Forbes publica una lista de personas muy ricas. Algunas, como Fidel Castro, solo son pobres personas con mucho dinero. El dinero, no ganado ni merecido, solo es dinero. Su contenedor puede ser una apestosa talega mugrienta y mal oliente. Una piltrafilla cuyo único valor es el oro que contiene.
Pobres personas desalmadas, exentas de la espiritualidad ganada junto a su pan, de cada día, y el de su familia. Gente que se creen ricos en la virtualidad simulada de la posesión del bien propio y ajeno. Infelices que morirán tan pobres que ni siquiera pudieron disfrutar de la satisfacción del deber cumplido, por méritos de su propio esfuerzo y buen hacer. Pobre gente que solo conocen el placer de unas cifras bajo su nombre impreso en un extracto bancario.
Desgraciados cuyo botín lo tomaron de la escasa ración de supervivencia de los que, desde su carencia económica y de poder, sustentaron a los suyos y así mismos, observando el debido respeto a la legalidad de la justicia y a la legitimidad manada de un alma consolidada en su dignidad y riqueza espiritual.
Pobres hombres, siempre pobres e insaciables en su codicia, uncidos a un tesoro de sudores robados y que nunca será suficientemente grande como para recibir, de él, una pizca de paz y felicidad reservada a los que lo obtienen honestamente.
Clandestino
Pobres personas desalmadas, exentas de la espiritualidad ganada junto a su pan, de cada día, y el de su familia. Gente que se creen ricos en la virtualidad simulada de la posesión del bien propio y ajeno. Infelices que morirán tan pobres que ni siquiera pudieron disfrutar de la satisfacción del deber cumplido, por méritos de su propio esfuerzo y buen hacer. Pobre gente que solo conocen el placer de unas cifras bajo su nombre impreso en un extracto bancario.
Desgraciados cuyo botín lo tomaron de la escasa ración de supervivencia de los que, desde su carencia económica y de poder, sustentaron a los suyos y así mismos, observando el debido respeto a la legalidad de la justicia y a la legitimidad manada de un alma consolidada en su dignidad y riqueza espiritual.
Pobres hombres, siempre pobres e insaciables en su codicia, uncidos a un tesoro de sudores robados y que nunca será suficientemente grande como para recibir, de él, una pizca de paz y felicidad reservada a los que lo obtienen honestamente.
Clandestino