¿No le parece el modelo de asalto al Poder Judicial que está copiando Pedro Sánchez en España?
Se equivocan los que creen que Pedro Sánchez sólo está intentando mantenerse en el poder. Ese objetivo se le queda corto. Lo que está intentando es cambiar España y convertirla en una dictadura de partido único. Para conseguirlo está siguiendo, casi al pie de la letra, el manual ideado por Fidel Castro y probado con éxito en Cuba, Nicaragua y otros países totalitarios.
Cuando fui corresponsal de prensa en Cuba, entre los años 1975 y 1977, tuve el privilegios de conocer los orígenes de la estrategia de demolición de la democracia, ideada por Fidel y sus equipos de estrategia revolucionaria.
Después, uno de mis viejos amigos cubanos, miembro en el pasado de la alta jerarquía castrista, me contó con todo lujo de detalles como se fraguó y maduró la estrategia castrista del asalto a las democracias:
Un día llegó a Cuba el coronel venezolano Hugo Chávez, al que Fidel había encandilado con su verborrea y con sus estrategias de conquista del poder, hasta convencerlo de que tenía que convertirse en el "Fidel de Venezuela" y crear allí el embrión de lo que sería en el futuro una América teñida de rojo revolucionario.
Chávez llegaba preocupado porque todo indicaba que iba a perder las elecciones y el poder. Su popularidad había caído y su derrota en las urnas era segura. Cuando lloraba ante Fidel, el "comandante" le dijo: "Cuando un verdadero revolucionario toma el poder, como tú has hecho, no debe perderlo jamás y si lo pierde es que es un huevón".
A Chávez se le encendieron los ojos y le preguntó ¿Y cómo hago para ganar?
Siguieron hablando, sin testigos, durante más de cuatro horas, cenaron juntos y siguieron hablando. Al día siguiente, Chávez voló haca Caracas con todo un programa de actuación para conquistar el poder "para siempre", una estrategia pergeñada por Fidel, que la tenía madura en su despierta y febril mente.
Chávez, que ya tenía casi por completo el control de las fuerzas armadas, infiltradas por asesores cubanos, muchos de ellos expertos en inteligencia, fijó como primera meta la conquista del Poder Judicial.
Primero acusó a los jueces de estar corrompidos y al servicio de la oposición. Después los presionó personalmente, uno a uno, y asó logró comprar a algunos de ellos, a los que utilizó como arietes para romper la estructura de poder del Tribunal Supremo. Después nombró una comisión para investigar la inclinación de los jueces a la derecha. Finalmente se hizo con el poder judicial y lo utilizó como un martillo contra los opositores, a los que machacó y dejó indefensos.
Todo eso, mezclado con la propaganda enorme que el gobierno pagaba con dinero público, con la manipulación de la Historia, convirtiendo a Simón Bolívar en un revolucionario parecido a Hugo Chávez, con medidas populistas que beneficiaban a los más vulnerables y creando una élite comunista-chavista que detentaba todo el poder, sin fisuras, atiborrada de dinero y privilegios, integrada por altos funcionarios, políticos de su partido, militares, jefes policiales y todo ello regado con unos servicios de inteligencia expertos, aportados por sus amigos, los Castros de la Habana, le permitió hacerse con el poder en el país más rico y con mayores recursos naturales de América Latina, sobre todo petróleo.
Sendo periodista, jefe de la oficina de la Agencia EFE en la Habana, tuve la suerte de hablar algunas veces con Fidel, cuyas opiniones me sirvieron de mucho en mi trabajo. Fidel me apreciaba porque sabía que yo era entonces de izquierdas y sobre todo porque era español, un país al que los Castro adoraban, de donde procedían sus padres y abuelos gallegos. Estoy hablando del año 1975 hasta 1977, dos largos años peligrosos pero interesantes, desde la óptica periodística, y fascinantes por los descubrimientos y el conocimiento de las entrañas del monstruo comunista, gracias a los cuales me curé para siempre del estúpido y ciego izquierdismo juvenil.
