Colaboraciones

TENSIÓN EN EL CONO SUR





El proyecto de construir dos fábricas de celulosa (materia prima imprescindible para la fabricación de papel) por parte del Gobierno uruguayo en la localidad de Fray Bentos, sobre el río homónimo –al que Borges llamó “el río inmóvil”-, límite geográfico de ambas naciones del Plata, Argentina y Uruguay, ha desencadenado una tensión en la zona que no se vivía, si me permiten la licencia, desde que el Graf Spee, acorazado nazi de gran potencia mortífera, se ocultó en el puerto de Montevideo intentando escapar de la persecución de varios buques aliados. La historia concluyó con la autodestrucción del poderoso navío, ordenada por el capitán alemán para que no cayera en manos enemigas.

El conflicto suscitado es aparentemente medioambiental –las papeleras tienen muy mala prensa y suelen contaminar, en mayor o menor medida-, aunque ha traspasado estos límites y se ha convertido en un delicadísimo entuerto político y diplomático que afecta, nada más ni nada menos, que a la propia credibilidad del MERCOSUR. En los últimos días, el ex presidente argentino Raúl Alfonsín incluso ha llegado a manifestar que “si esta disputa no se resuelve adecuadamente, el propio MERCOSUR se encuentra en peligro”.

Veamos los antecedentes. Uruguay comenzó con el proceso de forestación en los años 80 –o sea, hace más de 20 años- con la convicción de que lograría, en el futuro, inversiones de papeleras. Por su parte, en Argentina, como recuerda en un magnífico artículo en “La Nación” Joaquín Morales Solá, uno de los mejores analistas argentinos, “el problema de esas fábricas sólo es importante para algunas ciudades del Litoral argentino”. La localización de las plantas de celulosa, sobre la parte uruguaya del río Uruguay, ha desatado, sobre todo en la provincia argentina de Entre Ríos, situada en el noreste argentino, el miedo ciudadano a una contaminación del citado curso fluvial. La situación ha llegado a tal extremo que vecinos argentinos de la zona y pequeños pero muy activos grupos de ecologistas han llegado a bloquear –desde hace casi 30 días- dos de los tres puentes que unen por carretera ambos países, lo que ha generado pérdidas económicas a ambos lados y un caos en las comunicaciones desconocido hasta el momento.

Dos empresas, la española Ence –denunciada en otras ocasiones por contaminar-, y la finlandesa Botnia, que poseen algo más de 110.000 hectáreas de plantaciones, son las promotoras de ambas plantas. Hasta ahora habían estado calladas, aunque en los últimos días han salido a la palestra para defender el proyecto a través de solicitadas pagadas en los principales periódicos, especialmente argentinos.

Dicen que las disputas entre hermanos pueden ser terribles, y ésta va camino de convertirse en un drama con secuelas irreparables. Los uruguayos aseguran que las fábricas tienen una tecnología muy avanzada, que las plantas cumplen los requisitos ecológicos internacionales, y que no contaminarán. Ante esta opinión, los argentinos afirman que sus vecinos uruguayos deberían detenerse un momento –no avanzar con las obras, Kirchner pidió que se paralizaran durante 90 días-, mostrar las comprobaciones que dejan clara la no contaminación, y acordar con ellos las inspecciones y controles futuras. Todo ello a cambio de liberar los puentes ahora “tomados”. También aseguran que el accionar de los uruguayos viola el tratado internacional del río Uruguay, que obliga a una gestión compartida.

Lo cierto es que hasta un presidente considerado un hombre moderado, amable, con cintura política y alejado de protagonismos innecesarios, como el uruguayo Tabaré Vázquez, ha perdido su proverbial tranquilidad. Le va mucho en el envite, porque en Uruguay este tema ha calado en toda la sociedad, que considera una intolerable intromisión argentina –el hermano mayor al que hay que aguantar, a veces muy a pesar nuestro- en el manejo de asuntos internos uruguayos.

Moratinos ha estado hace poco mediando por allí. No se conocen los resultados, pero parece que no ha logrado mucho. El nivel de discordia es tal que, hacia finales de marzo o principios de abril, se espera la visita en la zona de Tarja Halonen, jefa del Estado finlandés. Desde luego, no es Finlandia un país considerado poco respetuoso con el medio ambiente, pero esta visita tendrá como objetivo, sin duda, apuntalar el proyecto tal como lo defienden los uruguayos, los más interesados en el desarrollo del mismo. No obstante, y como afirma el citado Morales Solá, “la mancha del conflicto se extiende peligrosamente. Brasil acaba de anunciar la posible construcción de otra papelera en el río compartido. Paraguay está a punto de reclamar por una papelera argentina en Puerto Piray, sobre el río también compartido. Y Chile comenzó a usar barcos para su relación comercial con Uruguay, porque el corredor bioceánico seco –en que une Chile, la Argentina y Uruguay- está obturado en Gualeguaychú y en Colón”. O sea, esta tensión bien podría contaminar, nunca mejor dicho, a todo el Cono Sur.

Discursos belicosos no escuchados en los últimos decenios, pérdida de la moderación en todos lo sentidos, poco ánimo de conciliación, y, sobre todo, ver quién da el primer paso para comenzar a destrabar una disputa en la que ha intervenido hasta el reconocido escritor uruguayo Mario Benedetti, apoyando a su Gobierno e incluso llegando a afirmar que “el gobernador de la provincia de Entre Ríos, Busti, había solicitado importantes +coimas+ a las empresas responsables de las obras para poder continuar con los trabajos”. Jorge Busti le respondió afirmando que “leían mucho por aquellos pagos a Benedetti, pero que en esta cuestión la razón no estaba de su parte”.

Algunos analistas, como el propio Solá y otros, afirman que el primer paso lo debe dar “el más grande, al menos en tamaño de país”. Y éste es Argentina. “No se trata”, afirman, “de ver quién tiene la razón. Se trata de la generosidad que obliga al más grande y de la situación social y política interna”.

Los uruguayos ya han solicitado, y conseguido, la mediación de la OEA (Organización de Estados Americanos), para que se termine el corte de las estratégicas rutas desde Argentina, a lo que los ciudadanos de aquel país en la zona se oponen rotundamente. Desde luego, los gobiernos deberían reanudar el diálogo prácticamente interrumpido, y las propias empresas aportar pistas para la solución (puede que sea el motivo de la visita de la Jefa del Estado finlandés). Lo otro es la disputa en La Haya, el larguísimo “camino de la Ley”, con asfixias económicas, nuevas alianzas políticas poco beneficiosas para alguna de las partes, desinversiones y parálisis del MERCOSUR. O sea, casi un proceso de autodestrucción, como sucedió con el legendario Graf Spee.


Eduardo Caldarola de Bello

Franky  
Martes, 7 de Marzo 2006
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