No hace mucho, uno de los nuevos partidos políticos nacidos a la sombra del descontento generalizado que reina en España, se acercó a mi para pedirme consejo e ideas para configurar su sistema de comunicación política. Cuando les dije que debían renunciar a la mentira y a la obsesión por la victoria y adaptarse a las reglas de la democracia, que son el imperio de la verdad y la transparencia y limpieza absolutas, se retiraron discretamente y nunca mas volvieron a preguntar. Ellos, al igual que el PP, el PSOE, IU y otras formaciones de poder, entienden la comunicación política como una herramienta para ganar votos, engañar, ocultar las miserias, controlar a los medios de comunicación y facilitar el dominio y la victoria electoral.
Como en realidad no son demócratas, los políticos españoles, mas que comunicadores democráticos buscan estrategas del engaño, magos, brujos y embaucadores profesionales. Los pobres no saben que por ese camino sólo encontrarán decepciones y derrotas, sobre todo en estos tiempos, cuando los ciudadanos, cansados de trucos, mentiras, engaños, traiciones y abusos de poder, buscan democracia y limpieza en los partidos políticos y desprecian las estrategias viejas basadas en la oscuridad y la manipulación.
No hace mucho asistí en Madrid a una reunión de comunicadores expertos en marketing político para discutir sobre "Estrategias de Comunicación Política". La mayoría de los presentes teníamos experiencia dilatada en comunicación política y había diseñado y dirigido campañas. Salí tan frustrado de aquel encuentro que he decidido contar mis impresiones para diluir, en lo posible, la frustración profesional y científica que me produjo aquella cita.
A los diez minutos de empezar el debate descubrí que aquello era una reunión de mentirosos que discutían sobre la manera más eficaz de mentir. Todos otorgaban a las estrategias más importancia que a la verdad y a la naturaleza del mensaje, más valor al político y a sus intereses que a los intereses de los ciudadanos y de la nación, un planteamiento perverso con el que no solo estoy en desacuerdo sino que estoy convencido que, aunque obtenga algunos éxitos en el corto plazo, a la larga conduce al desprestigio y la derrota.
Hablaron de utilizar los recursos de la comunicación para "ganar adeptos", conseguir titulares en los medios y desacreditar y destrozar los planteamientos del adversario. Llegaron a afirmar que la verdad importa poco y que lo importante es que el mensaje sea atractivo y cale. Se extendieron en analizar la mejor forma de utilizar el ventilador para esparcir inmundicias y mentiras, en cómo confundir a la audiencia y de que forma ocultar las propias debilidades y carencias, explotando las del contrario.
Aquello me parecía un auténtico disparate. Les dije que las estrategias eran importantes, pero que mucho más importantes eran los mensajes. Les expliqué que la única manera de ser democratas comunicando es respetar la verdad e informar correctamente a los ciudadanos para que éstos adopten las decisiones que crean conveniente. Les cité como ejemplo las primeras elecciones que ganó Obama, que obtuvo la victoria porque los americanos pensaban que las mentiras del poder (con Georges W. Bush), se habían hecho inmorales y habían llegado demasiado lejos, loque les empujó a desear con todas sus fuerzas un retorno a la ética y a la decencia y a los valores, un anhelo que Obama supo encarnar a la perfección.
Les aseguré que los españoles, todavía mas que los americanos despues del "reinado" de Bush, estaban deseosos hoy de verdad, decencia, autenticidad y valores.
Algunos valoraron el enfoque pero la mayoría dijo que esas consideraciones eran tonterías y que lo importante en comunicación política es la victoria. Dijeron que el candidato "es un producto que hay que vender" y que las técnicas de venta son casi idénticas a las que se utilizan para imponer un detergente en el mercado.
