Baldaquino de gala, instalado en el Congreso para un acto trucado. La heredera del trono no jura la Constitución ante la soberanía popular, sino ante el poder de los partidos, Las Cortes son el establo de los políticos políticos, verdaderos dueños de España. El pueblo, ausente y humillado en una democracia corrompida y falsa.
Para muestra un botón: la princesa Leonor jura hoy la Constitución ante unas Cortes que ya no son sede de la soberanía popular, como dicen los políticos, porque no representan al pueblo sino a los partidos políticos. Diputados y senadores sólo obedecen y rinden cuentas a sus respectivos partidos e ignoran al pueblo, al que hipócritamente llaman "soberano".
La sociedad actual está siendo conducida, a través de engaños, sutilezas y propaganda, hacia la tiranía. Los pastores del drama de la esclavitud humana son un grupo de conjurados para eliminar la democracia, que para ellos siempre ha sido un riesgo inasumible y un error porque la democracia entraña libertad individual y produce inestabilidad y sorpresas que para ellos son inaguantables y para sus negocios muy perjudiciales.
Ese contubernio de pastores multimillonarios y políticos corrompidos que conduce al mundo hacia la esclavitud se siente seguro y cree poder ganar la gran batalla, gracias a recursos como la mentira, el odio, la división, la envidia, las nuevas tecnologías, la ambición corrupta de los políticos en el poder y el dominio de la comunicación y de la información. El mundo va por mal camino, pero la resistencia crece y está siendo mayor de la que esperan los pastores del mal y del odio.
La gente cree que la democracia es un sistema que sirve para elegir gobiernos, pero en realidad es un sistema para controlar el poder de los políticos y poder echar del gobierno a los que sean corruptos y malvados. Gran parte de la ciudadanía se siente insegura ante sus gobiernos porque ha perdido la fe y la confianza en los administradores. Esa pérdida de fe y confianza en los gobernantes es suficiente drama para concluir que estamos bajo la tiranía, no bajo democracias.
La democracia es siempre el poder del ciudadano ejercido a través de sus representantes, pero las democracias actuales lo han pervertido todo y han hecho del sistema democrático una basura purulenta: los representantes representan a sus partidos, no al pueblo y los controles, contrapesos y cautelas del sistema han sido eliminados para que los políticos puedan gobernar como tiranos.
La solución a estos drama es muy compleja y requiere cambios en la ciudadanía, además de la expulsión del poder de las tribus de canallas, indeseables y miserables que se han apoderado de los estados en casi todo el mundo.
En España, estas crisis y dramas adquieren una dimensión superior y extrema porque la clase política española ha destacado en maldad e indecencia y porque el pueblo español ha sido incapaz de defender la democracia, quizás porque nunca la ha conocido a lo largo y ancho de su historia. El Congreso y el Senado han dejado de ser sedes de la soberanía popular para convertirse en sedes del poder de los partidos. Diputados y senadores no representan al pueblo, al que ignoran y ante el que nunca rinden cuentas, para convertirse en representantes y lacayos de sus respectivos partidos. Los que debieran ser templos del debate y de la verdad, son hoy granjas donde diputados y senadores sólo pulsan botones o pronuncian los discursos que sus partidos quieren, sin que el pueblo y sus dramas y carencias tengan representación alguna.
Lo primero que debe hacer España es un reseteo de su ley electoral, de sus sistema y de la Constitución, que no ha servido para frenar los desmanes de los políticos. Tendrá también que reformar los partidos políticos e ilegalizar a los que antepongan con descaro sus propios fines al bien común, lo que constituye un atentado contra la democracia.
La regeneración de la política es imposible sin recuperar los valores y sin incluir el apoyo mutuo, el respeto y el amor en la vida cotidiana. Más que una regeneración política, España necesita una regeneración ética.
Pero el elenco de los dramas españoles es brutal y desolador: educación pervertida de niños y jóvenes, promoción del marxismo, destrucción de los valores, enfrentamiento de todos contra todos, políticos malvados al frente del país, exhibición de canallas y macarras como si fueran ejemplares, mentiras del poder, televisión que conduce a la esclavitud, periodistas tan corrompidos como los políticos, jueces politizados, medios comprados, despilfarro y un largo etcétera de desolación y decadencia en un país que parece haber sido elegido para experimentar cuanto puede aguantar un pueblo a los canallas que le gobiernan y a que velocidad avanza hacia la esclavitud cuando es conducido hacia ese estado por el poder constituido.