Cuando Franco se moría me dijo Fidel que el futuro de España sería comunista y que los comunistas españoles tenían infiltrado al Ejercito, a través de los suboficiales de los cuarteles. Me preguntó que opinaba yo y le dije que España, tras la muerte de Franco, lo que quería es la democracia y que lo más seguro es que se incorporara a las democracias europeas, como una más.
Más tarde me dijo que estaba estudiando, junto con un grupo de intelectuales del partido comunista cubano, la forma de asaltar las democracia y me reveló que la mejor manera era conquistarla a través de las urnas y que una vez dentro del poder, cambiar las estructuras para no perderlo nunca más.
"Hay que hacerlo de manera pacífica, sin despertar la resistencia de los burgueses ni provocar a los imperialistas", me confesó. "La senda del alzamiento revolucionario armado siempre fracasará. Recuerda lo que le ocurrió al "Che" en Bolivia".
Después puso su tesis en práctica, con bastante éxito, en Angola, Mozambique, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y otros países, donde cosechó victorias y algunas derrotas.
Hoy, el enésimo discípulo del asalto castrista-chavista al poder democrático lo pilota Pedro Sánchez, que está poniendo en práctica lo que yo creo que es el "manual" que redactó Fidel para apoderarse del poder desde dentro y convertir las democracias en un corral comunista de esclavos, como era y es hoy la Cuba creada por los hermanos Castro.
Primero la conquista de los militares, a los que se les controla a través de los servicios de inteligencia, los negocios, las promociones y los ascensos, Hoy en España es casi imposible llegar a general si no eres adicto a las izquierdas. En segundo lugar hay que controlar las instituciones que pueden ser hostiles y en tercer lugar, neutralizar y después controlar el poder Judicial, sin el cual es imposible construir el castrismo-chavismo comunista.
En España hay algunos rasgos originales que han complicado y facilitado, al mismo tiempo, el asalto a la democracia, como son la pertenencia del país a la Unión Europea y a la OTAN, la figura del monarca y el aprovechamiento que hace el sanchismo del odio antiespañol de los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, que le prestan sus votos a cambio de dinero, concesiones y privilegios.
El resto es una vulgar, desgraciada y maligna copia aplicada de la senda chavista, que incluye comprar periodistas, potenciar la propaganda, ocultar verdades que dañan el proceso, corromper la sociedad, destrozar las clases medias y otros medios que están siendo utilizados para doblegar la grandeza, la libertad y la dignidad de la vieja y gran España.
Francisco Rubiales
Cuando fui corresponsal de prensa en Cuba, entre los años 1975 y 1977, tuve el privilegios de conocer los orígenes de la estrategia de demolición de la democracia, ideada por Fidel y sus equipos de estrategia revolucionaria.
Después, uno de mis viejos amigos cubanos, miembro en el pasado de la alta jerarquía castrista, me contó con todo lujo de detalles como se fraguó y maduró la estrategia castrista del asalto a las democracias:
Un día llegó a Cuba el coronel venezolano Hugo Chávez, al que Fidel había encandilado con su verborrea y con sus estrategias de conquista del poder, hasta convencerlo de que tenía que convertirse en el "Fidel de Venezuela" y crear allí el embrión de lo que sería en el futuro una América teñida de rojo revolucionario.
Chávez llegaba preocupado porque todo indicaba que iba a perder las elecciones y el poder. Su popularidad había caído y su derrota en las urnas era segura. Cuando lloraba ante Fidel, el "comandante" le dijo: "Cuando un verdadero revolucionario toma el poder, como tú has hecho, no debe perderlo jamás y si lo pierde es que es un huevón".
A Chávez se le encendieron los ojos y le preguntó ¿Y cómo hago para ganar?
Siguieron hablando, sin testigos, durante más de cuatro horas, cenaron juntos y siguieron hablando. Al día siguiente, Chávez voló haca Caracas con todo un programa de actuación para conquistar el poder "para siempre", una estrategia pergeñada por Fidel, que la tenía madura en su despierta y febril mente.
Chávez, que ya tenía casi por completo el control de las fuerzas armadas, infiltradas por asesores cubanos, muchos de ellos expertos en inteligencia, fijó como primera meta la conquista del Poder Judicial.
