La altanería, la arrogancia y la fea y violenta desfachatez del terrorista Txapote ante las cámaras de televisión, en el juicio al que se le somete como asesino del socialista Fernando Múgica, sus patadas a los cristales blindados y sus insultos al tribunal (llamó "Monigote de Circo" al juez) están causando preocupación en la Moncloa, donde los expertos creen que representa un serio daño a la imagen pública de Zapatero y debilita su "plan de paz", un proyecto en el que los españoles cada día creen menos.
La gente es inteligente y percibe que el comportamiento arrogante del asesino Txapote es el mismo que mantiene su propia banda ETA y los batasunos que la representan en el plano político. Cada imagen televisada de ese Txapote descarado, orgulloso y nada arrepentido de sus crímenes, resta votos y apoyo electoral y político a un Zapatero en cuyo proyecto de paz creen cada día menos españoles.
La opinión pública tiene ya bastante claro que España está dividida en dos bandos: los que creen que a ETA hay que derrotarla para acabar con el terrorismo y los que, como Zapatero, creen que esa meta puede alcanzarse mediante el diálogo y la negociación.
La chulería arrogante de Txapote resta toneladas de credibilidad a la opción del diálogo y la negociación.
La gente es inteligente y percibe que el comportamiento arrogante del asesino Txapote es el mismo que mantiene su propia banda ETA y los batasunos que la representan en el plano político. Cada imagen televisada de ese Txapote descarado, orgulloso y nada arrepentido de sus crímenes, resta votos y apoyo electoral y político a un Zapatero en cuyo proyecto de paz creen cada día menos españoles.
La opinión pública tiene ya bastante claro que España está dividida en dos bandos: los que creen que a ETA hay que derrotarla para acabar con el terrorismo y los que, como Zapatero, creen que esa meta puede alcanzarse mediante el diálogo y la negociación.
La chulería arrogante de Txapote resta toneladas de credibilidad a la opción del diálogo y la negociación.