Curro, la mascota de la Expo, pide ahora limosnas en una calle de Sevilla. En 1992 era multimillonario.
Aunque la labor de los recaudadores y comisionistas de los partidos fue más indecente y sucia, la realizada por Telemundi resultó uno de los capítulos más oscuros de la Expo 92. El juez Garzón acusó a esa empresa de haberse apropiado de más de 6.500 millones de pesetas en comisiones ilegales, que fueron a parar a distintos paraísos fiscales.
La dirección general del Patrimonio del Estado había aconsejado rescindir el contrato con esa empresa, pero ni se hizo y, según declaró Jacinto Pellón ante el juez, su contrato como exclusivista de la Exposición ni siquiera se revisó. La razón verdadera nunca se dijo, pero fue que detrás de Telemundí estaban escondidos poderes fuertes e intocables.
Telemundi cobraba royalties mas altos de lo habitual, pero uno de sus miembros directivos, cuando yo estaba dentro de la organizadora de la Exposición, me comento: "La tarifa es lo habitual y hay mucho que repartir". Después de la Exposición, una vez cumplida su misión, aquella empresa nunca ganó ningún otro concurso de envergadura, ni destacó nunca más en el mundo de los grandes eventos. Si hoy coloca usted la palabra "Telemundi" en el buscador Google, descubrirá con sorpresa que el buscador le corrige y le indica que usted ha querido decir "Telemundo". De Telemundi apenas quedan rastros, lo que lleva a sospechar que aquella empresa pudo haber sido algo así como un montaje efímero para extraer dinero de la Expo 92, por la vía legal de los royalties y la comercialización.
Siempre tuve la sensación de que Telemundi no era trigo limpio y que había mucha oscuridad detrás. Cuando abandoné la organizadora y me establecí en Sevilla como consultor, tras fundar un medio especializado en información sobre la Exposición, que se llamó "Dist News", los de Telemundi me tenían un miedo más que evidente. Pensaban que yo conocía algunos secretos y temían que los contara. Hasta llegaron a invitarme a que conociera un balneario de élite situado en los pirineos franceses. Un día me invitaron a una reunión donde se presentaron ante mi, como miembros de Telemundi, personas que fueron implicadas en la trama corrupta de FILESA y en el mismo proceso a la Expo 92.
Los de Telemundi estaban obsesionados con mi libertad de información y hicieron diabluras para conseguir que yo no informara de la trastienda de la sociedad. En realidad yo no podía informar de sus influyentes accionistas porque no tenía pruebas de nada, pero sí muchas sospechas e indicios. Terminaron comprando parte de mi boletín Dist News, a través de mi amigo Alfonso de Zunzunegui, el fundador de la agencia ALAS de publicidad y presidente de honor de la Fundación Institucional Española, un reducto de monárquicos y amigos del rey. Yo, al vender, no sabía que Telemundi estaba detrás de Zunzunegui. Aunque yo seguía controlando la mayoría de las acciones, los de Telemundi, al estar dentro, se sintieron más seguros y pensaron que yo nunca iba a revelar que detrás de esa empresa se ocultaban accionistas con inmenso poder.
Era tan oscura aquella trama de Telemundi que el juez Baltasar Garzón decretó en 1998 el bloqueo de las cuentas de la sociedad y ordenó la comparecencia como imputados, "para prevenir sus derechos", de los representantes legales de la entidad, Wolfgang Stein y Carlos Garcés. Garzón investigaba la licitud de 6.500 millones de pesetas en comisiones aparentemente cobrados por Telemundi como agente comercial de la Sociedad Estatal Expo 92, dentro de la causa abierta sobre la gestión económica de la Exposición Universal de Sevilla, originada por un informe del Tribunal de Cuentas, que detectó unas pérdidas de 35.000 millones de pesetas.
¡Que ingenuos éramos entonces! Mientras los españoles vivíamos aquel espíritu exultante de la Expo 92, sorprendidos ante la potencia y el brillo de aquella España potente, capaz de organizar al mismo tiempos una Exposición universal y unos juegos olímpicos, se estaban abriendo por detrás las puertas a la corrupción y al saqueo.
Dedicarle a Telemundi un capítulo de estas "Crónicas de la verdad" sobre Espo 92 era inevitable porque aquella extraña empresa reflejó como ninguna otra el afán de dinero que las instituciones y partidos del país tenían y cómo vieron en la Exposición la gran oportunidad de llenar sus alforjas. No todos los grandes negocios del 92 se hicieron a través de Telemundi, ni siquiera los más importantes, pero Telemundi era la ventana más visible y abierta de aquella trama, cuyos capítulos más suculentos fueron las grandes obras y las infraestructuras, como quedó demostrado después y dejaron entrever los informes del Tribunal de Cuentas.
Indagué mucho por aquellos días previos al 92 y descubrí que mientras la Expo había quedado "abierta" a los negocios del poder político español, los Juegos Olímpicos de Barcelona habían sido "adjudicados", también para negocios y expolios, al catalán Jordi Pujol y a su partido. Ahora, desde la distancia, se ve con claridad que mientras Sevilla quedó abierta a las comisiones y a las maniobras de partidos, sindicatos y grandes instituciones del Estado, los Juegos Olímpicos eran un negocio cuyo control perteneció a Pujol y sus secuaces, que, como la Historia ha demostrado, se hicieron ricos con el urbanismo y las obras, aunque en la comercialización pudieron "mojar" poco o nada porque aquello estaba copado por el también corrupto Comité Olímpico Internacional.
