El presidente de nuestro Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, está empeñado en rendir homenaje a la II República. Es un loable y justo deseo, que compartimos, porque aquellos republicanos perdieron la guerra y no pudieron defender sus intenciones y esfuerzos. Sin embargo, sería un error idealizar aquella II República, sin reconocer que, además de ser receptora de muchas buenas intenciones, también fue un cúmulo de despropósitos y de actitudes totalitarias.
Zapatero y otros muchos que tienden a idealizar aquella etapa de la Historia de España deberían meditar las palabras pronunciadas por el dirigente socalista Indalecio Prieto, quien, tras hacer examen de conciencia en el exilio, reconoció: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el partido socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria”.
Zapatero y otros muchos que tienden a idealizar aquella etapa de la Historia de España deberían meditar las palabras pronunciadas por el dirigente socalista Indalecio Prieto, quien, tras hacer examen de conciencia en el exilio, reconoció: “Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el partido socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro como culpa, como pecado, no como gloria”.