"Yo soy yo y mi circunstancia; y si no la salvo a ella, no me salvo yo".
José Ortega y Gasset
Lo bueno (de entre lo mejor) de Ortega, de quien hoy, martes, 18 de octubre de 2005, precisamente, se cumple el cincuentenario de su óbito, acontecido en Madrid, acaso fue que contribuyó a despiojar las cabezas y/o a despejar las mentes de muchos de sus cretinos coetáneos, quiero decir que apartó prejuicios sin cuento y aportó un sinfín de soluciones provisionalmente válidas a bastantes de los grandes problemas que tenían planteados sus congéneres y a los que, itero, urgía encontrarles soluciones satisfactorias (al menos, interinamente); pero, sin acaso, objeción ni ocaso posibles, lo mejor (de entre lo óptimo) de Ortega es que nos ha enseñado a nosotros, sus atentos, dilectos y selectos lectores, sus alumnos aventajados, sus epígonos avejentados, sus contemporáneos, a plantearnos correctamente o replantearnos con los máximos nivel y rigor intelectuales los problemas que nos acucian, para que seamos nosotros mismos quienes, por delegación suya (de Ortega), les hallemos remedios definitivos.
Ángel Sáez García
José Ortega y Gasset
Lo bueno (de entre lo mejor) de Ortega, de quien hoy, martes, 18 de octubre de 2005, precisamente, se cumple el cincuentenario de su óbito, acontecido en Madrid, acaso fue que contribuyó a despiojar las cabezas y/o a despejar las mentes de muchos de sus cretinos coetáneos, quiero decir que apartó prejuicios sin cuento y aportó un sinfín de soluciones provisionalmente válidas a bastantes de los grandes problemas que tenían planteados sus congéneres y a los que, itero, urgía encontrarles soluciones satisfactorias (al menos, interinamente); pero, sin acaso, objeción ni ocaso posibles, lo mejor (de entre lo óptimo) de Ortega es que nos ha enseñado a nosotros, sus atentos, dilectos y selectos lectores, sus alumnos aventajados, sus epígonos avejentados, sus contemporáneos, a plantearnos correctamente o replantearnos con los máximos nivel y rigor intelectuales los problemas que nos acucian, para que seamos nosotros mismos quienes, por delegación suya (de Ortega), les hallemos remedios definitivos.
Ángel Sáez García