Francisco Rubiales
(Penúltimo artículo de la serie "Expo 92: crónicas de la verdad", con la que se pretende ofrecer un balance más exacto de lo que representó la Expo 92, más equilibrado y veraz que el edulcorado y parcial que ofrece la España oficial que está conmemorando el 25 aniversario de la gran Muestra Universal).
La dirección general del Patrimonio del Estado había aconsejado rescindir el contrato con esa empresa, pero ni se hizo y, según declaró Jacinto Pellón ante el juez, su contrato como exclusivista de la Exposición ni siquiera se revisó. La razón verdadera nunca se dijo, pero fue que detrás de Telemundí estaban escondidos poderes fuertes e intocables.
Telemundi cobraba royalties mas altos de lo habitual, pero uno de sus miembros directivos, cuando yo estaba dentro de la organizadora de la Exposición, me comento: "La tarifa es lo habitual y hay mucho que repartir". Después de la Exposición, una vez cumplida su misión, aquella empresa nunca ganó ningún otro concurso de envergadura, ni destacó nunca más en el mundo de los grandes eventos. Si hoy coloca usted la palabra "Telemundi" en el buscador Google, descubrirá con sorpresa que el buscador le corrige y le indica que usted ha querido decir "Telemundo". De Telemundi apenas quedan rastros, lo que lleva a sospechar que aquella empresa pudo haber sido algo así como un montaje efímero para extraer dinero de la Expo 92, por la vía legal de los royalties y la comercialización.
Siempre tuve la sensación de que Telemundi no era trigo limpio y que había mucha oscuridad detrás. Cuando abandoné la organizadora y me establecí en Sevilla como consultor, tras fundar un medio especializado en información sobre la Exposición, que se llamó "Dist News", los de Telemundi me tenían un miedo más que evidente. Pensaban que yo conocía algunos secretos y temían que los contara. Hasta llegaron a invitarme a que conociera un balneario de élite situado en los pirineos franceses. Un día me invitaron a una reunión donde se presentaron ante mi, como miembros de Telemundi, personas que fueron implicadas en la trama corrupta de FILESA y en el mismo proceso a la Expo 92.
Los de Telemundi estaban obsesionados con mi libertad de información y hicieron diabluras para conseguir que yo no informara de la trastienda de la sociedad. En realidad yo no podía informar de sus influyentes accionistas porque no tenía pruebas de nada, pero sí muchas sospechas e indicios. Terminaron comprando parte de mi boletín Dist News, a través de mi amigo Alfonso de Zunzunegui, el fundador de la agencia ALAS de publicidad y presidente de honor de la Fundación Institucional Española, un reducto de monárquicos y amigos del rey. Yo, al vender, no sabía que Telemundi estaba detrás de Zunzunegui. Aunque yo seguía controlando la mayoría de las acciones, los de Telemundi, al estar dentro, se sintieron más seguros y pensaron que yo nunca iba a revelar que detrás de esa empresa se ocultaban accionistas con inmenso poder.
Era tan oscura aquella trama de Telemundi que el juez Baltasar Garzón decretó en 1998 el bloqueo de las cuentas de la sociedad y ordenó la comparecencia como imputados, "para prevenir sus derechos", de los representantes legales de la entidad, Wolfgang Stein y Carlos Garcés. Garzón investigaba la licitud de 6.500 millones de pesetas en comisiones aparentemente cobrados por Telemundi como agente comercial de la Sociedad Estatal Expo 92, dentro de la causa abierta sobre la gestión económica de la Exposición Universal de Sevilla, originada por un informe del Tribunal de Cuentas, que detectó unas pérdidas de 35.000 millones de pesetas.
¡Que ingenuos éramos entonces! Mientras los españoles vivíamos aquel espíritu exultante de la Expo 92, sorprendidos ante la potencia y el brillo de aquella España potente, capaz de organizar al mismo tiempos una Exposición universal y unos juegos olímpicos, se estaban abriendo por detrás las puertas a la corrupción y al saqueo.
Dedicarle a Telemundi un capítulo de estas "Crónicas de la verdad" sobre Espo 92 era inevitable porque aquella extraña empresa reflejó como ninguna otra el afán de dinero que las instituciones y partidos del país tenían y cómo vieron en la Exposición la gran oportunidad de llenar sus alforjas. No todos los grandes negocios del 92 se hicieron a través de Telemundi, ni siquiera los más importantes, pero Telemundi era la ventana más visible y abierta de aquella trama, cuyos capítulos más suculentos fueron las grandes obras y las infraestructuras, como quedó demostrado después y dejaron entrever los informes del Tribunal de Cuentas.
Indagué mucho por aquellos días previos al 92 y descubrí que mientras la Expo había quedado "abierta" a los negocios del poder político español, los Juegos Olímpicos de Barcelona habían sido "adjudicados", también para negocios y expolios, al catalán Jordi Pujol y a su partido. Ahora, desde la distancia, se ve con claridad que mientras Sevilla quedó abierta a las comisiones y a las maniobras de partidos, sindicatos y grandes instituciones del Estado, los Juegos Olímpicos eran un negocio cuyo control perteneció a Pujol y sus secuaces, que, como la Historia ha demostrado, se hicieron ricos con el urbanismo y las obras, aunque en la comercialización pudieron "mojar" poco o nada porque aquello estaba copado por el también corrupto Comité Olímpico Internacional.
Francisco Rubiales
(Penúltimo artículo de la serie "Expo 92: crónicas de la verdad", con la que se pretende ofrecer un balance más exacto de lo que representó la Expo 92, más equilibrado y veraz que el edulcorado y parcial que ofrece la España oficial que está conmemorando el 25 aniversario de la gran Muestra Universal).