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Si Rajoy fuera un demócrata, hoy sería presidente del gobierno



Los españoles necesitamos extraer enseñanzas de los episodios ocurridos desde el 20 de diciembre, de gran dureza para España. Si no aprendemos, con la fauna política existente, estamos muertos.

Rajoy ha dicho que no se ha equivocado, que no se arrepiente de nada y que volvería a hacer lo mismo. Lógico que diga eso porque es tan mediocre y elitista que desconoce muchas cosas: sus errores, la generosidad, la democracia, el servicio y la entrega. Tampoco se arrepiente Sánchez, otro pobre hombre sin valores y ajeno a la democracia, que fuera de la política seria, como mucho, vendedor en la planta de caballeros del Corte Inglés.

Todos los políticos han exhibido inoperancia, torpeza, ambición y mediocridad a raudales desde la jornada electoral del 20 de diciembre, pero nadie ha podido superar a Mariano Rajoy, el ganador de las elecciones. Si él hubiera sido un demócrata y se hubiera comportado como tal, hoy sería presidente del gobierno de España y nos habría ahorrado a todos mucho dinero, tiempo, vergüenza y una inmensa decepción, dañina para el país y el sistema.
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Rajoy es un miope casi cegato que no ve la realidad, ni reconoce sus errores, que son estruendosos. Dice que ha hecho lo correcto, pero vamos a explicarle por qué se ha equivocado como un bobo solemne.

¿Que habría hecho un demócrata después de las elecciones, ante el bloqueo creado por los partidos políticos? La respuesta es sencilla y obvia, aunque en España sean pocos los que entiendan: Rajoy, como ganador de las elecciones, tenía que haberse dirigido al pueblo para ganarse su apoyo, presentándole un programa de reformas y cambios atractivo e ilusionante. Pero Rajoy, que ni cree en la democracia ni conoce sus reglas, prefirió quedarse paralizado, indolente, herido como una dolorosa, sin explicar a nadie su proyecto, repitiendo como una cacatúa que es a él a quien le tocaba gobernar porque era el ganador de las elecciones.

¿Ganador cuando ha perdido tres millones de votos? En términos numéricos, sí, pero Rajoy ha sido un perdedor casi perfecto, un pobre hombre desprestigiado y carcomido por la corrupción en sus filas y la indolencia arrogante de su carácter.

Si Rajoy se hubiera dirigido a los españoles para explicarles su proyecto, para decirles que quiere acabar con la corrupción, que pretende cambiar las leyes para que los corruptos nunca salgan de la cárcel sin devolver el botín, que va a preservar la unidad de España por encima de todo y que va a eliminar los escandalosos aforamientos y reducir el insoportable tamaño de un Estado insostenible e incosteable, habría generado una corriente favorable de opinión entre la ciudadanía ante la que ni siquiera el PSOE podría haberse resistido.

Obligado por una opinión pública ilusionada y con deseos de salir del bloqueo, los socialistas habrían tenido que renunciar a su indefendible veto anti-Rajoy y habrían tenido que conformar un gobierno con el PP y Ciudadanos.

Aunque Rajoy no lo entienda, apelar al pueblo y pedir el apoyo de los ciudadanos sigue siendo la opción más noble y decente en cualquier democracia. Pero en España, donde la democracia es la gran ausente del "festival" de la política, al pueblo sólo se le reconoce el derecho a votar, nunca a decidir e influir.

Rajoy, por desgracia, no es un demócrata, ni cree en el pueblo, ni valora el papel del ciudadano en democracia. Él es un funcionario de élite que sólo cree en el Estado y que entiende la democracia como un mecanismo electoral del que surgen gobiernos que, con un cheque en blanco en el bolsillo, hacen lo que quieren durante la legislatura, sin rendir cuantas jamas a la ciudadanía.

Ese concepto de la democracia es inmoral, indecente y maligno porque prescinde del único valor que le da legitimad al sistema: el pueblo soberano.

No puede haber seguridad plena en que Rajoy, de haberse comportado como un demócrata, sería hoy presidente del gobierno, pero al menos habría vendido cara su piel, habría exhibido dignidad y habría hecho pagar a Sánchez muy caro su antidemocrático bloqueo y su boicot anti PP. Sánchez, si a pesar de todo se hubiera negado a pactar, sería hoy un apestado que hasta su propio partido querría apartar de la secretaría general.

El drama de España es complejo y polifacético: no hay políticos decentes, ni democráticos, ni con respeto al ciudadano, ni a las normas y reglas de la democracia. Solo abundan los arrogantes, los mediocres y los egoístas, habituados a convivir con la corrupción y a practicar el peor vicio posible en democracia: anteponer los intereses propios y del partido al bien común, un comportamiento que los convierte en ratas de alcantarillas. Pero en esa marea de mediocres y cretinos, los peores son los lobos con piel de oveja que predican democracia y esconden el peor totalitarismo liberticida detrás de su manto morado.

Francisco Rubiales


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Lunes, 25 de Abril 2016
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