Colaboraciones

SOBRE ESA EXPRESIÓN REDUNDANTE QUE ES “EL BUEN PROFESOR”,





PRIMA HERMANA DE ESTA OTRA, “EL BUEN PASTOR”

“Toda nuestra crítica consiste en reprochar a los demás el no tener las cualidades que nosotros creemos tener”.

Jules Renard


El buen maestro abre puertas y ventanas en cada uno de los templos del espíritu que es cada uno de sus discípulos y tiende (porque entiende de ingeniería social) puentes entre ellos y con él. Y aparta la hojarasca que impide que sus discentes/docentes (pues, aunque parezca mentira, también aprende de ellos) vean con nitidez las sendas que conducen a los cuatro puntos cardinales, donde los horizontes vuelven a agigantarse, como ocurre a, con y en cada nueva encrucijada.

El buen maestro es un experto en despertar las maña(na)s adormecidas de sus discípulos, pero un pésimo perito en amañarles tales destrezas.

El buen maestro no suele ocultar sus pareceres y opiniones (algo siempre calla) a su alumnado; tampoco acostumbra a imponérselos/as. Cuando lo hace, (apenas) se nota.

El buen maestro no pretende crear escuela, ni criar adeptos, prosélitos o monaguillos, sino ayudar a formar personas (dignas de merecer tal consideración), ciudadanos hechos y derechos a sí mismos, de primera.

El buen maestro no desea que sus discípulos sean émulos, clones ni calcos suyos, sino dueños de sus propios idearios, argumentarios y futuros.

El buen maestro, lejos de descabellar o descabezar a su alumnado, actúa, como mucho, cual estilista o peluquero, esto es, de cuando en cuando, les toma impunemente el pelo; y, de vez en vez, se ríe, si viene a cuento, con ellos, hasta de su misma y mísera sombra.

La pena es que el buen maestro escasea. Hoy hay mucho “especialista” (o doble), o sea, abunda el maestro de película, apócrifo.

Como dejó grabado en letras de molde Victor Hugo, “no hay malas hierbas ni hombres malos; sólo hay malos cultivadores”.


Ángel Sáez García

Franky  
Miércoles, 1 de Marzo 2006
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