El leninismo ha infectado a casi todos los partidos y es una plaga en la política española, pero lo mas sorprendente es que el partido mas leninista de España es el Partido Popular, que no disimula la elección de sus dirigentes y cargos por el método del "dedo", sin disimulo y sin organizar espectáculos pseudodemocráticos como las primarias y otros peocesos de elección mas acordes con la democracia.
Rajoy fue designado por el dedo de Aznar, que a su vez fue designado por Fraga. La adicción al "dedazo" es congénita en el PP, un partido que incumple, sin disimulo y sin pudor alguno, con el mandato constitucional que obliga a los partidos políticos españoles a practicar la democracia interna.
El dedo de Rajoy prescindió del presidente de la comunidad de Madrid, Ignacio González, eligió a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes como candidatas a la alcaldía y a la comunidad de Madrid, respectivamente, y decidió también que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, volviera a ser la candidata, a pesar de que llevaba 24 años siendo alcaldesa. Gracias al misterioso pero implacable "dedo" de Rajoy, el candidato del PP en Andalucía fue Juanma Moreno, un perfecto desconocido con encefalograma político casi plano. El último "dedazo" es Albiol, la última reserva del PP en Cataluña.
El verticalismo piramidal del PP no tiene parangón en la izquierda europea ni, por supuesto, en la derecha. Para encontrar un comportamiento tan autoritario y vertical de un líder habría que remontarse a los tiempos de la desaparecida Unión Soviética o a la República Democrática Alemana, donde los jefes del partido único mandaban como dioses.
El PP no disimula que es una organización política vertical, jerarquizada y puramente leninista, como hacen otros partidos que tienen la misma vocación pero que al menos sienten vergüenza de comportarse como una estructura tiránica en un país que se autoproclama democrático, aunque en modo alguno lo es. Al PP se le puede acusar de ser una caverna sometida al dictado del líder supremo, pero no de ser hipócrita. Su líder se comporta como un fürher y no lo disimula, ni parece que sienta vergüenza.
Los dirigentes del PP saben que la única forma de prosperar en el partido es ser amigo de Rajoy, un tipo que a pesar de su apariencia de frío, es celoso e implacable y solo admite sumisión y obediencia de sus colaboradores.
Hay decenas de dirigentes del PP que tienen el alma en un vilo porque Rajoy no se ha pronunciado sobre su futuro y no saben si serán candidatos o serán defenestrados. Ni Fernando VII tuvo tanto poder sobre sus súbditos.
El leninismo no es el único "tic" antidemocrático del PP, un partido de derecha, intervencionista y sin un gramo de liberalismo en su ADN. Mucho mas grave es su desprecio al ciudadano y su interpretación perversa de la democracia, que les permite gobernar como si tuvieran un "cheque en blanco" en el bolsillo, que les permite hacer lo que quieran, desde el momento en que son elegidos y hasta que de nuevo se abren las urnas. Ese criterio, opuesto por completo a lo que es la democracia, les facilita muchas irregularidades y abusos de poder: gobernar en contra de la voluntad popular, marginar a los ciudadanos apartándolos de la participación política y de todo proceso de influencia y toma de decisiones, incumplir las promesas electorales, pactar con sus adversarios, si necesitan sus votos, mentir cuando les conviene y jamás rendir cuenta ni a los ciudadanos ni al Congreso, sino al partido en exclusiva.
Si el leninismo siempre ha sido una de las grandes brutalidades de la política mundial mas dañinas para el ciudadano y la democracia, cuando lo practica un partido de derecha, se convierte, además, en una monstruosa estupidez.
Rajoy fue designado por el dedo de Aznar, que a su vez fue designado por Fraga. La adicción al "dedazo" es congénita en el PP, un partido que incumple, sin disimulo y sin pudor alguno, con el mandato constitucional que obliga a los partidos políticos españoles a practicar la democracia interna.
El dedo de Rajoy prescindió del presidente de la comunidad de Madrid, Ignacio González, eligió a Esperanza Aguirre y a Cristina Cifuentes como candidatas a la alcaldía y a la comunidad de Madrid, respectivamente, y decidió también que la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, volviera a ser la candidata, a pesar de que llevaba 24 años siendo alcaldesa. Gracias al misterioso pero implacable "dedo" de Rajoy, el candidato del PP en Andalucía fue Juanma Moreno, un perfecto desconocido con encefalograma político casi plano. El último "dedazo" es Albiol, la última reserva del PP en Cataluña.
El verticalismo piramidal del PP no tiene parangón en la izquierda europea ni, por supuesto, en la derecha. Para encontrar un comportamiento tan autoritario y vertical de un líder habría que remontarse a los tiempos de la desaparecida Unión Soviética o a la República Democrática Alemana, donde los jefes del partido único mandaban como dioses.
El PP no disimula que es una organización política vertical, jerarquizada y puramente leninista, como hacen otros partidos que tienen la misma vocación pero que al menos sienten vergüenza de comportarse como una estructura tiránica en un país que se autoproclama democrático, aunque en modo alguno lo es. Al PP se le puede acusar de ser una caverna sometida al dictado del líder supremo, pero no de ser hipócrita. Su líder se comporta como un fürher y no lo disimula, ni parece que sienta vergüenza.
Los dirigentes del PP saben que la única forma de prosperar en el partido es ser amigo de Rajoy, un tipo que a pesar de su apariencia de frío, es celoso e implacable y solo admite sumisión y obediencia de sus colaboradores.
Hay decenas de dirigentes del PP que tienen el alma en un vilo porque Rajoy no se ha pronunciado sobre su futuro y no saben si serán candidatos o serán defenestrados. Ni Fernando VII tuvo tanto poder sobre sus súbditos.
El leninismo no es el único "tic" antidemocrático del PP, un partido de derecha, intervencionista y sin un gramo de liberalismo en su ADN. Mucho mas grave es su desprecio al ciudadano y su interpretación perversa de la democracia, que les permite gobernar como si tuvieran un "cheque en blanco" en el bolsillo, que les permite hacer lo que quieran, desde el momento en que son elegidos y hasta que de nuevo se abren las urnas. Ese criterio, opuesto por completo a lo que es la democracia, les facilita muchas irregularidades y abusos de poder: gobernar en contra de la voluntad popular, marginar a los ciudadanos apartándolos de la participación política y de todo proceso de influencia y toma de decisiones, incumplir las promesas electorales, pactar con sus adversarios, si necesitan sus votos, mentir cuando les conviene y jamás rendir cuenta ni a los ciudadanos ni al Congreso, sino al partido en exclusiva.
Si el leninismo siempre ha sido una de las grandes brutalidades de la política mundial mas dañinas para el ciudadano y la democracia, cuando lo practica un partido de derecha, se convierte, además, en una monstruosa estupidez.