Con la corrupción, los partidos recaudan dinero y poder. Corrupción no es sólo el robo de fondos y el enriquecimiento ilícito, como algunos creen. Corrupción es también muchas actuaciones y políticas que los partidos practican a diario con impunidad porque están permitidas por la ley española, como endeudarse sin medida, despilfarrar, engordar el Estado hasta hacerlo incosteable, crear instituciones y empresas públicas innecesarias, sin otro fin que colocar en ellas a los amigos y parientes, otorgar favores, concesiones, subvenciones y otras ayudas con arbitrariedad, violar el principio de igualdad de oportunidades y administrar el dinero público como si perteneciera a los políticos.
Si los partidos y los políticos españoles tuvieran que someterse a las reglas de la verdadera democracia, tendrían que cerrar porque la democracia les impediría enriquecerse ilícitamente, gobernar con opacidad, acumular poder, colocar en puestos públicos a los militantes y amigos, conceder contratos, subvenciones y favores a los amigos, acosar y aplastar a los adversarios y otras muchas prácticas que, aunque no estén tipificadas como delitos, son deleznables, inicuas y contrarias a la ética y a la democracia.
Habituados a anteponer constantemente sus propios intereses al bien común, los partidos políticos españoles no resistirían ni un día en una democracia auténtica, sin impunidad, sin privilegios desmedidos y en un Estado que obligara a respetar la moral y a las leyes.
Sin corrupción la prensa sería libre y crítica, lo que colocaría a los gobiernos contra las cuerdas, desnudos ante la opinión pública y sin poder imponer el engaño y la mentira. Quedarían paralizados los servicios, las obras públicas, la mayoría de los concursos y los mecanismos de concesión de subvenciones, ayudas y favores. Los partidos y sindicatos se arruinarían y el sector público se colapsaría porque ha sido diseñado para que el dinero oscuro lo engrase todo y la arbitrariedad reine por doquier.
La corrupción es la espina dorsal del sistema vigente en España. Sin ella, ni siquiera podría haber gobierno porque los partidos políticos están acostumbrados a gobernar en la arbitrariedad, la opacidad y el secreto, vicios que son antagónicos a la democracia.
Si la prensa fuera, como dicta la democracia, libre y crítica, el poder saltaría por los aires.
Si los acuerdos y pactos tuvieran que negociarse y aprobarse con luz y taquígrafos, no se realizaría ni uno. Los partidos, los políticos y el mismo sistema tendría que ser reseteado y rediseñado porque la política española ha sido concebida para que viva en un basurero, no en un ambiente de limpieza y transparencia.
Los dioses de la democracia son la libertad y los derechos y deberes ciudadanos, pero los dioses del sistema español son el oro y el poder.
Francisco Rubiales
Si los partidos y los políticos españoles tuvieran que someterse a las reglas de la verdadera democracia, tendrían que cerrar porque la democracia les impediría enriquecerse ilícitamente, gobernar con opacidad, acumular poder, colocar en puestos públicos a los militantes y amigos, conceder contratos, subvenciones y favores a los amigos, acosar y aplastar a los adversarios y otras muchas prácticas que, aunque no estén tipificadas como delitos, son deleznables, inicuas y contrarias a la ética y a la democracia.
Habituados a anteponer constantemente sus propios intereses al bien común, los partidos políticos españoles no resistirían ni un día en una democracia auténtica, sin impunidad, sin privilegios desmedidos y en un Estado que obligara a respetar la moral y a las leyes.
Sin corrupción la prensa sería libre y crítica, lo que colocaría a los gobiernos contra las cuerdas, desnudos ante la opinión pública y sin poder imponer el engaño y la mentira. Quedarían paralizados los servicios, las obras públicas, la mayoría de los concursos y los mecanismos de concesión de subvenciones, ayudas y favores. Los partidos y sindicatos se arruinarían y el sector público se colapsaría porque ha sido diseñado para que el dinero oscuro lo engrase todo y la arbitrariedad reine por doquier.
La corrupción es la espina dorsal del sistema vigente en España. Sin ella, ni siquiera podría haber gobierno porque los partidos políticos están acostumbrados a gobernar en la arbitrariedad, la opacidad y el secreto, vicios que son antagónicos a la democracia.
Si la prensa fuera, como dicta la democracia, libre y crítica, el poder saltaría por los aires.
Si los acuerdos y pactos tuvieran que negociarse y aprobarse con luz y taquígrafos, no se realizaría ni uno. Los partidos, los políticos y el mismo sistema tendría que ser reseteado y rediseñado porque la política española ha sido concebida para que viva en un basurero, no en un ambiente de limpieza y transparencia.
Los dioses de la democracia son la libertad y los derechos y deberes ciudadanos, pero los dioses del sistema español son el oro y el poder.
Francisco Rubiales