España, con el éxito de su selección de futbol en la Eurocopa, cuya final disputará con Inglaterra el domingo próximo, vive cierta euforia ficticia que, al menos por el momento, hace olvidar el gran desastre de un país gobernado por personas sin ética y sin honor.
Pase lo que pase en España, el daño causado por Pedro Sánchez y sus seguidores es ya irreparable. El mal de la inmoralidad, la codicia y la falta de escrúpulos es cancerígeno, pues todos somos culpables. Por estúpidos, por indiferentes, por cobardes. Por soportar en la cumbre del Estado a corruptos con las riendas en la mano.
Del actual drama español es responsable un país que permite que miserables silben a su himno nacional y a su rey, escupan sobre nuestra bandera, que simboliza la unidad, y que corruptos encaramados al poder dividan la sociedad y la llenen de desconfianza, odio y pesimismo.
La tradicional alegría española se diluye en la baba ácida del socialismo corrupto sanchista.
España es cada día manos un país de gente alegre y brava y se transforma, empujada por una de las peores clases dirigentes del planeta, en una pocilga que parece diseñada para que vivan bien los ladrones de viviendas, los saqueadores y esquilmadores con impuestos injustos, los carteristas, los especuladores, los políticos desalmados y los inmigrantes ilegales que llegan cargados de odio y sin ánimo de integrarse.
Los jueces desconfían de los políticos, los periodistas tienen imagen de mercenarios, los policías actúan a veces como la cruel y famosa Stasi de la Alemania comunista, y los políticos, con la peor imagen del país, ya no gozan de la confianza y el respeto de los ciudadanos.
Esta es, por desgracia, la nueva imagen de España, que se abre paso cada día con más fuerza, impulsada por un gobierno corrupto e ineficaz y por una oposición de derecha moderada cada día más contaminada de cultura marxista y globalismo traidor.
La letrina española ya no se arregla con cambios de gobierno porque requiere un profundo y drástico reseteo y una refundación de su política, hasta que florezca algo que España desconece: una democracia de ciudadanos libres, guiados por políticos decentes.
Francisco Rubiales
Pase lo que pase en España, el daño causado por Pedro Sánchez y sus seguidores es ya irreparable. El mal de la inmoralidad, la codicia y la falta de escrúpulos es cancerígeno, pues todos somos culpables. Por estúpidos, por indiferentes, por cobardes. Por soportar en la cumbre del Estado a corruptos con las riendas en la mano.
Del actual drama español es responsable un país que permite que miserables silben a su himno nacional y a su rey, escupan sobre nuestra bandera, que simboliza la unidad, y que corruptos encaramados al poder dividan la sociedad y la llenen de desconfianza, odio y pesimismo.
La tradicional alegría española se diluye en la baba ácida del socialismo corrupto sanchista.
España es cada día manos un país de gente alegre y brava y se transforma, empujada por una de las peores clases dirigentes del planeta, en una pocilga que parece diseñada para que vivan bien los ladrones de viviendas, los saqueadores y esquilmadores con impuestos injustos, los carteristas, los especuladores, los políticos desalmados y los inmigrantes ilegales que llegan cargados de odio y sin ánimo de integrarse.
Los jueces desconfían de los políticos, los periodistas tienen imagen de mercenarios, los policías actúan a veces como la cruel y famosa Stasi de la Alemania comunista, y los políticos, con la peor imagen del país, ya no gozan de la confianza y el respeto de los ciudadanos.
Esta es, por desgracia, la nueva imagen de España, que se abre paso cada día con más fuerza, impulsada por un gobierno corrupto e ineficaz y por una oposición de derecha moderada cada día más contaminada de cultura marxista y globalismo traidor.
La letrina española ya no se arregla con cambios de gobierno porque requiere un profundo y drástico reseteo y una refundación de su política, hasta que florezca algo que España desconece: una democracia de ciudadanos libres, guiados por políticos decentes.
Francisco Rubiales