Colaboraciones

SIGNIFICATIVAS TONALIDADES DEL VOTO





La voz serena del voto, cuando no es constreñida por anomalías ni contingencias, habla y se expresa con tonalidades significativas. Se confirman las dos españas divergentes; una se ve muy conforme con este socialismo radical, rompedor e incisivo y la otra, con su conservadurismo, fiel a las ideas y los valores tradicionales. El PSOE sobresale y el PP crece en estas elecciones; uno medio gana, el otro medio pierde. IU, antigualla innecesaria, ha rodado en su debacle y los nacionalismos, reminiscencias nocivas y obsoletas, han caído en la corriente del descenso, en beneficio del primero. Sólo CIU, por su cordura, ha mejorado sus resultados de 2004.

El PSOE ha logrado por primera vez en la historia más de once millones de votos. Zapatero, sonriente, expresó ante miles de simpatizantes, que "los españoles han hablado con claridad y han decidido abrir una nueva etapa sin crispación, que excluya la confrontación, que busque el acuerdo en los asuntos de Estado". La ciudadanía espera ansiosa que eso se haga realidad. Siendo España el último gran país de la izquierda en Europa, Zapatero se ha convertido en la última esperanza de muchos líderes de esa ideología izquierdista.

El voto catalán ha salvado de modo decisivo a ZP; sin ello, su triunfo se habría reducido un mucho, estaría hoy postrado y mortecino. Los catalanes abocados a elegir entre dos malhumores: el enojo ante la agresividad en clave anticatalana del PP o la ira generada por los quebrantos de los socialistas en su desastroso cúmulo de descalabros en las infraestructuras y servicios públicos, decidieron votar contra el PP, más que a favor de ZP. Se han tragado y convencido del anticatalanismo arrogante del PP. Y, en el otro feudo, en Andalucía, el PSOE comienza a ceder terreno, sigue estando, pero, aquí hoy, ha iniciado su declive.

A pesar de la decepción y el fracaso, los 'populares' han conseguido su segundo mejor resultado y el mayor logro obtenido nunca por una oposición. En verdad, pudo decir Rajoy, desde el balcón: "Somos el partido político de España que más hemos subido en escaños, votos y porcentaje de voto". El PP gana en quince provincias y empata en diecisiete. Parece que los votantes han premiado el fichaje de Pizarro y no han castigado la ausencia del alcalde Gallardón y, tras la salida de Piqué de la dirección regional, ha logrado sumar dos escaños más respecto a los anteriores comicios generales.

El PP ha de cambiar, regenerarse y avivar el seso contra los infundios y los hábiles achaques de todos los males que le propina la inquina del los adversarios. La gente no quiere enfrentamientos ni oír constantemente problemas ni catastrofismo. Desea un discurso nuevo, ilusionante y convincente. Requiere caras nuevas, modernas, voces frescas, moderadas y firmes, que inspiren confianza y entusiasmo. Han de saber destruir el “todos contra el PP”, rentabilizar los errores del contrario, ensanchar los terrenos del centro, y, eliminando el rechazo social, generar credibilidad.

Tiene que ganar el voto de ese millón y medio, que sumado a los diez que tiene seguros de sus fieles, le den la mayoría. Los jóvenes preparados y modernos, que son proclives al PP, pero que no beben del todo sus ideas, esperan renovación. Exigen lejanía de la extrema derecha, quieren encontrar un centrismo ilusionante, entroncado en la moderación, la seguridad y la concordia, que cohesionen y traigan soluciones eficaces. Ha de mostrar que anda con los tiempos modernos, en el entendimiento y el consenso; hacer una política atrayente con unos postulados firmes y creíbles.

En Cataluña a los populares, los llaman los “federicos”; Evidentemente, los han identificado con el locutor de la COPE, que ha demostrado ser el más conspicuo ideólogo del anticatalanismo. Políticamente, le ha perjudicado en muchos sectores, el verse ligado con el "federiquismo”; no ha sabido zafarse y sacudirse los infundios y achaques que le han ido colgando las lenguaraces insidias adversarias.

Está clara la necesidad, solicitada por gran parte de la opinión, de reformar la ley electoral tras los resultados; no es del todo justa, coarta al elector con las listas cerradas y la imposición partidaria y priva de la reflexión oportuna, al no prever la segunda vuelta.

Camilo. Mudarra

   
Viernes, 14 de Marzo 2008
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