La gente de bien, los hombres de buena voluntad sienten indignación por la supresión del festival de Navidad con sus villancicos y motivos cristianos tradicionales, en un colegio de Zaragoza, iniciativa zafia y nociva que se propaga por el territorio nacional: ya ha saltado hoy en el Instituto de Mijas (Málaga), y mañana más. La Conferencia Episcopal tacha de «ridícula» la decisión y el presidente del Gobierno, curiosamente, se muestra «sorprendido».
En Andalucía, ya, con la introducción de la nefasta LOGSE, que degradó al ínfimo la Enseñanza Media, entró a saco con los crucifijos de las aulas e instó el desgaste de la clase de religión y degradación de tales profesores. El laicismo beligerante suprime el acto navideño en sus aspectos cristianos, pero no, el periodo vacacional de estas fechas, pues eso ya les afecta de lleno a esos laicistas. Y, como siempre en estas cuestiones, la Consejería de Educación, lavándose y soslayando el asunto, afirma que «se está magnificando», que cada centro tiene autonomía «para determinar qué fiestas celebran y cómo las celebran».
Al respecto, la voz de episcopado y asociaciones de padres han señalado que se está confundiendo laicismo con aconfesionalidad; la decisión es «forzada y hasta ridícula». Así, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), dice que la Iglesia no entra en que el Estado sea laico, pero «esto no quiere decir que la sociedad sea aconfesional». Se está confundiendo lo público y estatal, afirma la Concapa, al considerar que la escuela pública tiene que seguir las consignas doctrinarias gubernamentales -sólo cuando vienen de la izquierda- olvidando que España es un estado aconfesional»; y aclara que aconfesional significa «respeto a todas las religiones en lugar de obstaculizar y poner trabas, especialmente cuando se trata de la religión católica, que es la mayoritaria en esta Nación». La confederación lamenta que «la intolerancia del laicismo promovido por el Gobierno» vuelva a «atacar la libertad de conciencia, religión y expresión».
La religión no perjudica, los villancicos religiosos no dañan, la Navidad no ofende, alegra y conforta el ánimo. Lesiona y perjudica el laicismo que destruye el arraigo de los valores humanos y morales con el fomento del relativismo; amenaza el ateísmo con su vacío y obscurantismo; damnifica el consumismo, el culto a los ídolos, la reverencia al dios Macmón; vulnera, al hombre y a la sociedad, la agresividad a flor de piel, la grosería campante y el avance de la violencia. La religión cristiana fundamenta el alma humana en la virtud y la bondad, fomenta el espíritu solidario, la entrega y el perdón y crea la conciencia del ser personal en un compromiso cierto y firme con Jesucristo que fue Caridad, Amor, “nadie tiene un amor más grande que Aquel que da la vida por los demás”; toda su vida fue amor y perdón y predicó el amor: “Amaos los unos a los otros, como yo os amé, en esto reconocerán que sois discípulos míos” (Jn 15,8). Si sólo fuera por cimentar el espíritu del hombre y crearle conciencia del bien, ya sería suficiente, para buscarlo e incrementar su mensaje.
Camilo Valverde Mudarra
Voto en Blanco
En Andalucía, ya, con la introducción de la nefasta LOGSE, que degradó al ínfimo la Enseñanza Media, entró a saco con los crucifijos de las aulas e instó el desgaste de la clase de religión y degradación de tales profesores. El laicismo beligerante suprime el acto navideño en sus aspectos cristianos, pero no, el periodo vacacional de estas fechas, pues eso ya les afecta de lleno a esos laicistas. Y, como siempre en estas cuestiones, la Consejería de Educación, lavándose y soslayando el asunto, afirma que «se está magnificando», que cada centro tiene autonomía «para determinar qué fiestas celebran y cómo las celebran».
Al respecto, la voz de episcopado y asociaciones de padres han señalado que se está confundiendo laicismo con aconfesionalidad; la decisión es «forzada y hasta ridícula». Así, el secretario general y portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), dice que la Iglesia no entra en que el Estado sea laico, pero «esto no quiere decir que la sociedad sea aconfesional». Se está confundiendo lo público y estatal, afirma la Concapa, al considerar que la escuela pública tiene que seguir las consignas doctrinarias gubernamentales -sólo cuando vienen de la izquierda- olvidando que España es un estado aconfesional»; y aclara que aconfesional significa «respeto a todas las religiones en lugar de obstaculizar y poner trabas, especialmente cuando se trata de la religión católica, que es la mayoritaria en esta Nación». La confederación lamenta que «la intolerancia del laicismo promovido por el Gobierno» vuelva a «atacar la libertad de conciencia, religión y expresión».
La religión no perjudica, los villancicos religiosos no dañan, la Navidad no ofende, alegra y conforta el ánimo. Lesiona y perjudica el laicismo que destruye el arraigo de los valores humanos y morales con el fomento del relativismo; amenaza el ateísmo con su vacío y obscurantismo; damnifica el consumismo, el culto a los ídolos, la reverencia al dios Macmón; vulnera, al hombre y a la sociedad, la agresividad a flor de piel, la grosería campante y el avance de la violencia. La religión cristiana fundamenta el alma humana en la virtud y la bondad, fomenta el espíritu solidario, la entrega y el perdón y crea la conciencia del ser personal en un compromiso cierto y firme con Jesucristo que fue Caridad, Amor, “nadie tiene un amor más grande que Aquel que da la vida por los demás”; toda su vida fue amor y perdón y predicó el amor: “Amaos los unos a los otros, como yo os amé, en esto reconocerán que sois discípulos míos” (Jn 15,8). Si sólo fuera por cimentar el espíritu del hombre y crearle conciencia del bien, ya sería suficiente, para buscarlo e incrementar su mensaje.
Camilo Valverde Mudarra
Voto en Blanco