La reunión se tornó farragosa y yo me sentía cada vez más frustrado y alejado del núcleo. Me marché pronto, dos horas y diez minutos después de que comenzara, con el sentimiento de que la contaminación de la política española había llegado también hasta los consultores de comunicación y los había convertidos en lo que sus clientes, los políticos, deseaban: sagaces expertos en mentiras y engaños.
La realidad confirma esa conclusión porque si analizamos las campañas que están desarrollando los dos grandes partidos políticos españoles, descubrimos que ninguna de ella está lanzando los mensajes que los españoles quieren y necesitan escuchar. Los ciudadanos, cuando España está en crisis, tiene a cinco millones de parados en sus calles y plazas, ha perdido la confianza en los políticos y avanza hacia la ruina y el fracaso, quieren escuchar promesas creíbles de cambio profundo, honradez, austeridad, limpieza, democracia auténtica, separación de poderes y castigo implacable a los miles de políticos sinvergüenzas y corruptos que han infectado la política española.
Comprendo que este planteamiento es demasiado comprometido y decente para que puedan asumirlo y emitirlo el PP y el PSOE, partidos cuya fe en la democracia auténtica es prácticamente nula y transformados ambos en organizaciones de poder, verticales, autoritarias, sin democracia interna, dominadas por la sumisión al líder, incapaces de afrontar el debate libre y convertidas en enormes y poderosas fábricas de privilegios y de dirigentes mediocres, sin preparación alguna para gestionar una democracia de hombres y mujeres libres y responsables.
Pero lo que no entiendo es que las nuevas formaciones que nacen para satisfacer la demanda sincera de regeneración creciente en la frustrada sociedad española sigan buscando esa comunicación mafiosa, truculenta y mentirosa que olvida de la verdad y solo busca la manipulación, el engaño y el éxito a costa de lo que sea.
Parece lógico que ninguno de los dos partidos, atiborrados de poder y podridos por la corrupción, se niegue a hablar de regeneración, ni emita condenas profundas del podrido sistema, ni propósito de reforzar la independencia de la Justicia, ni cambios en la ley Electoral, ni promesa de abandonar los pactos contra natura con los nacionalismos cargados de odio a España, ni un gramo de rectitud y firmeza frente a la corrupción.
Pero es ilógico y decepcionante que los aparentemente nuevos partidos adopten una comunicación diseñada mas a la medida de Al Capone que de la verdadera democracia, basada en la verdad y la transparencia.
Como en realidad no son demócratas, los políticos españoles, mas que comunicadores democráticos buscan estrategas del engaño, magos, brujos y embaucadores profesionales. Los pobres no saben que por ese camino sólo encontrarán decepciones y derrotas, sobre todo en estos tiempos, cuando los ciudadanos, cansados de trucos, mentiras, engaños, traiciones y abusos de poder, buscan democracia y limpieza en los partidos políticos y desprecian las estrategias viejas basadas en la oscuridad y la manipulación.
No hace mucho asistí en Madrid a una reunión de comunicadores expertos en marketing político para discutir sobre "Estrategias de Comunicación Política". La mayoría de los presentes teníamos experiencia dilatada en comunicación política y había diseñado y dirigido campañas. Salí tan frustrado de aquel encuentro que he decidido contar mis impresiones para diluir, en lo posible, la frustración profesional y científica que me produjo aquella cita.
A los diez minutos de empezar el debate descubrí que aquello era una reunión de mentirosos que discutían sobre la manera más eficaz de mentir. Todos otorgaban a las estrategias más importancia que a la verdad y a la naturaleza del mensaje, más valor al político y a sus intereses que a los intereses de los ciudadanos y de la nación, un planteamiento perverso con el que no solo estoy en desacuerdo sino que estoy convencido que, aunque obtenga algunos éxitos en el corto plazo, a la larga conduce al desprestigio y la derrota.
