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¿Se merece España una democracia?



Hay muchos expertos y estudiosos que piensan que España quizás no se merezca una democracia y que a un país tan obtuso y pasional le va mejor es una tiranía porque las dictaduras son para tiempos de emergencia y España es un país que parece vivir en permanente emergencia.
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Los romanos elegían un dictador en tiempos difíciles, cuando la república se jugaba su destino o cuando había que adoptar decisiones graves. Aquellas tiranías eran consentidas y valoradas, como paréntesis abiertos, por necesidad, en el sistema, que seguía siendo republicano y digno. Así fueron elegidos Mario y Sila, entre otros.

Quizás España se encuentre ahora en uno de esos momentos difíciles, con su unidad en peligro, con su convivencia cuestionada, corrompida, en riesgo de perder la prosperidad y sin líderes en los que confiar.

Este país tal vez no sepa votar y no se merezca la democracia. Cada vez que está en crisis y necesita a sus mejores cabezas, los ciudadanos eligen a imbéciles.

Cuando, como ocurre en España, a la escasa inteligencia, formación y aprecio por la libertad del pueblo se agrega un sistema político degradado y una clase dirigente sin valores y sin altura, entonces el desastre está casi garantizado.

Tras la muerte de Franco, cuando un sistema aparentemente democrático sustituyo a la dictadura, nadie explicó a los españoles que la democracia, mas que un sistema político es una cultura de convivencia y ejercicio de los derechos y deberes con responsabilidad. Aquella democracia falsa fue un disfraz de los poderosos de siempre para seguir mandando, elaborado desde arriba e impuesto con falsedad a una población que estaba deseosa de incorporarse al mundo democrático occidental.

Hoy podemos comprobar con tristeza que, en manos de un pueblo atolondrado y sin capacidad de discernir, embrutecido adrede por la propaganda y los intereses del poder, la democracia puede ser un suicidio. Cuando el poder es incapaz de regenerarse y de abandonar sus vicios, entonces la democracia, ya desactivada por los que mandan, es inútil. Muchos pensadores creen que para ese tipo de pueblos, incapaces de saber y apoyar lo que le conviene, quizás la mejor opción sea un tirano, un ciudadano con a mente clara y dotado de valores y decencia, elegido para que ponga orden y arregle los dramas de la nación, anrte la incapacidad de los políticos y del pueblo.

El destino de España, después de las elecciones del 20 de diciembre, parece bloqueado y en manos de tipos como el pasivo y abúlico Mariano Rajoy, el desenfrenadamente ambicioso Pedro Sánchez, el leninista Pablo Iglesias, el confuso Albert Rivera, el demente Artur Mas, la turba asamblearia de la CUP y muchos otros de similar estofa, algunos de ellos sospechosos de corrupción y de responsabilidad en estragos como haber permitido el saqueo del país, las corrupciones y las estafas perpetrados o tolerados por una clase política inepta, sin preparación, escasa de valores y desacreditada.

España es un pueblo fracasado porque se ha dejado dominar por una clase política que ni siquiera tiene altura para regentar una ferretería.

Los cuatro líderes mas destacados de España, a pesar de que ninguno de ellos se escapó del castigo y ninguno resultó vencedor en las elecciones, quieren gobernar y ni siquiera ha pasado por sus cabezas dimitir, ni siquiera los que han perdido mas de cinco millones de votos, como el popular y el socialista.

Rajoy, el tipo que ha generando la mayor deuda de la historia de España y las mas agudas desigualdades, quiere seguir mandando, cuando en cualquier país decenta habría dimitido empujado por el fracaso electoral. Del socialista Sánchez puede decirse lo mismo porque ha consechado los peores resultados de la Historia de su partido y quiere ocupar la Moncloa. Cualquier pueblo democrata y decente los correría a gorrazos por fracasados, torpes y ridículos, pero en España, donde la democracia y la dignidad están ausentes, los ineptos y los perdedores sacan pecho y se exhiben como pavos reales.

España, en estos momentos cruciales de su Historia, cuando el país se juega su destino, está en peligro de romperse y necesita regenerar urgentemente su sistema político y su estructura moral, necesitaría líderes fuertes, generosos y con sentido de Estado, capaces de gobernar con acierto, no pusilánimes o aventureros sin ideología ni conocimientos, sin otra guía que su propio interés, tipos habituados a anteponer sus propios intereses y los de sus partidos a lo que les demanda España.


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Martes, 29 de Diciembre 2015
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