Colaboraciones

SÓLO HAY UNA SALIDA





Sí, escribo esto motivado por los Atentados (en Bélgica, en Francia, en Túnez, qué más da…). Pero me voy a ahorrar la indignación demagógica. No voy a sustituir el juicio crítico por el sentimentalismo teñido de hipocresía, que hoy en día parece haber suplantado a la honradez del pensamiento individual. En estas horas fúnebres para toda nación civilizada, la solidaridad (¡esta vez sí!) con un pueblo hermano impera sobre todo lo demás. Pero no por corrección política, no por postureo diplomático, no por borreguismo en las redes sociales. Sino por Miedo. Aceptémoslo y podremos empezar a superarlo.

Miedo a que un día podamos ser nosotros o una persona querida la que salte en pedazos. Miedo a salir a la calle, a ir al trabajo, a tomarse una cerveza o a bailar en una discoteca. Miedo ser paralizados como seres humanos y tener que darles la razón a estos salvajes que piensan que con el Terror se consigue todo. ¡Miedo, sí, diablos! Miedo porque la metralla nos ha alcanzado a todos los pueblos de Europa. Miedo porque no ha sido en un país lejano y fácilmente deshumanizable. Miedo porque sabemos que los siguientes seremos nosotros.

Y aunque sea jodido de aceptar, ese miedo natural debe obligarnos a mantener la serenidad y a saber cómo responder. Por nosotros. Por la Humanidad. Por el hecho de poder existir libremente y como queramos. Espabilemos. No habrá conferencias de paz. No habrá negociaciones. Entablar conversaciones con estos animales nos rebaja a ser algo mucho peor que la calaña que ha tenido el valor de venir a nuestra casa a matar gente inocente cuyo único delito era tratar de pasárselo bien tras una semana agotadora. Quién sabe si nuestra próxima copa será la última. El papanatismo elevado el nivel de religión política enmaraña conciencias con la idea de que la solución es el diálogo.
Que se lo digan a las víctimas. Como en el caso de ETA. Que se lo digan a todos los que han sentido el dolor de las víctimas como propio.

Y no, no se trata de jugar con las emociones. Se trata de asumir los hechos. Puros, duros, espantosos. Ante quienes sólo entienden el Terror más despiadado como lenguaje. Ante quienes piensan que pueden venir aquí a aterrorizarnos, a mutilarnos, a vejarnos. Ante quienes piensan que nuestros valores nos atarán en un debate moral que impedirá finalmente que castiguemos a los responsables. A todos ellos les dirigimos este mensaje: Guerra.

Guerra por tierra, mar y aire. Guerra en el Cine y en el Teatro. Guerra en la Prensa y en las Redes sociales. Guerra Justa a la Guerra Santa. Guerra en nombre la Dignidad Humana. Guerra en mi nombre y en el tuyo. Guerra no por el petróleo o por controlar una región estratégica. Guerra por una concepción del Mundo. Guerra por la libertad y el respeto al otro de su derecho a existir. Guerra por la fuerza de nuestras convicciones. Guerra por la Vida.

Ojo. No se piense que vamos a utilizar esta noble justificación para violar derechos civiles de minorías o para discriminar según la religión o la procedencia. Esa lección la aprendimos hace mucho. Estos momentos oscuros deben servirnos para ampliar derechos, no para recortarlos. Nuestra arma más potente es la calidad democrática. Empleémosla. Sacrifiquemos Libertad por Seguridad y habremos perdido antes de realizar el primer disparo. Así que tengamos cuidado. Cuidado de que quienes quieren destruir el Estado de Derecho no encuentren en nuestro pesar su mejor aliado.

Sólo hay una salida. Ya sabéis cuál es.

Pablo A. Gea Congosto.
Martes, 22 de Marzo 2016
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