Información y Opinión

Ser antisanchista es un deber



Ser antisanchista no es una opción, sino un deber para todo ciudadano que quiera ser decente, libre, demócrata y honrado. Es metafísicamente imposible defender el sanchismo y, al mismo tiempo, ser buena persona.

El sanchismo no es una ideología, ni una deformación del socialismo, sino una perversión, un cóctel de vicios, abusos y arbitrariedades que aleja a los humanos de la verdad, del amor, de Dios, de la decencia, de la justicia y del verdadero progreso, además de impedir formar parte de los ejércitos del bien y del lado positivo de la vida.

Los sanchistas odian a los que piensan distinto y acumulan contra ellos odio y rencor, tal como han hecho siempre los totalitarios, ya sean nazis, fascistas o comunistas.

El verdadero fascismo en España se llama "sanchismo", un mal que ha crecido como un cáncer en el corazón del socialismo español, que odia y daña más a la sociedad y a la nación que sus aliados en el poder: comunistas, independentistas, golpistas y herederos de ETA.
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El sanchismo está reñido con la verdad y miente por sistema, promete sabiendo que incumplira sus promesas, engaña y carece de palabra y honradez política. Utiliza la mentira y el insulto para generar odio, consciente de que el odio y el rencor le benefician. los promueve, Inclumple sus promesas y desprecia profundamente al pueblo, del que sólo le interesan los votos que le proporcionan el poder.

Prefiere repartir limosnas a crear puestos de trabajo. Odia a las empresas porque son libres, a pesar de que son las creadoras de empleo productivo y riqueza.

No cree en la democracia, ni en las urnas y si pudiera eliminaría las elecciones porque los sanchistas se creen con derecho a gobernar eternamente, un derecho que no reconocen a sus adversarios. El sanchismo cree que la democracia es un obstáculo que, por el momento, sólo por el momento, hay que soportar.

El sanchismo está estrechamente vinculado con las élites mundiales del globalismo y con los poderes que controlan el mundo desde la oscuridad. Si se le despoja de sus disfraces de democracia y solidaridad, se parece más al castrismo y a la tiranía bolivariana que a cualquier partido de izquierdas europeo. En capacidad de generar odio sólo es comparable con el comunismo leninista, que lo utilizó durante décadas para mantener sometida y asustada a la población de la URSS y de sus países satélites esclavos.

Creísteis a Pedro Sánchez cuando dijo que no pactaría con Bildu y volveis a creerle ahora, cuando promete casas y viajes baratos en tren. Nadie ha visto ni una sóla vivienda de las que prometió hace 18 meses a los damnificados del volcán, en La Palma. Con Pedro Sánchez, el problema no lo tiene el mentiroso, sino el incauto que le cree.

Sea o no sea un lacayo del infierno, como muchos aseguran, Pedro Sánchez es, por encima de toda duda, un pésimo gobernante, un promotor del mal que ha basado su poder en la mentira y la estafa a sus votantes, a los que prometió lo contrario de lo que ha hecho, un dinamitero al servicio del mal.

El sanchismo, gracias a la propaganda, que es lo que los fascistas y comunistas saben hacer mejor, ha ocultado sus errores, sus retrocesos y sus injusticias. Ha comprado a periodistas y medios con dinero público y ha utilizado a ese ejército corrompido para engañar y ocultar sus vicios y barbaridades. Aunque parezca increíble, en España no se habla de las relaciones con los líderes más corrompidos y brutales del planeta, entre ellos los de Venezuela y Cuba, El sanchismo acaba de condecorar al presidente terrorista de Colombia, Gustavo Petro, un tipo turbio, peligroso y sin un gramo de ética o democracia.

Los españoles han olvidado la multitud de actos corruptos del sanchismo, desde sus escándalos de corrupción como los EREs de Andalucía y los prostíbulos del Tito Berni a las maletas venezolanas recibidas por el ministro Ábalos en la noche de Barajas, cargadas de algo desconocido, pero con seguridad sucio y podrido. También se han olvidado las menores tuteladas por el Estado que fueron violadas en Mallorca y otros lugares bajo control socialista, la pésima y mortífera gestión de la pandemia, los crímenes de los inmigrantes, cuidadosamente ocultados, las barbaridades de los menas, la eliminación de delitos como el de la malversación, que frenaba a los políticos corruptos, los indultos injustos a los golpistas catalanes, los privilegios carcelarios de los asesinos de ETA, los beneficios de los violadores y pederastas por la Ley del "Sí es "Sí", el enriquecimiento inexplicable de decenas de miles de políticos y cargos públicos, el terrorífico monto de la deuda, las injusticias y comisiones en los contratos públicos, subvenciones y reparto de recursos, beneficiando siempre a los amigos del poder y castigando a los adversarios, y un largo etcétera que incluye la vergonzosa protección del gobierno a los ladrones de viviendas y la compra de lealtades y voluntades a los cientos de miles de corrompidos que viven ordeñando el Estado desde chiringuitos y empresas fantasmas.

El sanchismo es maldad en estado puro, injusticia, corrupción y vicio, todo ajeno al bien, a la democracia y al respeto humano. El sanchismo es promoción de la pobreza porque sólo los pobres votan a la izquierda. El sanchismo genera incultura porque sólo los incultos se someten a los tiranos.

Votar al sanchismo tampoco es una opción, aunque lo hará la parte más deteriorada de la nación, aquella que ha sido contaminada por la envidia, el odio y el rencor, junto a la que gracias a la leyes de memoria histórica han caído en la sucia trampa del sanchismo, interesado en recuperar el odio que nos llevó a la Guerra Civil, enfrentando a todos contra todos: a hombres con mujeres, a viejos con jóvenes, a pobres con ricos, a empleados con empresarios, a catalanes y vascos con el resto de los españoles y a los políticos corruptos con la ciudadanía democrática.

Francisco Rubiales


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Lunes, 8 de Mayo 2023
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