(SCHOLAE ET VITAE DISCERE)
Ojalá los renglones torcidos que siguen a los que conforman este primer párrafo digan al amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector de los mismos cuanto quiere decir ahora el menda lerenda, “Otramotro”, cuando los anda urdiendo blanda o duramente, quiero decir, cuando va creando (o, mejor aún, obrando) esta “urdiblanda” (para unos) o urdidura (para otros).
Para que dejemos de asistir a los sepelios de mujeres que murieron a manos (que empuñaban armas blancas o de fuego) de sus malos (ex) maridos, peores (ex) novios o pésimas (ex) parejas se(nti)mentales, está visto que no bastan las leyes ideadas por los listos y sancionadas por los reyes. La mal llamada “violencia de género” (en todo caso, de sexo, o doméstica) está rayando los guarismos del año pasado. Sólo una recta instrucción y una correcta educación contribuirán a variar los hábitos perniciosos que han podido instalarse en las mentes de aquellos varones ávidos de controlar y dominar los hechos y hasta los derechos de “sus” medias naranjas, a quienes toman y ven como verdaderas posesiones.
Somos legión quienes deseamos fervientemente que las mentadas (que no lamentables) recta instrucción y correcta educación nos deparen los frutos apetecidos, lo que aguardamos como agua de mayo y/o corolario esperado: ciudadanos críticos (con todo y con todos –incluso consigo mismos-), empáticos, (con todo y con todos –consigo mismos también-), respetuosos (ídem), solidarios (ídem), tolerantes (con todo y con todos, excepto con quienes usan el terror o cualesquiera formas de violencia para alcanzar sus objetivos).
Las aulas (que no jaulas) deben ser los escenarios donde se ensaye y aprenda a ser un ciudadano intachable, auténtico. Pero algo falla (bastantes tablas del teatro crujen) cuando, tras un ensayo rutinario, sale un/a alumno/a o profesor/a del recinto docente con el cuerpo amoratado, magullado, y el alma, la autoestima y la dignidad holladas.
Ángel Sáez García
Ojalá los renglones torcidos que siguen a los que conforman este primer párrafo digan al amable, atento, dilecto, discreto y selecto lector de los mismos cuanto quiere decir ahora el menda lerenda, “Otramotro”, cuando los anda urdiendo blanda o duramente, quiero decir, cuando va creando (o, mejor aún, obrando) esta “urdiblanda” (para unos) o urdidura (para otros).
Para que dejemos de asistir a los sepelios de mujeres que murieron a manos (que empuñaban armas blancas o de fuego) de sus malos (ex) maridos, peores (ex) novios o pésimas (ex) parejas se(nti)mentales, está visto que no bastan las leyes ideadas por los listos y sancionadas por los reyes. La mal llamada “violencia de género” (en todo caso, de sexo, o doméstica) está rayando los guarismos del año pasado. Sólo una recta instrucción y una correcta educación contribuirán a variar los hábitos perniciosos que han podido instalarse en las mentes de aquellos varones ávidos de controlar y dominar los hechos y hasta los derechos de “sus” medias naranjas, a quienes toman y ven como verdaderas posesiones.
Somos legión quienes deseamos fervientemente que las mentadas (que no lamentables) recta instrucción y correcta educación nos deparen los frutos apetecidos, lo que aguardamos como agua de mayo y/o corolario esperado: ciudadanos críticos (con todo y con todos –incluso consigo mismos-), empáticos, (con todo y con todos –consigo mismos también-), respetuosos (ídem), solidarios (ídem), tolerantes (con todo y con todos, excepto con quienes usan el terror o cualesquiera formas de violencia para alcanzar sus objetivos).
Las aulas (que no jaulas) deben ser los escenarios donde se ensaye y aprenda a ser un ciudadano intachable, auténtico. Pero algo falla (bastantes tablas del teatro crujen) cuando, tras un ensayo rutinario, sale un/a alumno/a o profesor/a del recinto docente con el cuerpo amoratado, magullado, y el alma, la autoestima y la dignidad holladas.
Ángel Sáez García