Información y Opinión

Todos somos corruptos si no luchamos contra las nuevas tiranías



Cuando desaparecen la ética y los principios, lo que crece es el poder tiránico y lo que se impone es la arbitrariedad. Ese avance del poder hacia posiciones tiránicas es un fenómeno que se está dando en numerosos países, pero en ninguno es tan peligroso y descarado como en España, donde los nuevos sátrapas que comanda Pedro Sánchez gobiernan como verdaderos dueños impunes del mundo. En cualquier país democrático y decente, el ministro Ábalos habría tenido que dimitir, pero en España, este chulo de barra de bar no sólo no dimite sino que ofrece al pueblo varias versiones de su escandaloso encuentro con la vicepresidente narco-tirana de Venezuela, todas ellas falsas e inmorales.

Del mismo modo que la esencia del poder está cambiando y se desliza hacia la dictadura, la actitud del ciudadano frente a ese poder también tiene que cambiar y hacerse más combativa. La confianza en los que mandan ha muerto y debe ser sustituida por la desconfianza, la vigilancia y la lucha directa contra sus abusos y arbitrariedades. La libertad del pueblo es el único obstáculo que separa a los nuevos gobernantes inmorales de la tiranía más odiosa.

Frente a los poderosos del presente no cabe la indiferencia y menos la sumisión porque esas actitudes son ahora corruptas. Frente a poderes pervertidos de las nuevas tiranías encubiertas, hay que resistirse y combatir. No hacerlo es pura corrupción. El futuro tendrá todo el derecho de acusarnos de cobardes y corruptos por haber permitido que una manada de rufianes pervierta el poder y destruya la democracia y la libertad.
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Nisbet denuncia el falso progreso y anticipa que conduce a la tiranía
No debería sorprendernos que el ministro Ábalos no se sienta en la obligación de rendir cuentas de sus actos, porque él no está ahí para servir al ciudadano sino para servirse del poder. Tampoco deberíamos sorprendernos de las mentiras de Pedro Sánchez, de sus ruedas de prensa sin preguntas, de la opacidad que rodea su gobierno, de sus promesas incumplidas, de que haga ahora lo contrario de lo que prometió y de las falsedades de los curriculos y declaraciones de bienes de los que mandan. Hay que meterse en la cabeza que ya no son dirigentes democráticos sino corruptos y dictadores camuflados que han apoderado del poder para su propio provecho.

Los ciudadanos tenemos que ser conscientes de que ya no existe la democracia, de que los que gobiernan son capaces de todo, incluso de estafar con los resultados electorales y conquistar el poder sin los votos suficientes, con la ayuda de la trampa informática, tuneando el sistema. Ya lo han hecho en Bolivia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y otros países donde el neocomunismo ha clavado sus garras.

Los nuevos políticos requieren nuevos ciudadanos. Si en la antigua democracia decente el ciudadano estaba obligado a vigilar el poder para que no abandonara los cauces de la democracia, ahora está obligado a combatirlo y a impedirles la tiranía porque los viejos cauces ya no existen. Si antes la democracia era un sistema de confianza, ahora es de desconfianza. Si antes había que pagar impuestos porque se consideraba justo y porque existía la confianza de que ese dinero sería empleado para mejorar la sociedad y ayudar a los débiles, hoy nada ni nadie garantiza que ese dinero, sacado por la fuerza del bolsillo de los ciudadanos, sea robado por indeseables en el poder o sirva para fines corruptos y delictivos.

Todo este miserable deslizamiento del poder hacia la delincuencia y el abuso ya lo vaticinó Nisbet cuando dijo: “Algunos piensan que el deterioro de la autoridad abrirá una nueva era de mayor libertad individual. Otros creen, por el contrario, que conducirá a la anarquía social. Yo diría más bien que el vacío dejado por la autoridad será llenado por un ascenso irresistible del poder.” Eso equivale a afirmar que cuando los principios y la ética desaparecen, lo que se impone es la arbitrariedad del poder y el abuso.

La necesidad de una nueva moral ciudadana como reacción a la nueva inmoralidad del poder no admite discusión y es tan lógica como un silogismo. Si el poder se nos va de las manos hay que incrementar los controles ciudadanos. La lucha seguirá siendo pacífica, mientras sea posible, pero debe ser también implacable frente a los usurpadores y maleantes.

La vieja democracia que estos nuevos políticos han asesinado contaba con una red de cautelas, frenos, contrapesos y reglas diseñadas para que el Estado no se desmadrase y se convirtiera en un monstruo opresor. La alternancia en el poder, la separación de poderes, la existencia de una ley igual para todos, la competencia entre los diferentes partidos políticos, la prensa libre y el poder de la opinión pública aseguraban de alguna manera el control de los políticos y de los gobiernos. Pero hoy todo eso ha sido dinamitado por políticos de la calaña de Pedro Sánchez, de los bolivarianos, de los populistas y de los nuevos nacionalismos basados en el odio, todos unidos para asaltar la fortaleza de la democracia y ocuparla, para hacer bellaquerías y suciedades, mientras el pueblo queda sometido por el Estado implacable y lleno de totalitarismo camuflado que ellos están construyendo, al margen de la ley y de la decencia.

Ya no hay separación de poderes porque el partido ganador lo controla todo y no tiembla ni siquiera cuando tiene que doblegar a la Justicia y a la Constitución. Los asesores del poder ya no son gente sabia que encontraba soluciones a los problemas, sino estrategas sin alma que aconsejan mentiras, trochas y rutas que son necesarias para afianzar el poder. Los votantes no tienen derechos y son ahora clientes, a los que se les premia con parte del botín que represente la toma del poder. La prensa libre está siendo comprada con dinero público, lo que representa una de las aberraciones más sucias del nuevo sistema, y los políticos han incrementado su impunidad de manera descarada.

El nuevo poder apenas ha empezado su escalada hacia la tiranía mas dura y cruel. En el futuro, no es extraño que los partidos que amenacen la hegemonía de los tiranos sean ilegalizados. Los de VOX debería amarrarse los machos en esta España que cada día es más una gran tierra sin ley y sin piedad, construida desde la Moncloa, abuso sobre abuso.

Frente a esa agresión de los forajidos, como en el viejo Oeste americano, la fuerza de la ley es impotente y la única solución posible es la resistencia firme de los ciudadanos unidos contra los nuevos maleantes con carné de partido.

(Eslogan para la lucha: "Pedro Sánchez. Un personaje de esa calaña no merece gobernar España".)

Francisco Rubiales

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Lunes, 27 de Enero 2020
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