Si usted, desocupado lector, es uno de los votantes más apreciados (al menos, por servidor), los indecisos, aquéllos que todavía no han decidido a qué candidato o partido (y es que, al ser los comicios de mañana, en la mayoría de las Comunidades Autónomas, además de autonómicos, municipales, se puede votar a una lista al Ayuntamiento y a otra, de un partido distinto al anterior, a la Comunidad, y ser ambos sufragios coherentes, congruentes, consecuentes, ponderados, razonables y razonados) van a votar, si lo harán en blanco o se inclinarán por abstenerse, aquéllos que, si se juntaran mayoritariamente en uno de los platillos de la balanza (y no es chanza) o a un lado o vera del río (ríase, si le peta y apetece) decidirían (antitética, contradictoria y paradójicamente, sí, los indecisos) quién/es ganaba/n las elecciones, sin controversia posible; itero el arranque de este parágrafo, si usted es votante indeciso, acaso no le venga mal continuar leyendo los párrafos que siguen.
Insisto en la susodicha prótasis; si usted, hoy, sábado, 26 de mayo, llegada la jornada de reflexión, aún se considera un votante indeciso, le recomiendo encarecidamente que esta noche, durante las horas del reparador sueño, se desplace hasta Canópolis, porque un raudo recorrido por sus calles y plazas le será, amén de didáctico y útil, divertido.
Así, al político y escritor irlandés Jonathan Swift, verbigracia, una breve estancia allí, en Canópolis, le vino estupendamente, de perillas, para aprender una lección que no olvidó en toda su vida y que, con el lento transcurrir del tiempo, se metamorfoseó en la espuela, provista de acicate, que le empujó a escribir los renglones siguientes: “Podemos observar en la república de los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o lo conserva para sí, estableciendo una tiranía”.
Persevero. Si usted es un votante indeciso y las torcidas líneas precedentes, trenzadas por servidor y leídas por vos, le han dejado como estaba o, lo que aún es peor, han contribuido a alimentar o aumentar algún grado más, si cabe, su indecisión, le pido disculpas por ello, porque mi propósito, puede creerme, era honesto y había sido inspirado por un pensamiento (que no miento) de Elena G. de White, éste: “Necesitamos hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo”.
E. S. O., un andoba de Cornago
Insisto en la susodicha prótasis; si usted, hoy, sábado, 26 de mayo, llegada la jornada de reflexión, aún se considera un votante indeciso, le recomiendo encarecidamente que esta noche, durante las horas del reparador sueño, se desplace hasta Canópolis, porque un raudo recorrido por sus calles y plazas le será, amén de didáctico y útil, divertido.
Así, al político y escritor irlandés Jonathan Swift, verbigracia, una breve estancia allí, en Canópolis, le vino estupendamente, de perillas, para aprender una lección que no olvidó en toda su vida y que, con el lento transcurrir del tiempo, se metamorfoseó en la espuela, provista de acicate, que le empujó a escribir los renglones siguientes: “Podemos observar en la república de los perros que todo el Estado disfruta de la paz más absoluta después de una comida abundante, y que surgen entre ellos contiendas civiles tan pronto como un hueso grande viene a caer en poder de algún perro principal, el cual lo reparte con unos pocos, estableciendo una oligarquía, o lo conserva para sí, estableciendo una tiranía”.
Persevero. Si usted es un votante indeciso y las torcidas líneas precedentes, trenzadas por servidor y leídas por vos, le han dejado como estaba o, lo que aún es peor, han contribuido a alimentar o aumentar algún grado más, si cabe, su indecisión, le pido disculpas por ello, porque mi propósito, puede creerme, era honesto y había sido inspirado por un pensamiento (que no miento) de Elena G. de White, éste: “Necesitamos hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo”.
E. S. O., un andoba de Cornago