Hablaron de utilizar los recursos de la comunicación para "ganar adeptos", conseguir titulares en los medios y desacreditar y destrozar los planteamientos del adversario. Llegaron a afirmar que la verdad importa poco y que lo importante es que el mensaje sea atractivo y cale. Se extendieron en analizar la mejor forma de utilizar el ventilador para esparcir inmundicias y mentiras, en cómo confundir a la audiencia y de que forma ocultar las propias debilidades y carencias, explotando las del contrario.
Aquello me parecía un auténtico disparate. Les dije que las estrategias eran importantes, pero que mucho más importantes eran los mensajes. Les expliqué que la única manera de ser democratas comunicando es respetar la verdad e informar correctamente a los ciudadanos para que éstos adopten las decisiones que crean conveniente. Les cité como ejemplo las primeras elecciones que ganó Obama, que obtuvo la victoria porque los americanos pensaban que las mentiras del poder (con Georges W. Bush), se habían hecho inmorales y habían llegado demasiado lejos, loque les empujó a desear con todas sus fuerzas un retorno a la ética y a la decencia y a los valores, un anhelo que Obama supo encarnar a la perfección.
Les aseguré que los españoles, todavía mas que los americanos despues del "reinado" de Bush, estaban deseosos hoy de verdad, decencia, autenticidad y valores.
Algunos valoraron el enfoque pero la mayoría dijo que esas consideraciones eran tonterías y que lo importante en comunicación política es la victoria. Dijeron que el candidato "es un producto que hay que vender" y que las técnicas de venta son casi idénticas a las que se utilizan para imponer un detergente en el mercado.
La reunión se tornó farragosa y yo me sentía cada vez más frustrado y alejado del núcleo. Me marché pronto, dos horas y diez minutos después de que comenzara, con el sentimiento de que la contaminación de la política española había llegado también hasta los consultores de comunicación y los había convertidos en lo que sus clientes, los políticos, deseaban: sagaces expertos en mentiras y engaños.
La realidad confirma esa conclusión porque si analizamos las campañas que están desarrollando los dos grandes partidos políticos españoles, descubrimos que ninguna de ella está lanzando los mensajes que los españoles quieren y necesitan escuchar. Los ciudadanos, cuando España está en crisis, tiene a cinco millones de parados en sus calles y plazas, ha perdido la confianza en los políticos y avanza hacia la ruina y el fracaso, quieren escuchar promesas creíbles de cambio profundo, honradez, austeridad, limpieza, democracia auténtica, separación de poderes y castigo implacable a los miles de políticos sinvergüenzas y corruptos que han infectado la política española.
Comprendo que este planteamiento es demasiado comprometido y decente para que puedan asumirlo y emitirlo el PP y el PSOE, partidos cuya fe en la democracia auténtica es prácticamente nula y transformados ambos en organizaciones de poder, verticales, autoritarias, sin democracia interna, dominadas por la sumisión al líder, incapaces de afrontar el debate libre y convertidas en enormes y poderosas fábricas de privilegios y de dirigentes mediocres, sin preparación alguna para gestionar una democracia de hombres y mujeres libres y responsables.
Pero lo que no entiendo es que las nuevas formaciones que nacen para satisfacer la demanda sincera de regeneración creciente en la frustrada sociedad española sigan buscando esa comunicación mafiosa, truculenta y mentirosa que olvida de la verdad y solo busca la manipulación, el engaño y el éxito a costa de lo que sea.
Parece lógico que ninguno de los dos partidos, atiborrados de poder y podridos por la corrupción, se niegue a hablar de regeneración, ni emita condenas profundas del podrido sistema, ni propósito de reforzar la independencia de la Justicia, ni cambios en la ley Electoral, ni promesa de abandonar los pactos contra natura con los nacionalismos cargados de odio a España, ni un gramo de rectitud y firmeza frente a la corrupción.
Pero es ilógico y decepcionante que los aparentemente nuevos partidos adopten una comunicación diseñada mas a la medida de Al Capone que de la verdadera democracia, basada en la verdad y la transparencia.