Información y Opinión

Un 20 de noviembre teñido de protesta blanca





Ante las elecciones del próximo 20 de noviembre, la sociedad española está envuelta en una gran paradoja: por un lado está cansada de sus pésimos políticos, de sus comportamientos, de sus privilegios inmerecidos y de los daños que han causado a España, arrebatándole la prosperidad y la decencia y sembrando las calles de pobres, desempleados y de fanáticos violentos, pero, al mismo tiempo, acudirá a las urnas para alimentar el sistema con su voto, para castigar a unos y entregar el poder a otros, sin exigir reformas, sin castigar como merece a una "casta" política que ni es democrática, ni piensa serlo en el futuro.

La sentencia de Victor Hugo “Entre un gobierno que hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta solidaridad vergonzosa”, parece cumplirse trágicamente en España.

Lo lógico, ante la situación que vive España, sería aprovechar la apertura de las urnas para hacer patente el desencanto y la protesta ciudadana, ya sea mediante la abstención activa, el voto en blanco, el voto nulo con reproche en la papeleta o votando a partidos minoritarios que, por el momento, no están contaminados ni corrompidos.

Todo indica que el 20 de noviembre triunfará la demencia y no la democracia porque millones de españoles votarán a un candidato que no les gusta para castigar a otro que les disgusta todavía más. Aunque la "venganza" es una postura explicable de los electores, vejados y humillados por un mal gobierno, no es esa, precisamente, la actitud más positiva ante un sistema corrompido que es necesario reformar de manera drástica.

Ninguno de los dos grandes partidos (PP y PSOE) se han comprometido en reformar el sistema, podrido por la corrupción y una serie de desequilibrios que impiden la democracia. Ninguno de los dos grandes partidos está dispuesto a acabar con los inmerecidos privilegios de los políticos (sueldos de oro, pensiones especiales, ventajas fiscales, compatibilidades casi plenas y otros muchos). Ningún partido está dispuesto a reformar las leyes para que los políticos que roben devuelvan el dinero y vayan a la cárcel. Gane quien gane, España seguirá siendo un estercolero porque lo sustancial, que es la regeneración, está ausente de los programas y de la campaña electoral.

Ante esta situación decepcionante y antidemocrática, en la que los ciudadanos ni siquiera pueden elegir lo que desean, lo mejor es protestar ante las urnas.

Hay varias maneras de hacerlo. La primera es votar en blanco o votar a escaños en blanco, dos opciones democráticas y responsables en un país donde la casta política y el pueblo están distanciados porque los políticos han abandonado la defensa del bien común, concentrando sus esfuerzos en el control del poder y el disfrute de sus propios privilegios. Otra forma de protesta ante el drama de España es votar a partidos minoritarios que todavía estén fuera del sistema corrupto y no se hayan deteriorado. Otra opción es la abstención activa y otra más es emitir un voto anulado con una frase dirigida a los partidos políticos, con la que se les eche en cara su alejamiento de la democracia y de la decencia.

Un pueblo como el español, sometido a leyes electorales antidemocráticas, no elige a sus representantes sino a sus amos. En una auténtica democracia, cuando el pueblo elege a representantes que le rinden cuentas y defienden sus criterios y deseos, votar tiene sentido, pero no lo tiene en España, donde el pueblo solo elige a sus amos. En esas condiciones, con el voto, únicamente afianzamos nuestra condición de esclavos sometidos.

El sistema español es tan desequilibrado, injusto y corrupto que cada vez que los ciudadanos acuden a las urnas no eligen a sus representantes o gobernantes sino a sus amos, a gente que carece de controles democráticos, que ni siquiera representan a los ciudadanos y que disfrutan de una práctica impunidad que los convierte en dictadores. Cada 4 años acudimos a las urnas para cometer uno de los mayores errores que un ser humano lleva a cabo en su vida: escoger a tus parásitos, a los amos que te gobernarán sin cautelas ni garantías. La auténtica verdad es que cada cuatro años actuamos como borregos y nos convertimos en esclavos de gente que muchas veces ni siquiera merece nuestro respeto.

La democracia española no cumple ni uno sólo de los requisitos básicos exigibles a un sistema democrático: no existe separación de poderes; la ley no es igual para todos; los políticos y sus partidos carecen de suficientes controles ciudadanos y legales; las elecciones, con listas cerradas y bloqueadas, no son realmente libres, ya que los que eligen realmente no son los ciudadanos sino los políticos que hacen las listas; los representantes elegidos no conocen a sus electores, ni se relacionan con ellos y su lealtad y obediencia son para los partidos políticos que les han incluido en las listas; la sociedad civil, que debe ser independiente y fuerte para servir de contrapeso al poder político, está "ocupada" y "sometida" por los partidos políticos; la mayoría de los medios de comunicación han sido comprados por el poder y carecen de la libertad necesaria para fiscalizar a los poderosos, una misión imprescindible en democracia; los ciudadanos no cuentan, ni son consultados por unos políticos que han expulsado a la ciudadanía de los procesos de toma de decisiones y que ejercen la política como monopolio; la corrupción infecta el sistema y los políticos no rinden cuenta, ni dimiten porque disfrutan de una obscena impunidad...

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Lunes, 7 de Noviembre 2011
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