Miguel Higueras
A tres personas les reconozco haberme enseñado periodismo en grandes dosis: a Guido Fernández, desaparecido director de "La Nación", de San José (Costa Rica), a Francois Reitberger, periodista de Reuter, y a Miguel Higueras, que fue mi "jefe" en México, en 1974-75, cuando trabajábamos en la agencia EFE.
Acabo de terminar "Sentencias Salomónicas" (Ed. Visión-net, Madrid 2007), de Miguel Higueras, porque quería leerlo antes de abordar su nuevo libro "El viejo rio grande" (Ed. Almuzara, Córdoba 2007), y me he quedado sorprendido ante su calidad y solvencia. Escrito de manera desenfadada y con lenguaje sabio y socarrón, es, probablemente, la mejor lección de modernidad y de Educación para la Ciudadanía que uno pueda imaginar.
Higueras dice haber descubierto ahora el placer de escribir sobre lo irreal, pero escribió mucho y bien sobre lo real durante sus 30 años largos de periodismo activo en la agencia EFE.
En "Sentencias salomónicas" hay un personaje, llamado Salomón Cabeza Sagaz, también conocido como Alfonso Décimo, un tipo sabio que retrata al propio Higueras y que, como él, es capaz de abordar los asuntos más terribles con la sonrisa en los labios y con un envidiable sentido del humor. Salomón, junto con sus amigos Ramón Pichaymedia, el "Ditero" y otros, analizan en sus tertulias del bar del Pitorro los grandes temas que nos preocupan a todos: trabajo, seguridad, libertad, democracia, terrorismo, política, religión, salud, sexo, violencia..., aportando definiciones, tesis y soluciones cargadas de libertad, de imaginación y de osadía.
Reconozco que el libro me ha sorprendido por su lucidez y sabia contundencia. Es una obra convincente y cargada de lubricante intelectual, gracias al cual la verdad penetra sin esfuerzo en el cerebro, como un torrente.
A Salomón le preguntan sus compañeros si las elecciones sirven para algo y responde: "Hombre, según se mire, pero fui una vez por curiosidad a un colegio electoral y los votantes parecían tan contentos como si les hubiera tocado la lotería sin jugar y, al meter por la raja de la urna la papeleta, tenían la mirada turbia del que alcanza un orgasmo. Votar, me pareció, por lo menos les hacía pasar un buen rato, así que les sirvió para alegrarles el día. Y a los candidatos que ganan, desde luego las elecciones les sirven para vivir cuatro años como berracos capados".
Memorables son sus opiniones sobre la derecha y la izquierda, el liberalismo, la progresía y la religión. Los "diez mandamientos" de la nueva cultura "progre" española son certeros y terribles. No los reproduzco porque creo que a Miguel, que es un exquisito, no le gustará porque preferirá que sus textos sean leídos como deben leerse, desde el principio hasta el final, para que produzcan lo que me han producido a mí, un fascinante baño de sabiduría, lucidez, humor y libertad.
Acabo de terminar "Sentencias Salomónicas" (Ed. Visión-net, Madrid 2007), de Miguel Higueras, porque quería leerlo antes de abordar su nuevo libro "El viejo rio grande" (Ed. Almuzara, Córdoba 2007), y me he quedado sorprendido ante su calidad y solvencia. Escrito de manera desenfadada y con lenguaje sabio y socarrón, es, probablemente, la mejor lección de modernidad y de Educación para la Ciudadanía que uno pueda imaginar.
Higueras dice haber descubierto ahora el placer de escribir sobre lo irreal, pero escribió mucho y bien sobre lo real durante sus 30 años largos de periodismo activo en la agencia EFE.
En "Sentencias salomónicas" hay un personaje, llamado Salomón Cabeza Sagaz, también conocido como Alfonso Décimo, un tipo sabio que retrata al propio Higueras y que, como él, es capaz de abordar los asuntos más terribles con la sonrisa en los labios y con un envidiable sentido del humor. Salomón, junto con sus amigos Ramón Pichaymedia, el "Ditero" y otros, analizan en sus tertulias del bar del Pitorro los grandes temas que nos preocupan a todos: trabajo, seguridad, libertad, democracia, terrorismo, política, religión, salud, sexo, violencia..., aportando definiciones, tesis y soluciones cargadas de libertad, de imaginación y de osadía.
Reconozco que el libro me ha sorprendido por su lucidez y sabia contundencia. Es una obra convincente y cargada de lubricante intelectual, gracias al cual la verdad penetra sin esfuerzo en el cerebro, como un torrente.
A Salomón le preguntan sus compañeros si las elecciones sirven para algo y responde: "Hombre, según se mire, pero fui una vez por curiosidad a un colegio electoral y los votantes parecían tan contentos como si les hubiera tocado la lotería sin jugar y, al meter por la raja de la urna la papeleta, tenían la mirada turbia del que alcanza un orgasmo. Votar, me pareció, por lo menos les hacía pasar un buen rato, así que les sirvió para alegrarles el día. Y a los candidatos que ganan, desde luego las elecciones les sirven para vivir cuatro años como berracos capados".
Memorables son sus opiniones sobre la derecha y la izquierda, el liberalismo, la progresía y la religión. Los "diez mandamientos" de la nueva cultura "progre" española son certeros y terribles. No los reproduzco porque creo que a Miguel, que es un exquisito, no le gustará porque preferirá que sus textos sean leídos como deben leerse, desde el principio hasta el final, para que produzcan lo que me han producido a mí, un fascinante baño de sabiduría, lucidez, humor y libertad.