La encuesta publicada el 3 de octubre por el diario "El País" es tan demoledora que debería obligar a Zapatero a dimitir y a convocar elecciones anticipadas. Si, como es su deber, dimite ahora, tal vez resulte perdonado y se olviden sus innumerables errores, mentiras y daños causados, pero, si no lo hace, sería merecedor del más profundo desprecio y castigo de un pueblo al que el político socialista habrá causado daños casi irreparables, además de haberle arrebatado la prosperidad, la esperanza, la confianza y la sonrisa.
Los datos de la encuesta son sobrecogedores: la sociedad española, casi de manera unánime, le rechaza masivamente (El 75% rechaza la gestión de Zapatero y el 84% dice que no confía en él). Esa encuesta demuestra que la dimisión de Zapatero es deseada por casi 9 de cada diez españoles, lo que le convierte en el presidente de gobierno más rechazado por su pueblo en toda la democracia.
Los datos y las estadísticas demuestran que España es incapaz de salir de la crisis bajo el liderazgo de Zapatero, en el que tampoco confían los mercados. La prensa internacional ya airea la sospecha de que el gobierno que preside Zapatero habría mentido al presentar los datos sobre el déficit español, que podría ser del 17 por ciento del PIB, no del 4.1 por ciento, como afirma Zapatero.
En estas circunstancias, sin la confianza de su pueblo, de los mercados y de los principales líderes del mundo desarrollado, solamente un político sin conciencia, sensibilidad y dignidad puede aferrarse al cargo, como está haciendo Zapatero en estos momentos, condenando a España a apurar el cáliz de su ineptitud, su insensatez y su fracaso.
El fracaso de Zapatero es visible y de una crudeza extrema. Bajo su mandato, España ha perdido cohesión, prosperidad, valores, decencia y confianza, mientras la Constitución ha quedado hecha añicos por la vía de los hechos. Era España la octava potencia mundial y ya ocupa el puesto doce, perdiendo posiciones a rítmo de vértigo. Sus errores han sido garrafales y de consecuencias nefastas: mentir, negar la existencia de la crisis, adoptar medidas erróneas, comprar a precio de oro los votos que necesitaba para mantenerse en el poder, romper el principio de unidad constitucional, sembrar España de desigualdad y desconfianza, dividir a los españoles, alimentar el secesionismo y la disgregación, convivir alegremente con la corrupción y una larga lista de desatinos y dramas que han convertido a la España de Zapatero en un sucio guiñapo.
Si el fracasado Zapatero se empeña en mantenerse en el poder, a pesar del daño que causa a España con su simple presencia en la Moncloa, el rechazo actual se transformará en odio y el pueblo, cuando adquiera conciencia de su postración y del daño causado por su presidente, le exigirá que pague por su torpeza, ineptitud, dañina terquedad y mal gobierno.
Castigar de algún modo a Zapatero por su empecinamiento en seguir dañando al país será como una catarsis colectiva que España necesitará para emprender su camino hacia el futuro que necesita y anhela, marcado por la urgencia de la regeneración política y ética y por el resurgimiento de la confianza y la economía. El castigo a Zapatero y a todo lo que él representa de mala política, abuso de poder y comportamientos antidemocráticos y antiespañoles, será el ineludible punto de partida para la profunda regeneración que la destrozada España necesita.
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Los datos de la encuesta son sobrecogedores: la sociedad española, casi de manera unánime, le rechaza masivamente (El 75% rechaza la gestión de Zapatero y el 84% dice que no confía en él). Esa encuesta demuestra que la dimisión de Zapatero es deseada por casi 9 de cada diez españoles, lo que le convierte en el presidente de gobierno más rechazado por su pueblo en toda la democracia.
Los datos y las estadísticas demuestran que España es incapaz de salir de la crisis bajo el liderazgo de Zapatero, en el que tampoco confían los mercados. La prensa internacional ya airea la sospecha de que el gobierno que preside Zapatero habría mentido al presentar los datos sobre el déficit español, que podría ser del 17 por ciento del PIB, no del 4.1 por ciento, como afirma Zapatero.
En estas circunstancias, sin la confianza de su pueblo, de los mercados y de los principales líderes del mundo desarrollado, solamente un político sin conciencia, sensibilidad y dignidad puede aferrarse al cargo, como está haciendo Zapatero en estos momentos, condenando a España a apurar el cáliz de su ineptitud, su insensatez y su fracaso.
El fracaso de Zapatero es visible y de una crudeza extrema. Bajo su mandato, España ha perdido cohesión, prosperidad, valores, decencia y confianza, mientras la Constitución ha quedado hecha añicos por la vía de los hechos. Era España la octava potencia mundial y ya ocupa el puesto doce, perdiendo posiciones a rítmo de vértigo. Sus errores han sido garrafales y de consecuencias nefastas: mentir, negar la existencia de la crisis, adoptar medidas erróneas, comprar a precio de oro los votos que necesitaba para mantenerse en el poder, romper el principio de unidad constitucional, sembrar España de desigualdad y desconfianza, dividir a los españoles, alimentar el secesionismo y la disgregación, convivir alegremente con la corrupción y una larga lista de desatinos y dramas que han convertido a la España de Zapatero en un sucio guiñapo.
Si el fracasado Zapatero se empeña en mantenerse en el poder, a pesar del daño que causa a España con su simple presencia en la Moncloa, el rechazo actual se transformará en odio y el pueblo, cuando adquiera conciencia de su postración y del daño causado por su presidente, le exigirá que pague por su torpeza, ineptitud, dañina terquedad y mal gobierno.
Castigar de algún modo a Zapatero por su empecinamiento en seguir dañando al país será como una catarsis colectiva que España necesitará para emprender su camino hacia el futuro que necesita y anhela, marcado por la urgencia de la regeneración política y ética y por el resurgimiento de la confianza y la economía. El castigo a Zapatero y a todo lo que él representa de mala política, abuso de poder y comportamientos antidemocráticos y antiespañoles, será el ineludible punto de partida para la profunda regeneración que la destrozada España necesita.
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