Si alguien quiere contemplar con toda su crudeza una imagen real de lo que es hoy la España política, que viaje a Sevilla y camine por las calles y plazas rodeado de basura en descomposición. En Sevilla, como en la España política, la basura hace insoportable la respiración, las ratas proliferan y los ciudadanos, rehenes de huelguistas cafres y de políticos ineptos, son los que padecen el chantaje de unos y de otros.
En cualquier país democrático y serio de Europa, los huelguistas que se dedican a incumplir los servicios mínimos, a quemar contenedores y a destruir el mobiliario urbano habrian sido detenidos y encarcelados, mientras que otra empresa, contratada por el Ayuntamiento, habría evitado a los ciudadanos los riesgos para su salud y la terrible experiencia de tener que vivir rodeado de estiercol urbano.
Pero España es diferente y la incapacidad de su clase política y la ineficacia de sus leyes se manifiestan no sólo en un liderazgo que conduce al país hacia el fracaso y la ruina económica, sino también en una vida ciudadana en sus ciudades y pueblos marcada por el abuso de poder, la ineficacia de los dirigentes y el chantaje de unos trabajadores que, apoyados por sindicatos acostumbrados al dinero fácil y alejados del pueblo, no dudan en utilizar al ciudadano como rehen y maltratarlo para ganar sus batallas laborales.
La irresponsabilidad de los trabajadores de la basura y la incapacidad de los regidores municipales se unen para martirizar al ciudadano y sumir a la ciudad en el caos, la insalubridad y el asco, lo mismo que ocurre en la España política, donde los canallas, los corruptos y la clase política forman una amalgama caótica que está arruinando, hundiendo el país y creando las bases óptimas para que estalle un día no lejano un sangriento conflicto social del que los políticos serán los únicos responsables.
Sevilla, con motivo de la Expo 92, parecía que iba a entrar en el selecto grupo de ciudades competitivas y pujantes del mundo como destino de inversiones empresariales, de turismo y de congresos, pero, mal gobernada, desde entonces no ha hecho más que retroceder y volver a caer en el declive y la decadencia, hasta ostentar hoy un sucio record como capital andaluza de los desempleados, los nuevos pobres, los jóvenes frustrados y los sin techo.
En cualquier país democrático y serio de Europa, los huelguistas que se dedican a incumplir los servicios mínimos, a quemar contenedores y a destruir el mobiliario urbano habrian sido detenidos y encarcelados, mientras que otra empresa, contratada por el Ayuntamiento, habría evitado a los ciudadanos los riesgos para su salud y la terrible experiencia de tener que vivir rodeado de estiercol urbano.
Pero España es diferente y la incapacidad de su clase política y la ineficacia de sus leyes se manifiestan no sólo en un liderazgo que conduce al país hacia el fracaso y la ruina económica, sino también en una vida ciudadana en sus ciudades y pueblos marcada por el abuso de poder, la ineficacia de los dirigentes y el chantaje de unos trabajadores que, apoyados por sindicatos acostumbrados al dinero fácil y alejados del pueblo, no dudan en utilizar al ciudadano como rehen y maltratarlo para ganar sus batallas laborales.
La irresponsabilidad de los trabajadores de la basura y la incapacidad de los regidores municipales se unen para martirizar al ciudadano y sumir a la ciudad en el caos, la insalubridad y el asco, lo mismo que ocurre en la España política, donde los canallas, los corruptos y la clase política forman una amalgama caótica que está arruinando, hundiendo el país y creando las bases óptimas para que estalle un día no lejano un sangriento conflicto social del que los políticos serán los únicos responsables.
Sevilla, con motivo de la Expo 92, parecía que iba a entrar en el selecto grupo de ciudades competitivas y pujantes del mundo como destino de inversiones empresariales, de turismo y de congresos, pero, mal gobernada, desde entonces no ha hecho más que retroceder y volver a caer en el declive y la decadencia, hasta ostentar hoy un sucio record como capital andaluza de los desempleados, los nuevos pobres, los jóvenes frustrados y los sin techo.