Francisco Rubiales
La sociedad actual está siendo conducida, a través de engaños, sutilezas y propaganda, hacia la tiranía. Los pastores del drama de la esclavitud humana son un grupo de conjurados para eliminar la democracia, que para ellos siempre ha sido un riesgo inasumible y un error porque la democracia entraña libertad individual y produce inestabilidad y sorpresas que para ellos son inaguantables y para sus negocios muy perjudiciales.
Ese contubernio de pastores multimillonarios y políticos corrompidos que conduce al mundo hacia la esclavitud se siente seguro y cree poder ganar la gran batalla, gracias a recursos como la mentira, el odio, la división, la envidia, las nuevas tecnologías, la ambición corrupta de los políticos en el poder y el dominio de la comunicación y de la información. El mundo va por mal camino, pero la resistencia crece y está siendo mayor de la que esperan los pastores del mal y del odio.
La gente cree que la democracia es un sistema que sirve para elegir gobiernos, pero en realidad es un sistema para controlar el poder de los políticos y poder echar del gobierno a los que sean corruptos y malvados. Gran parte de la ciudadanía se siente insegura ante sus gobiernos porque ha perdido la fe y la confianza en los administradores. Esa pérdida de fe y confianza en los gobernantes es suficiente drama para concluir que estamos bajo la tiranía, no bajo democracias.
La democracia es siempre el poder del ciudadano ejercido a través de sus representantes, pero las democracias actuales lo han pervertido todo y han hecho del sistema democrático una basura purulenta: los representantes representan a sus partidos, no al pueblo y los controles, contrapesos y cautelas del sistema han sido eliminados para que los políticos puedan gobernar como tiranos.
La solución a estos drama es muy compleja y requiere cambios en la ciudadanía, además de la expulsión del poder de las tribus de canallas, indeseables y miserables que se han apoderado de los estados en casi todo el mundo.
En España, estas crisis y dramas adquieren una dimensión superior y extrema porque la clase política española ha destacado en maldad e indecencia y porque el pueblo español ha sido incapaz de defender la democracia, quizás porque nunca la ha conocido a lo largo y ancho de su historia. El Congreso y el Senado han dejado de ser sedes de la soberanía popular para convertirse en sedes del poder de los partidos. Diputados y senadores no representan al pueblo, al que ignoran y ante el que nunca rinden cuentas, para convertirse en representantes y lacayos de sus respectivos partidos. Los que debieran ser templos del debate y de la verdad, son hoy granjas donde diputados y senadores sólo pulsan botones o pronuncian los discursos que sus partidos quieren, sin que el pueblo y sus dramas y carencias tengan representación alguna.
Lo primero que debe hacer España es un reseteo de su ley electoral, de sus sistema y de la Constitución, que no ha servido para frenar los desmanes de los políticos. Tendrá también que reformar los partidos políticos e ilegalizar a los que antepongan con descaro sus propios fines al bien común, lo que constituye un atentado contra la democracia.
La regeneración de la política es imposible sin recuperar los valores y sin incluir el apoyo mutuo, el respeto y el amor en la vida cotidiana. Más que una regeneración política, España necesita una regeneración ética.
Pero el elenco de los dramas españoles es brutal y desolador: educación pervertida de niños y jóvenes, promoción del marxismo, destrucción de los valores, enfrentamiento de todos contra todos, políticos malvados al frente del país, exhibición de canallas y macarras como si fueran ejemplares, mentiras del poder, televisión que conduce a la esclavitud, periodistas tan corrompidos como los políticos, jueces politizados, medios comprados, despilfarro y un largo etcétera de desolación y decadencia en un país que parece haber sido elegido para experimentar cuanto puede aguantar un pueblo a los canallas que le gobiernan y a que velocidad avanza hacia la esclavitud cuando es conducido hacia ese estado por el poder constituido.
Francisco Rubiales