Información y Opinión

Sin certezas, somos cretinos y nos dominan



El principal objetivo de los gobiernos totalitarios o que aspiran a serlo es convertir a sus ciudadanos en borregos atolondrados fáciles de dominar. Sueñan con confundir a sus ciudadanos, arrebatarles las certezas e impedirles que reflexionen y sepan que están siendo gobernados por mafiosos sin ética.

Los gobernantes saben que los ciudadanos, sin certezas, se sienten confundidos y se hacen cretinos y fácilmente dominables.

Por eso, los que nos gobiernan mienten con tanta frecuencia.

Cuando mienten, no lo hacen para imponer sus mentiras sino para destruir la verdad y la certeza, sin las cuales el hombre se vuelve estúpido y la ciudadanía se torna rebaño.

El poder en España es un infierno de mentiras y la ciudadanía no reacciona, ni siquiera las asociaciones de la prensa, que soportan en silencio la compra de medios y periodistas, las mentiras del poder, las cuchilladas a la verdad y la censura que impone el sanchismo.
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Lo que Pedro Sánchez pretende al mentir como una ametralladora (más de 600 mentiras detectadas en los últimos cinco años), no es que tú creas que él es una buena persona, sino que seas incapaz de discernir si es bueno o malo.

El dictador sabe que sin certezas eres un cretino bastante perdido y desconcertado, lo que a él le facilita esclavizarte y expoliarte.

Creíamos que la información haría al hombre más libre, pero no sabíamos que la inflación de información, mezcladas la cierta y la falsa, lo que consigue es aturdir y empobrecer la libertad.

Cuando el poder consigue que el pueblo esté confundido y sin certezas, le es fácil también establecer que es verdad y que es mentira.

Los ciudadanos han sido tantas veces engañados y traicionados que ya no creen en nada: ni en los dirigentes políticos, ni en los medios de comunicación, ni en las grandes instituciones, ni en los médicos, ni en las vacunas, ni siquiera en las religiones.

Ante tanta ignominia y abuso de poder, al perder sus certezas y su confianza, el hombre se ha refugiado en la nada, la incredulidad y la desconfianza. El mundo, sin grandes principios y sin verdades que lo sostengan, es un desierto inhóspito que se muere. Nos han fallado los líderes y nos sentimos huérfanos, sin dioses, sin valores firmes, sin modelos a quien imitar, rodeados de canallas y falsos profetas.

Nunca antes la Historia atravesó una etapa como la actual, tan vacía de creencias, certezas y soportes. Los pueblos antiguos creían en sus dioses, en sus leyes, en sus ritos y en sus reyes y emperadores. Imperios como los de Egipto, Persia, Gracia, Roma, España, Inglaterra y Estados Unidos se forjaron en torno a certezas que hacían el papel de vigas maestras que sostenían el edificio de la vida. Grecia se hizo grande creyendo en la libertad y la democracia; Roma fue un gran imperio gracias a conceptos como la civilización y el derecho. España conquistó medio mundo creyendo en la cruz de Cristo. Pero ¿En que creemos ahora?

Ahora no creemos en nada. Los dioses nuevos, como el Estado que todo lo puede, los partidos políticos, la tecnología y la Ciencia, no han logado implantarse y los dioses antiguos están siendo empujados hacia el exterminio, La pandemia del Covid ha llenado el mundo de sospechas y los epidemiólogos, los políticos, los laboratorios farmacéuticos, las vacunas, los equipos de protección, los tests para detectar la enfermedad y las decisiones del poder están todos bajo sospecha. El mundo que nos han creado los poderosos es un infierno de oscuridad, inseguridad y sospecha.

El Apocalipsis describe con claridad los tiempos desérticos y sin certezas que preceden a la llegada del anticristo y la bestia. El mismo Maquiavelo lo predijo cuando afirmó que "Cuando el azar hace que el pueblo ya no confíe en nadie, habiendo sido engañado en el pasado por las cosas o los hombres, acaece necesariamente la ruina".

Nadie es mas culpable que los líderes políticos de la orfandad del mundo y del hundimiento de los valores. Han sido tan miserables y rastreros que han preferido construir un mundo poblado por borregos torpes, incultos, confundidos y asustados antes que enfrentarse a ciudadanos libres y pensantes, muchos mas difíciles de dominar.

El líder político es el mayor fracaso de la Humanidad. El poder viene fabricando esclavos y manadas de bovinos desde hace siglos pero nunca antes en la historia aprendió a hacerlo tan eficazmente como ahora.

Además de las certezas, han destruido también los valores que hacían grande al hombre y los han sustituido por vicios y vulgaridades, insuficientes para sostener el edificio humano. Fueron aniquilados el respeto, la libertad, la verdad, el apoyo mutuo y la decencia, mientras en su lugar se reforzaban el relativismo, la mentira, la envidia, la violencia, el deseo de dinero y la ambición, entre otros, todo ello adobado por un miedo que paraliza a los humanos y que, hábilmente gestionado por los poderosos, permite que los hombres y mujeres jamás se rebelen contra el mundo que ellos gobiernan, una pocilga plagada de arbitrariedad, desigualdad, desamparo, abandono de los débiles, riqueza para unos pocos y terror paralizante para casi todos.

El presente que vivimos es fruto del asqueroso trabajo de ingeniería realizado por los poderosos del mundo y sus sicarios políticos.

Por culpa del miserable liderazgo que controla el poder, la política como arte del buen gobierno y como instrumento para mejorar el mundo pertenece al pasado.

La política actual carece de alma y de valores, pero es rica en espectáculos y trucos: bosques de banderas, coches oficiales precedidos de motocicletas de escolta, aviones Falcon de los que se baja un mequetrefe arrogante y vacío de amor y solvencia, policías disfrazados de gorilas de acero, rostros interesados detrás del líder, chistes estudiados, promesas que nunca se cumplen, mentiras elaboradas, sonrisas de plástico, esposas sonrientes, grandes aplausos y una fe tan artificial como falsa en un liderazgo que una y otra vez se muestra incapaz de solucionar los problemas y de mejorar un mundo cada día mas corrupto, sucio e indecente.

¿Qué hacer para cambiar el rumbo del mundo y evitar la ya cercana colisión? Solo hay una solución: cultivar la rebeldía incansable y reconstruir los valores y las viejas certezas en los huertos humildes y casi escondidos de nuestros hogares. El mundo sólo cambiará si cambiamos los humanos. Si logramos que al menos uno de cada diez humanos sea decente y tenga fe en si mismo y en los grandes valores olvidados, el mundo mejorará y los canallas no podrán seguir imponiendo su estiércol y su ley de plomo y miedo.

Francisco Rubiales

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Jueves, 26 de Septiembre 2024
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