dos fechorías de gran calado que marcarán el destino de España y que tal vez la hundan en la pobreza: por una parte sostiene con sus votos el comunismo y el socialismo radical y antidemocrático que hoy está gobernando, y por otra está resucitando, con su indisciplina, botellones y falta de responsabilidad, al coronavirus, al que teníamos casi doblegado gracias al gran esfuerzo colectivo del confinamiento brutal y a la casi total parálisis de la economía.
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Botellones y fiestas sin mascarillas, la nueva normalidad de los jóvenes descerebrados españoles
El Estado y las familias, junto con esos jóvenes inmaduros y escasos de valores, son los culpables del desastre. El Estado, en manos de partidos políticos corruptos y plagados de mediocres y ladrones, ha procurado, desde hace décadas, embrutecer a las nuevas generaciones, privarlas de la capacidad de pensar y aborregarlas mediante un inmoral y sucio adoctrinamiento televisivo, al mismo tiempo que llenaba las escuelas, institutos y universidades de comisarios políticos que imponían una formación sin esfuerzo, la perdida de autoridad de los maestros y profesores y un ambiente que toleraba todos los excesos y que aprobaba a los alumnos sin exigirles demasiado. El objetivo bastardo y miserable de los gobiernos españoles ha sido criar borregos fáciles de dominar desde el poder, no a ciudadanos responsables capaces de pensar en libertad y de ser exigentes con el poder.

Las familias, por su parte, han colaborado eficientemente en ese profundo deterioro moral y educativos de las nuevas generaciones, a las que se ha mimado en exceso y no se les ha sabido inculcar y transmitir valores tan sólidos como la responsabilidad, el esfuerzo, la lealtad, el respeto y la libertad democrática, entendida como convivencia en paz y cooperación.

Esos jóvenes son los que llegaban a casa en la madrugada, en silencio, para sus padres no descubrieran que venían borrachos y cargados de drogas. Los padres colaboraban en ese deterioro, llenos de cobardía y sin enfrentarse a sus hijos, permitiendo que millones de jóvenes vivieran la noche y la madrugada en un ambiente libertino y descontrolado, en el que el alcohol, la droga y el sexo fácil tenían demasiado protagonismo.

El resultado de esa gran conspiración de políticos miserables y padres cobardes y permisivos ha sido letal. Generaciones de jóvenes que poseen títulos universitarios y oficios demasiado fáciles de conseguir, teóricamente preparados para competir en la vida, pero realmente llenos de deficiencias y carencias que los convirtieron en un ejercito de ineptos, inútiles y viciosos, preparados sobre todo para ser esclavos.

Muchos de esos jóvenes son expertos en botellones y trifulcas, los que reparten hamburguesas y hacen de camareros por toda Europa, muchos de ellos con títulos universitarios en el bolsillo, los que sueñan con ser funcionarios mejor que emprendedores, los que huyen del trabajo competitivo y los que en estos días están resucitando el coronavirus porque son incapaces de usar mascarillas, de guardar la distancia de seguridad y de cuidar a la sociedad de una pandemia que, por culpa de sus carencias y escaso valor cívico, vuelve a infectar a España, paralizando de nuevo la economía y conduciendo al país hacia la ruina y la muerte en masa.

Las generaciones de padres y abuelos de hoy se sienten orgullosas de haber protagonizado el despegue económico y la modernización de España, dentro de un sistema de libertades y derechos al que llamamos "democracia", pero también tenemos una cuota elevada de culpa por haber consentido y colaborado en la formación de multitudes de jóvenes capados y deficientes para la modernidad, fracasados en potencia, con escasa capacidad para ser libres, social y políticamente irresponsables, adictos a los sunsidios y ayudas del Estado y culpables de votar en las urnas a políticos tiranos y esclavizadores profesionales que nos conducen hacia la ruina y el fracaso como nación.

Francisco Rubiales


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Lunes, 20 de Julio 2020
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