Primero acusó a los jueces de estar corrompidos y al servicio de la oposición. Después los presionó personalmente, uno a uno, y asó logró comprar a algunos de ellos, a los que utilizó como arietes para romper la estructura de poder del Tribunal Supremo. Después nombró una comisión para investigar la inclinación de los jueces a la derecha. Finalmente se hizo con el poder judicial y lo utilizó como un martillo contra los opositores, a los que machacó y dejó indefensos.
Todo eso, mezclado con la propaganda enorme que el gobierno pagaba con dinero público, con la manipulación de la Historia, convirtiendo a Simón Bolívar en un revolucionario parecido a Hugo Chávez, con medidas populistas que beneficiaban a los más vulnerables y creando una élite comunista-chavista que detentaba todo el poder, sin fisuras, atiborrada de dinero y privilegios, integrada por altos funcionarios, políticos de su partido, militares, jefes policiales y todo ello regado con unos servicios de inteligencia expertos, aportados por sus amigos, los Castros de la Habana, le permitió hacerse con el poder en el país más rico y con mayores recursos naturales de América Latina, sobre todo petróleo.
Sendo periodista, jefe de la oficina de la Agencia EFE en la Habana, tuve la suerte de hablar algunas veces con Fidel, cuyas opiniones me sirvieron de mucho en mi trabajo. Fidel me apreciaba porque sabía que yo era entonces de izquierdas y sobre todo porque era español, un país al que los Castro adoraban, de donde procedían sus padres y abuelos gallegos. Estoy hablando del año 1975 hasta 1977, dos largos años peligrosos pero interesantes, desde la óptica periodística, y fascinantes por los descubrimientos y el conocimiento de las entrañas del monstruo comunista, gracias a los cuales me curé para siempre del estúpido y ciego izquierdismo juvenil.
Cuando Franco se moría me dijo Fidel que el futuro de España sería comunista y que los comunistas españoles tenían infiltrado al Ejercito, a través de los suboficiales de los cuarteles. Me preguntó que opinaba yo y le dije que España, tras la muerte de Franco, lo que quería es la democracia y que lo más seguro es que se incorporara a las democracias europeas, como una más.
Más tarde me dijo que estaba estudiando, junto con un grupo de intelectuales del partido comunista cubano, la forma de asaltar las democracia y me reveló que la mejor manera era conquistarla a través de las urnas y que una vez dentro del poder, cambiar las estructuras para no perderlo nunca más.
"Hay que hacerlo de manera pacífica, sin despertar la resistencia de los burgueses ni provocar a los imperialistas", me confesó. "La senda del alzamiento revolucionario armado siempre fracasará. Recuerda lo que le ocurrió al "Che" en Bolivia".
Después puso su tesis en práctica, con bastante éxito, en Angola, Mozambique, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y otros países, donde cosechó victorias y algunas derrotas.
Hoy, el enésimo discípulo del asalto castrista-chavista al poder democrático lo pilota Pedro Sánchez, que está poniendo en práctica lo que yo creo que es el "manual" que redactó Fidel para apoderarse del poder desde dentro y convertir las democracias en un corral comunista de esclavos, como era y es hoy la Cuba creada por los hermanos Castro.
Primero la conquista de los militares, a los que se les controla a través de los servicios de inteligencia, los negocios, las promociones y los ascensos, Hoy en España es casi imposible llegar a general si no eres adicto a las izquierdas. En segundo lugar hay que controlar las instituciones que pueden ser hostiles y en tercer lugar, neutralizar y después controlar el poder Judicial, sin el cual es imposible construir el castrismo-chavismo comunista.
En España hay algunos rasgos originales que han complicado y facilitado, al mismo tiempo, el asalto a la democracia, como son la pertenencia del país a la Unión Europea y a la OTAN, la figura del monarca y el aprovechamiento que hace el sanchismo del odio antiespañol de los nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, que le prestan sus votos a cambio de dinero, concesiones y privilegios.
El resto es una vulgar, desgraciada y maligna copia aplicada de la senda chavista, que incluye comprar periodistas, potenciar la propaganda, ocultar verdades que dañan el proceso, corromper la sociedad, destrozar las clases medias y otros medios que están siendo utilizados para doblegar la grandeza, la libertad y la dignidad de la vieja y gran España.
Francisco Rubiales