En los principales think tanks de Estados Unidos están convencidos de que la actual división política del mundo en "derechas" e "izquierdas" está agonizando y que pronto, no después de una década, la verdadera división será la que separe a los países, partidos políticos, sociedades y gobiernos "demócratas" de los "autoritarios".
El cambio será el resultado de tres factores concretos: el recrudecimiento de la lucha entre Occidente y la hostil cultura islamista, que ha convertido a la democracia en el princiapl signo de identidad de Occidente, así como el princiapl elemento aglotinador de Occidente en esa guerra de civilizaciones.
La dificultad, cada día mayor, de diferenciar los programas de la derecha y de la izquierda, muy parecidos en realidad, sobre todo después de que la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la alternativa comunista soviética eliminara las ideologías y redujera la pugna entre partidos a procurar la felicidad a sus ciudadanos y a realizar una gestión más eficiente y acertada de los recursos.
El tercer factor, quizás el más importante, es la clarificación en la izquierda mundial y el descarado auge de la parte de la izquierda que no cree en la democracia y que ya aspira, abiertamente, a transformar el mundo desde el poder. Tradicionalmente dividida en dos bandos, el revolucionario (autoritario) y el democrático (reformista), la izquierda actual está viviendo un claro proceso de diferenciación entre las dos ramas tradicionales. Por una parte está la izquierda que quiere vivir dentro de la democracia, adaptándose a las reglas parlamentarias y a las elecciones libres, mientras que otra parte de la izquierda acentúa cad día su desprecio a la democracia y se alia con las fuerzas autoritarias del planeta, aquellas que creen que el mundo sólo puede transformarse desde el poder del Estado, que debe ser controlado de manera férrea por un gobierno de partido único con gran capacidad de poder y de dominio.
Ese enfrentamiento entre las dos izquierdas propiciará que unos permanezcan en la democracia y la abracen como su princiapal signo ideológico, mientras que otros estrechaán sus alianzas con los restos del totalitarismo y el autoritarismo, representado hoy por países como China, Viétnam, Cuba, Venezuela, Irán, Siria y otros.
La mayoría de los grandes pensadores políticos de Estados Unidos opinan que la actual división del mundo entre derecha e izquierda cerece de sentido porque es artificial e irreal, y que la verdadera gran frontera del futuro será la que separará a los demócratas de los autoritarios y déspotas.
Algunos se atrven, incluso a poner fecha al nuevo diseño de la política mundial y aseguran que el cambio se consolidará, probablemente, en la segunda década del presente siglo.
El cambio será el resultado de tres factores concretos: el recrudecimiento de la lucha entre Occidente y la hostil cultura islamista, que ha convertido a la democracia en el princiapl signo de identidad de Occidente, así como el princiapl elemento aglotinador de Occidente en esa guerra de civilizaciones.
La dificultad, cada día mayor, de diferenciar los programas de la derecha y de la izquierda, muy parecidos en realidad, sobre todo después de que la caída del Muro de Berlín y la desaparición de la alternativa comunista soviética eliminara las ideologías y redujera la pugna entre partidos a procurar la felicidad a sus ciudadanos y a realizar una gestión más eficiente y acertada de los recursos.
El tercer factor, quizás el más importante, es la clarificación en la izquierda mundial y el descarado auge de la parte de la izquierda que no cree en la democracia y que ya aspira, abiertamente, a transformar el mundo desde el poder. Tradicionalmente dividida en dos bandos, el revolucionario (autoritario) y el democrático (reformista), la izquierda actual está viviendo un claro proceso de diferenciación entre las dos ramas tradicionales. Por una parte está la izquierda que quiere vivir dentro de la democracia, adaptándose a las reglas parlamentarias y a las elecciones libres, mientras que otra parte de la izquierda acentúa cad día su desprecio a la democracia y se alia con las fuerzas autoritarias del planeta, aquellas que creen que el mundo sólo puede transformarse desde el poder del Estado, que debe ser controlado de manera férrea por un gobierno de partido único con gran capacidad de poder y de dominio.
Ese enfrentamiento entre las dos izquierdas propiciará que unos permanezcan en la democracia y la abracen como su princiapal signo ideológico, mientras que otros estrechaán sus alianzas con los restos del totalitarismo y el autoritarismo, representado hoy por países como China, Viétnam, Cuba, Venezuela, Irán, Siria y otros.
La mayoría de los grandes pensadores políticos de Estados Unidos opinan que la actual división del mundo entre derecha e izquierda cerece de sentido porque es artificial e irreal, y que la verdadera gran frontera del futuro será la que separará a los demócratas de los autoritarios y déspotas.
Algunos se atrven, incluso a poner fecha al nuevo diseño de la política mundial y aseguran que el cambio se consolidará, probablemente, en la segunda década del presente siglo.