“Desocupado lector, que, con la grata ocasión de haber abierto los ojos a este nuevo día (y contraviniendo el redicho y dichoso dicho de que “víspera de mucho, jornada de nada”), te detengas a considerar y valorar el presente y apodíctico don que atesoras: que naciste sano y salvo y sigues siendo indemne a la estupidez; con otras palabras, que van a pulular en derredor tuyo otras tantas legiones de imbéciles, mas ninguno logrará inocularte el polonio 210 de sus necedades ni contagiarte (con) sus mortíferas sandeces”.
Emilio González, “Metomentodo”
El ajo, además de ahuyentar, según una superstición popular, a los vampiros (incluidas las femmes fatales o vampiresas), tiene un montón de propiedades beneficiosas para la salud del cuerpo humano. Si no fuera porque hiede (pero acaso le ocurre otro tanto o tres cuartas partes de lo que le pasa a la rosa con sus espinas, que son éstas, precisamente, las que la embellecen, las que hacen aún más hermosa a la rosa), ¿llegaría a ser más referente, estrella o eje culinario de lo que ya es? No lo creo.
La ingesta regular de ajo tiene como correlato una inflación de las defensas del organismo, mejorado nuestra respuesta ante “ataques” de bacterias y virus. El ajo es antiinflamatorio, anticoagulante, un excelente depurador arterial e incrementa los niveles de serotonina en el cerebro, coadyuvando a vencerles la partida al estrés y a la depresión.
.- Primer diente de ajo: Hay quienes se niegan a mejorar. Tengo para mí que el grado de soberbia de los tales es superior incluso a su grado de cretinez.
.- Segundo diente de ajo: Hay quienes cruzan la ciudad y sólo ven edificios en ruinas; quienes recorren sus calles y sólo ven zombis, tumbas y nichos andantes.
.- Tercer diente de ajo: Hay quien escribió (y no marró un ápice en su diagnóstico) que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa” (compárese con lo que urdió al respecto Antonio Machado).
.- Cuarto diente de ajo: Hay quienes dicen (y ¡qué poco se equivocan!) que los artistas mienten para parir una verdad y que los políticos (de todo signo o condición, sin excepción), un día sí y otro también, embelecan para, una de dos, abortarla o sepultarla.
.- Quinto diente de ajo: Hay quienes suelen soltar por la mui que, para que triunfe el mal, sólo es necesario que los hombres buenos se queden de brazos cruzados, sin hacer nada de nada.
.- Sexto diente de ajo: Hay quienes airean que quienes dicen la primera mentira no saben en el lío que se meten. Porque ésta les lleva a predicar otras y estas otras a idear otras tantas más, teniendo que proferir un número indeterminado, ene, de ellas.
.- Séptimo diente de ajo: Hay quienes persuaden con el argumento (en verdad, convincente) de que vencer y perdonar (perder y ser perdonado) es un triunfo doble.
.- Octavo y último diente de ajo: Hay quienes aciertan aduciendo la razón con corazón de que la vida sólo se explica y comprende echando la vista atrás, pero sólo cabe vivirla mirando hacia delante.
Alguno, Abundio tal vez, ha levantado la mano con la pretensión de usar su voz, pero no para preguntar, sino para quejarse de su sino. ¿Acaso considera que el campo del conocimiento es idéntico al del Amor? Si en cuestiones del corazón “demasiado es siempre poco”, sé que usted, desocupado lector, coincide, grosso modo, con lo que gustaba erogar Emilio González, “Metomentodo”, en sus disertaciones: “quien no se conforma con poco es incapaz de contentarse con nada”.
E. S. O., un andoba de Cornago
Emilio González, “Metomentodo”
El ajo, además de ahuyentar, según una superstición popular, a los vampiros (incluidas las femmes fatales o vampiresas), tiene un montón de propiedades beneficiosas para la salud del cuerpo humano. Si no fuera porque hiede (pero acaso le ocurre otro tanto o tres cuartas partes de lo que le pasa a la rosa con sus espinas, que son éstas, precisamente, las que la embellecen, las que hacen aún más hermosa a la rosa), ¿llegaría a ser más referente, estrella o eje culinario de lo que ya es? No lo creo.
La ingesta regular de ajo tiene como correlato una inflación de las defensas del organismo, mejorado nuestra respuesta ante “ataques” de bacterias y virus. El ajo es antiinflamatorio, anticoagulante, un excelente depurador arterial e incrementa los niveles de serotonina en el cerebro, coadyuvando a vencerles la partida al estrés y a la depresión.
.- Primer diente de ajo: Hay quienes se niegan a mejorar. Tengo para mí que el grado de soberbia de los tales es superior incluso a su grado de cretinez.
.- Segundo diente de ajo: Hay quienes cruzan la ciudad y sólo ven edificios en ruinas; quienes recorren sus calles y sólo ven zombis, tumbas y nichos andantes.
.- Tercer diente de ajo: Hay quien escribió (y no marró un ápice en su diagnóstico) que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa” (compárese con lo que urdió al respecto Antonio Machado).
.- Cuarto diente de ajo: Hay quienes dicen (y ¡qué poco se equivocan!) que los artistas mienten para parir una verdad y que los políticos (de todo signo o condición, sin excepción), un día sí y otro también, embelecan para, una de dos, abortarla o sepultarla.
.- Quinto diente de ajo: Hay quienes suelen soltar por la mui que, para que triunfe el mal, sólo es necesario que los hombres buenos se queden de brazos cruzados, sin hacer nada de nada.
.- Sexto diente de ajo: Hay quienes airean que quienes dicen la primera mentira no saben en el lío que se meten. Porque ésta les lleva a predicar otras y estas otras a idear otras tantas más, teniendo que proferir un número indeterminado, ene, de ellas.
.- Séptimo diente de ajo: Hay quienes persuaden con el argumento (en verdad, convincente) de que vencer y perdonar (perder y ser perdonado) es un triunfo doble.
.- Octavo y último diente de ajo: Hay quienes aciertan aduciendo la razón con corazón de que la vida sólo se explica y comprende echando la vista atrás, pero sólo cabe vivirla mirando hacia delante.
Alguno, Abundio tal vez, ha levantado la mano con la pretensión de usar su voz, pero no para preguntar, sino para quejarse de su sino. ¿Acaso considera que el campo del conocimiento es idéntico al del Amor? Si en cuestiones del corazón “demasiado es siempre poco”, sé que usted, desocupado lector, coincide, grosso modo, con lo que gustaba erogar Emilio González, “Metomentodo”, en sus disertaciones: “quien no se conforma con poco es incapaz de contentarse con nada”.
E. S. O., un andoba de Cornago