Antonio Mingote se ha ido con la Semana Santa, pero nos ha dejado una historia de la España Contemporánea distinta, diferente, la más original que se haya podido dar en nuestra historia. Ochenta años-desde los trece- trazando dibujos para decirnos lo que ha pasado cada día. Para eso hay que tener ojo clínico, oído fino y talento, mucho talento. Ya saldrá algún escritor que sea capaz de traducir todo lo que Mingote ha dicho con finura, con arte, con belleza. Es muy distinto decir una cosa con mala “condensada” a expresarlo con la franqueza de una sonrisa o una carcajada.
Algunos insisten en que se ha ido el mejor humorista de la España actual, maestro de los dedicados al difícil periodismo de humor. Además de eso, que también, se nos ha ido uno de los historiadores más lúcidos de nuestra época. Ha criticado la hipocresía, el inmovilismo, la mala administración, la cobardía, la falsedad, la mentira, el maltrato de género, el robo, a los facinerosos, a las mafias, a toda la lacra que arrastramos los humanos… Y, sin embargo, lo ha hecho arrancándonos la sonrisa y evitando el odio.
Esa es la historia de Mingote, la que pasará a la posteridad como un hito luminoso en el que podrán aprender otros muchos periodistas. Esa es la historia dispar que ha sido capaz de contarnos la vida huyendo de la historia clásica, de los ensartes de fechas, de los personajes destacados, de los acontecimientos amarillos, de los recelos ideológicos. El humor es la mejor fórmula para desenmascarar el mal y no herir a sus autores. Para eso hace falta un buen coeficiente intelectual y mucho sentido común.
Sin embargo, para leer la historia que nos ha dejado Mingote, hace falta que sus lectores conozcan y estén al día de los acontecimientos cotidianos. No es una historia para iniciados, es para personas informadas de los bamboleos de la sociedad, de los matices de los periódicos, de los comentarios entre líneas. Desgraciadamente, hay un gran número de ciudadanos que no leen, que se tragan todas las imágenes, pero les cuesta trabajo rumiar lo que está pasando.
Ojalá nos sirva la muerte de este genial aragonés para que muchas personas lean el periódico o, por lo menos, se asomen cada día a ver lo que nos dicen los grandes escritores del periodismo de humor. Estoy seguro que les ayudará a conocer mejor la historia actual y a sonreír con más frecuencia, que es la mejor terapia para todo.
JUAN LEIVA
Algunos insisten en que se ha ido el mejor humorista de la España actual, maestro de los dedicados al difícil periodismo de humor. Además de eso, que también, se nos ha ido uno de los historiadores más lúcidos de nuestra época. Ha criticado la hipocresía, el inmovilismo, la mala administración, la cobardía, la falsedad, la mentira, el maltrato de género, el robo, a los facinerosos, a las mafias, a toda la lacra que arrastramos los humanos… Y, sin embargo, lo ha hecho arrancándonos la sonrisa y evitando el odio.
Esa es la historia de Mingote, la que pasará a la posteridad como un hito luminoso en el que podrán aprender otros muchos periodistas. Esa es la historia dispar que ha sido capaz de contarnos la vida huyendo de la historia clásica, de los ensartes de fechas, de los personajes destacados, de los acontecimientos amarillos, de los recelos ideológicos. El humor es la mejor fórmula para desenmascarar el mal y no herir a sus autores. Para eso hace falta un buen coeficiente intelectual y mucho sentido común.
Sin embargo, para leer la historia que nos ha dejado Mingote, hace falta que sus lectores conozcan y estén al día de los acontecimientos cotidianos. No es una historia para iniciados, es para personas informadas de los bamboleos de la sociedad, de los matices de los periódicos, de los comentarios entre líneas. Desgraciadamente, hay un gran número de ciudadanos que no leen, que se tragan todas las imágenes, pero les cuesta trabajo rumiar lo que está pasando.
Ojalá nos sirva la muerte de este genial aragonés para que muchas personas lean el periódico o, por lo menos, se asomen cada día a ver lo que nos dicen los grandes escritores del periodismo de humor. Estoy seguro que les ayudará a conocer mejor la historia actual y a sonreír con más frecuencia, que es la mejor terapia para todo.
JUAN LEIVA