Mirenló eufórico y sonriente en Nueva York, mientras su país y el mundo entero luchan contra la ruína. La sospecha de que Zapatero se siente a gusto con la crisis y que, por esa razón, está feliz y no hace nada por mitigarla, toma cada día más cuerpo entre los analistas y observadores políticos y económicos españoles. ¿Cómo se puede bromear y exhibir humor y euforia mientras cientos de miles de españoles pasan del empleo y la tranquilidad al paro y al miedo? En términos ortodoxos, la crisis, para los radicales socialistas como Zapatero, es una derrota del liberalismo, del capitalismo y del mercado y una victoria del socialismo, que propugna la desaparición del mercado para que todo funcione bajo control estatal. Cuanto más avance la crisis, -afirman- más destruido y debilitado quedarán la libre empresa y el libre mercado, los mayores adversarios del socialismo, así como el mito de que sólo la libre empresa es capaz de crear empleo y riqueza.
A juzgar por las medidas que adopta contra la crisis, el gobierno que preside ZP también se siente agusto en la crisis. Prefieren ver cómo cierran miles de empresas antes que bajar impuestos como el de sociedades, que constituye un dogal para los negocios y la vida empresarial. Prefieren no cumplir con promesas firmes, como el aumento de las pensiones a las viudas o la ayuda a los ancianos e impedidos (Ley de Dependencia) antes que aflojar la presión fiscal sobre el ya agobiado país para que la economía, en crisis, se reactive. En lugar de flexibilizar el empleo, algo que facilitaría nuevas contrataciones, sobre todo de jóvenes, prefiere ordenar a los inspectores de Hacienda y a la policía, a espaldas de la opinión pública, como es su estilo, que recauden más a través de inspecciones y multas.
Me decía recientemente un socialista libre, que ya no milita en partido alguno pero que conserva buenos contactos en las altas esferas del PSOE, que Zapatero se ha sentido eufórico ante la masiva intervención del presidente Bush para salvar la principal economía capitalista del planeta y ahora la apoya porque, según él, esa intervención del gobierno norteamericano representa el fin del capitalismo y avala la tesis socialista de que el papel del Estado debe crecer y no menguar, como sostienen los liberales.
Nosotros, lógicamente, no estamos de acuerdo ni con el comportamiento frente a la crisis ni con ese análisis de ZP porque creemos que Bush, contrariamente a lo que hace la izquierda, no ha intervenido para fortalecer el poder del gobierno, como hace siempre la izquierda, sino para salvar el tejido empresarial, que es bien diferente, porque los norteaemricanos sí están plenamente convencidos de que sólo la libre empresa es capaz de crear empleo y prosperidad, mientras que los estados demasiado poderosos son fábricas de esclavos que únicamente generan totalitarismo, pobreza y sumisión.
A juzgar por las medidas que adopta contra la crisis, el gobierno que preside ZP también se siente agusto en la crisis. Prefieren ver cómo cierran miles de empresas antes que bajar impuestos como el de sociedades, que constituye un dogal para los negocios y la vida empresarial. Prefieren no cumplir con promesas firmes, como el aumento de las pensiones a las viudas o la ayuda a los ancianos e impedidos (Ley de Dependencia) antes que aflojar la presión fiscal sobre el ya agobiado país para que la economía, en crisis, se reactive. En lugar de flexibilizar el empleo, algo que facilitaría nuevas contrataciones, sobre todo de jóvenes, prefiere ordenar a los inspectores de Hacienda y a la policía, a espaldas de la opinión pública, como es su estilo, que recauden más a través de inspecciones y multas.
Me decía recientemente un socialista libre, que ya no milita en partido alguno pero que conserva buenos contactos en las altas esferas del PSOE, que Zapatero se ha sentido eufórico ante la masiva intervención del presidente Bush para salvar la principal economía capitalista del planeta y ahora la apoya porque, según él, esa intervención del gobierno norteamericano representa el fin del capitalismo y avala la tesis socialista de que el papel del Estado debe crecer y no menguar, como sostienen los liberales.
Nosotros, lógicamente, no estamos de acuerdo ni con el comportamiento frente a la crisis ni con ese análisis de ZP porque creemos que Bush, contrariamente a lo que hace la izquierda, no ha intervenido para fortalecer el poder del gobierno, como hace siempre la izquierda, sino para salvar el tejido empresarial, que es bien diferente, porque los norteaemricanos sí están plenamente convencidos de que sólo la libre empresa es capaz de crear empleo y prosperidad, mientras que los estados demasiado poderosos son fábricas de esclavos que únicamente generan totalitarismo, pobreza y sumisión.