Colaboraciones

TRAMPANTOJOS


Nota



Es propósito inconcuso del menda lerenda urdir todos sus escritos no sólo de forma impecable, sino de modo implacable. Como siempre (casi siempre), independientemente de las lecturas (tres o treinta tres) que haga del texto, suele deslizársele, de manera indefectible, algún error u horror (cuando se percata de él), acostumbra a pregonar la añagaza que sigue. Él, que no es supersticioso (porque –es vaya de zumbón- dicen que da mala suerte), reconoce ser heredero indirecto y aun portador seguro de esta manía: como los indios navajos, que habían adquirido el hábito de tejer sus alfombras y tapices con alguna imperfección, para que sus respectivos espíritus no quedaran cautivos de ninguna de las confecciones que manufacturaban, él trenza sus urdiduras o urdiblandas con (alg)una tara, para que su estro no quede preso de ninguna de sus prosas.

Cuando a "Otramotro" su falta de memoria (suceso apodíctico y esporádico) suele jugarle o procurarle alguna mala pasada, para salir del mal trago o atolladero, acostumbra a recordar y repetir lo que respondió en cierta ocasión el general Ros de Olano. Otrora, al susodicho militar, que dio nombre al gorro o a la prenda que antes aparecía tanto en los crucigramas, ros, le preguntaron qué tesis quería defender, mantener o sostener en su obra “El doctor Lañuela”, novela de carácter esotérico, y él, poco más o menos, contestó: “Cuando la escribí, sólo dos, Dios y yo, lo sabíamos. Hoy sólo lo sabe uno, Dios”.



Ángel Sáez García


Franky  
Viernes, 28 de Octubre 2005