Hay dos cosas que se oponen a ese dominio absoluto: el cristianismo y la democracia, que es consecuencia de éste. El cristianismo establece que, al ser hijos de Dios, somos libres y por tanto, responsables de nuestros actos y como necesitamos una organización social, puesto que somos seres sociales, la consecuencia lógica es la democracia, que es la que más garantiza esa libertad natural que tenemos.
Por tanto, son dos frentes de lucha: por un lado desprestigiar el cristianismo y por otro corromper la democracia, de forma que los pueblos vean como salida natural la tiranía.
De momento lo llevan muy bien, aunque les están saliendo algunos escollos y tal vez el principal sea una conciencia mundial que deja a la vista su bajeza, corrupción y ambición sin límites. Pensaron en un principio que la forma más fácil de lograrlo era creando un mundo unipolar, que daría paso a un gobierno mundial y a la tiranía definitiva, pero el mundo se hizo multipolar y eso les obligó a cambiar de estrategia.
El caso de España es especial, porque siempre se caracterizó por la defensa del cristianismo y por tanto implantó esa cosmovisión en los sitios donde gobernó. No es que en América fueran católicos, que lo eran, sino que eran españoles con los mismos derechos que los peninsulares, como corresponde a esa cosmovisión, que contrasta totalmente con el resto de las cosmovisiones, que consideran a los pueblos sometidos como inferiores.
De modo que todo el interés estuvo en destruir esa filosofía de vida. En América casi lo consiguieron con la independencia, pero en España, tal vez por las luchas económicas entre franceses e ingleses, lo único que lograron fue la destrucción económica, pero no el alma del pueblo. Entre finales del XIX y principios del XX hubo una recuperación, que ya se ocuparon los políticos de eliminarla, culminando en la república. Si el frente popular hubiera seguido sin oposición, lo habrían logrado y tras la II Guerra Mundial, ahora seríamos como el resto de Europa, países nihilistas, sometidos al globalismo y a la espera de ese gobierno mundial.
En estos momentos casi han conseguido su objetivo, el primero humillar a España, porque fue la única fuerza que se opuso a sus deseos. Aquí la revolución francesa encontró la máxima oposición, por ejemplo. La gran esperanza que les supuso el frente popular, fue derrotada. Franco les frenó en seco, pero a su muerte empezaron a imponerse, con la ayuda de partidos políticos traidores.
La conquista de España les está costando mucho esfuerzo. Han tenido que hacerla muy rápido, tanto que una parte de los españoles entienden que este camino nos lleva al desastre y aunque dominan todo el poder, esa parte del pueblo rebelde, les entorpece mucho.
En esa parte del pueblo que se opone a la tiranía de los multimillonarios y los políticos corrompidos militamos los de este blog Voto en Blanco y llamamos Resistencia a nuestro ejército de demócratas y amantes de Dios, España y de los valores eternos.
Tal y como están las cosas, si el globalismo se impone en el mundo, los españoles no tenemos nada que hacer. Pero nuestra misión como nación y como pueblo libre consiste en sustituir a la chusma que manda por gente decente, democrática y con amor a la libertad, a España y a los valores.
Vanlop y Francisco Rubiales
Por tanto, son dos frentes de lucha: por un lado desprestigiar el cristianismo y por otro corromper la democracia, de forma que los pueblos vean como salida natural la tiranía.
De momento lo llevan muy bien, aunque les están saliendo algunos escollos y tal vez el principal sea una conciencia mundial que deja a la vista su bajeza, corrupción y ambición sin límites. Pensaron en un principio que la forma más fácil de lograrlo era creando un mundo unipolar, que daría paso a un gobierno mundial y a la tiranía definitiva, pero el mundo se hizo multipolar y eso les obligó a cambiar de estrategia.
El caso de España es especial, porque siempre se caracterizó por la defensa del cristianismo y por tanto implantó esa cosmovisión en los sitios donde gobernó. No es que en América fueran católicos, que lo eran, sino que eran españoles con los mismos derechos que los peninsulares, como corresponde a esa cosmovisión, que contrasta totalmente con el resto de las cosmovisiones, que consideran a los pueblos sometidos como inferiores.
De modo que todo el interés estuvo en destruir esa filosofía de vida. En América casi lo consiguieron con la independencia, pero en España, tal vez por las luchas económicas entre franceses e ingleses, lo único que lograron fue la destrucción económica, pero no el alma del pueblo. Entre finales del XIX y principios del XX hubo una recuperación, que ya se ocuparon los políticos de eliminarla, culminando en la república. Si el frente popular hubiera seguido sin oposición, lo habrían logrado y tras la II Guerra Mundial, ahora seríamos como el resto de Europa, países nihilistas, sometidos al globalismo y a la espera de ese gobierno mundial.
En estos momentos casi han conseguido su objetivo, el primero humillar a España, porque fue la única fuerza que se opuso a sus deseos. Aquí la revolución francesa encontró la máxima oposición, por ejemplo. La gran esperanza que les supuso el frente popular, fue derrotada. Franco les frenó en seco, pero a su muerte empezaron a imponerse, con la ayuda de partidos políticos traidores.
La conquista de España les está costando mucho esfuerzo. Han tenido que hacerla muy rápido, tanto que una parte de los españoles entienden que este camino nos lleva al desastre y aunque dominan todo el poder, esa parte del pueblo rebelde, les entorpece mucho.
En esa parte del pueblo que se opone a la tiranía de los multimillonarios y los políticos corrompidos militamos los de este blog Voto en Blanco y llamamos Resistencia a nuestro ejército de demócratas y amantes de Dios, España y de los valores eternos.
Tal y como están las cosas, si el globalismo se impone en el mundo, los españoles no tenemos nada que hacer. Pero nuestra misión como nación y como pueblo libre consiste en sustituir a la chusma que manda por gente decente, democrática y con amor a la libertad, a España y a los valores.
Vanlop y Francisco Rubiales