Franco preside un desfile
Los desfiles militares son anacrónicos y, según algunos izquierdistas extremistas, deberían ser suprimidos también porque así lo demanda la nueva Ley de la Memoria Histórica. Proponemos a Zapatero, gratis, una idea para que innove sin causar más daño, con la que podría ganar las próximas elecciones: que sustituya los actuales desfiles militares de la fiesta nacional de España por desfiles civiles, más "progres" y democráticos.
En esos desfiles deberíamos mostrar con orgullo lo mejor de la nación. El protagonismo no sería de las armas sino de los ciudadanos ejemplares. El desfile podría convertirse así en una magistral y eficiente lección de "Educación para la Ciudadanía".
En primer lugar deberían desfilar nuestros profesores y maestros, sufrida casta desautorizada e irrespetada en las escuelas, universidades e institutos, a pesar de que retroalimentan la inteligencia, que es el bien más preciado de los pueblos. En segundo lugar deberían desfilar los alumnos destacados, aquellos que estudian, aprueban y no insultan y pegan a los compañeros y profesores. El tercer batallón sería el de los deportistas más laureados, seguido del de los médicos más competentes, de los pocos periodistas libres y al servicio de la verdad que quedan y de los funcionarios cumplidores y eficientes.
Detrás de los funcionarios irían los científicos, los ingenieros, los abogados, los arquitectos, los escritores, los filósofos, los inventores, algunos militares heroicos y representantes de todos los profesionales destacados de la sociedad.
Toda la comitiva cívica estaría encabezada por aquellos que hayan recibido el premio Nobel o, en su defecto, el Príncipe de Asturias.
Los únicos que no deberían desfilar son los presos, los mafiosos, los maltratadores, los ladrones, los proxenetas y chivatos que salen en los programas rosa de la tele, los terroristas, los nacionalistas ansiosos de destruir el Estado, ni los políticos...
Pensándolo bien, quizás algunos políticos de demostrada moralidad y eficiencia podrían desfilar incrustados en el tropel de los funcionarios, pero muy pocos.
Sería un desfile estupendo, cívico y ejemplarizante, propio de una sociedad democrática que, por desgracia, no existe.
En esos desfiles deberíamos mostrar con orgullo lo mejor de la nación. El protagonismo no sería de las armas sino de los ciudadanos ejemplares. El desfile podría convertirse así en una magistral y eficiente lección de "Educación para la Ciudadanía".
En primer lugar deberían desfilar nuestros profesores y maestros, sufrida casta desautorizada e irrespetada en las escuelas, universidades e institutos, a pesar de que retroalimentan la inteligencia, que es el bien más preciado de los pueblos. En segundo lugar deberían desfilar los alumnos destacados, aquellos que estudian, aprueban y no insultan y pegan a los compañeros y profesores. El tercer batallón sería el de los deportistas más laureados, seguido del de los médicos más competentes, de los pocos periodistas libres y al servicio de la verdad que quedan y de los funcionarios cumplidores y eficientes.
Detrás de los funcionarios irían los científicos, los ingenieros, los abogados, los arquitectos, los escritores, los filósofos, los inventores, algunos militares heroicos y representantes de todos los profesionales destacados de la sociedad.
Toda la comitiva cívica estaría encabezada por aquellos que hayan recibido el premio Nobel o, en su defecto, el Príncipe de Asturias.
Los únicos que no deberían desfilar son los presos, los mafiosos, los maltratadores, los ladrones, los proxenetas y chivatos que salen en los programas rosa de la tele, los terroristas, los nacionalistas ansiosos de destruir el Estado, ni los políticos...
Pensándolo bien, quizás algunos políticos de demostrada moralidad y eficiencia podrían desfilar incrustados en el tropel de los funcionarios, pero muy pocos.
Sería un desfile estupendo, cívico y ejemplarizante, propio de una sociedad democrática que, por desgracia, no existe.