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Sin corrupción, el sistema y los partidos políticos españoles no podrían existir



Transparencia Internacional propuso no hace mucho a España 10 medidas para acabar con la corrupción, pero los políticos españoles no las aceptarán porque el sistema, con 17 taifas incontrolables y con partidos políticos sin frenos ni controles democráticos, es incompatible con la limpieza y fue diseñado para facilitar el saqueo.

Muchos ciudadanos y pensadores creen que la regeneración es algo posible en España y la exigen en sus comentarios, artículos y discursos, ignorando que la regeneración es imposible en una sistema que ha sido diseñado para que viva en la oscuridad, al margen de las reglas de la democracia y, muchas veces, fuera de la ley.

Sin la corrupción, ni el sistema ni los partidos político españoles podrían vivir. El sistema está diseñado para que se mueva en la oscuridad y la democracia es luz y transparencia. Si la luz preside y aclara los comportamientos y decisiones, el sistema revelaría sus inmundicias y se suicidaría.

Al carecer de ideología, de espíritu de servicio y de generosidad, los partidos políticos sólo son ya plataformas para prosperar y vivir bien, lo que les convierte en devoradores de poder, de dinero, de cargos y de privilegios, que es con lo que pagan la lealtad y el servicio a sus cargos, militantes y simpatizantes.

Para alcanzar una regeneración auténtica, el sistema tendría que ser reseteado o sustituido por una democracia auténtica.
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Con la corrupción, los partidos recaudan dinero y poder. Corrupción no es sólo el robo de fondos y el enriquecimiento ilícito, como algunos creen. Corrupción es también muchas actuaciones y políticas que los partidos practican a diario con impunidad porque están permitidas por la ley española, como endeudarse sin medida, despilfarrar, engordar el Estado hasta hacerlo incosteable, crear instituciones y empresas públicas innecesarias, sin otro fin que colocar en ellas a los amigos y parientes, otorgar favores, concesiones, subvenciones y otras ayudas con arbitrariedad, violar el principio de igualdad de oportunidades y administrar el dinero público como si perteneciera a los políticos.

Si los partidos y los políticos españoles tuvieran que someterse a las reglas de la verdadera democracia, tendrían que cerrar porque la democracia les impediría enriquecerse ilícitamente, gobernar con opacidad, acumular poder, colocar en puestos públicos a los militantes y amigos, conceder contratos, subvenciones y favores a los amigos, acosar y aplastar a los adversarios y otras muchas prácticas que, aunque no estén tipificadas como delitos, son deleznables, inicuas y contrarias a la ética y a la democracia.

Habituados a anteponer constantemente sus propios intereses al bien común, los partidos políticos españoles no resistirían ni un día en una democracia auténtica, sin impunidad, sin privilegios desmedidos y en un Estado que obligara a respetar la moral y a las leyes.

Sin corrupción la prensa sería libre y crítica, lo que colocaría a los gobiernos contra las cuerdas, desnudos ante la opinión pública y sin poder imponer el engaño y la mentira. Quedarían paralizados los servicios, las obras públicas, la mayoría de los concursos y los mecanismos de concesión de subvenciones, ayudas y favores. Los partidos y sindicatos se arruinarían y el sector público se colapsaría porque ha sido diseñado para que el dinero oscuro lo engrase todo y la arbitrariedad reine por doquier.

La corrupción es la espina dorsal del sistema vigente en España. Sin ella, ni siquiera podría haber gobierno porque los partidos políticos están acostumbrados a gobernar en la arbitrariedad, la opacidad y el secreto, vicios que son antagónicos a la democracia.

Si la prensa fuera, como dicta la democracia, libre y crítica, el poder saltaría por los aires.

Si los acuerdos y pactos tuvieran que negociarse y aprobarse con luz y taquígrafos, no se realizaría ni uno. Los partidos, los políticos y el mismo sistema tendría que ser reseteado y rediseñado porque la política española ha sido concebida para que viva en un basurero, no en un ambiente de limpieza y transparencia.

Los dioses de la democracia son la libertad y los derechos y deberes ciudadanos, pero los dioses del sistema español son el oro y el poder.


Francisco Rubiales


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Sábado, 4 de Febrero 2017
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